Unos muros que hablan 50 años después

A. Castellanos / Villarcayo
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El complejo Las Merindades, que nació en 1962 como residencia infantil Nuestra Señora de los Ángeles, cumple medio siglo • Una obra faraónica que construyó la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao

ANTES. Las piscinas de la residencia en los años 60 eran todo un lujo. - Foto: Postal

Miles de niños vizcaínos de los años 60 y 70 guardan todo tipo de recuerdos del complejo de la residencia Las Merindades, como se denomina desde el 81. Los muros de este emblemático y grandioso edificio de casi 13.000 metros cuadrados construidos que diseñaron los arquitectos Celestino Martínez, Julián Larrea y Ramón Uribe han guardado sus secretos hasta ahora. Esta es su historia.

En 1960 se colocó la primera piedra del complejo. Ese mismo año, el entonces alcalde de Villarcayo, José María Tapia, firmó en el salón de plenos del Ayuntamiento la escritura de venta de 179.473 metros cuadrados de terreno municipal a precio simbólico en favor de la entonces Caja de Ahorros Municipal de Bilbao (BBK desde 1990). Seguramente, aquel regidor nunca llegó a imaginar que con aquella operación haría posible la construcción de un imponente complejo que cincuenta y dos años después y tras la inversión de 8,2 millones de euros realizada por la Junta de Castilla y León ha acabado siendo la sede de tres servicios esenciales de la localidad, su colegio, su Centro de Salud y de Especialidades Médicas Comarcal y su residencia de mayores.

En el mes de octubre de 1962, hace ahora cincuenta años, llegaron a Villarcayo y a la entonces llamada Residencia Nuestra Señora de los Ángeles las primeras 80 niñas. A poco tiempo ya había 400 alumnos de 7 a 13 años de edad. La Caja de Ahorros Municipal de Bilbao había creado en Villarcayo su obra social de mayores dimensiones. En 1971 abrió un edificio casi gemelo en Albelda de Iregua (La Rioja). En Villarcayo se habilitó inicialmente una residencia, donde los niños con dificultades respiratorias o con asma podían pasar periodos de tres meses en invierno, en los que continuaban con su escolarización, todo el curso o colonias veraniegas de un mes, bien en julio o bien en agosto. En la Vizcaya de finales de los 50, la contaminación que la industria pesada producía causó muchos problemas entre la población infantil que encontraba en Villarcayo el clima perfecto para recuperarse.

La excelsa obra de la caja bilbaína fue reconocida incluso por la esposa del General Franco, Carmen Polo, quien la inauguró oficialmente en agosto de 1963 coincidiendo con las fiestas patronales de San Roque. En aquellos años en que el teléfono móvil no existía y las carreteras eran más caminos de cabras que otra cosa, algunos niños recuerdan aquel día como una pesadilla en la que tuvieron que permanecer durante horas formados e impecables a la espera de la esposa del Generalísimo.

Eran hijos de clientes de la entidad y pagaban cuotas muy económicas en función de los ingresos de sus familias. Iñaki Llamas fue uno de aquellos niños que vivió en Villarcayo durante tres cursos, entre 1977 y 1980. De aquellos años guarda gratos recuerdos, aunque reconoce que hay quienes no los tienen tan buenos.

Muchos seguro que plasmaron sus anhelos y deseos en las numerosas postales que se editaron de la residencia de Villarcayo cuando el correo postal era casi el único medio accesible para comunicarse con padres y hermanos que no todos los fines de semana podían acercarse desde Vizcaya a visitar a sus pequeños.

Llamas, creador e impulsor de  la web de la residencia ‘villarcayo.net46.net’, a través de la cual se han reencontrado cientos de ex alumnos y desde la que se han promovido algunos de sus encuentros -el próximo está previsto el próximo sábado, día 20, en Villarcayo- admite que había disciplina. El motivo es sencillo:«Sin disciplina hubiera sido imposible dirigir aquel internado de 400 chavales, ya que tan solo había una monitora por cada 48 niños». Pero que nadie piense que el personal escaseaba en la Obra Social de la Caja de Ahorros de Bilbao. Hasta cien personas completaron su plantilla, según indica Llamas. Maestros, monitoras, cocineras, limpiadoras, costureras, electricistas, jardineros, fontaneros... En la residencia había casi de todo. Incluso unas piscinas que en aquellos años eran la envidia de los niños del pueblo, con los que los de la residencia apenas tenían algún contacto los domingos por la tarde cuando iban a pasear a la Plaza Mayor y a comprarse unas golosinas, que es como se llamaban entonces las chuches.

Pero la crisis y otras circunstancias acabaron con aquel proyecto que acogía en unas instalaciones de lujo a chicos y chicas de todas las condiciones e incluso a unos pocos de familias con dificultades que se integraban en la residencia para mejorar así su calidad de vida. Hubo una ocasión en que varios huérfanos de hombres que murieron en un gave a-ccidente en la empresa Explosivos Riotinto de Galdácano, fueron trasladados a Villarcayo para aliviar así a sus madres, que quedaron viudas y sin recursos.

Pero la residencia de Villarcayo junto con otras dos que la caja bilbaína tenía en Pedernales (Vizcaya) y Albelda (La Rioja)se llevaban el 33% del presupuesto de la Obra Social. La entidad necesitaba oxígeno económico y en 1981 cerró la residencia de Villarcayo que fue traspasada al Ministerio de Justicia y poco después al de Asuntos Sociales. Hasta 1989, albergó un centro piloto de protección de menores que llegó a contar con 120 niños.

Fue en ese año cuando pasó a manos de la Administración regional que cerró las instalaciones y las infrautilizó durante años. Albergaron como residencia a unos pocos alumnos del instituto de Villarcayo que no podían trasladarse a sus casas cada día, a los alumnos de la Asociación de Amigos de la Música de Villarcayo, ensayos y estrenos del grupo Carro de Thespis y alguna otra actividad municipal. «La Junta estuvo muchos años pensando qué hacer», admite la alcaldesa de Villarcayo, Mercedes Alzola.

El 1 de enero de 2003 llegaron a una de las alas rehabilitadas del complejo los primeros mayores del centro geriátrico creado por la Junta y que desde entonces gestiona la empresa Clece. A finales de 2005 abrieron sus puertas el Centro de Salud y el Centro de Especialidades Médicas de la comarca que ocupan otra parte del edificio y en febrero de 2009, los casi 400 alumnos del colegio Princesa de España estrenaron sus nuevas aulas en la residencia, que incluso se amplió. En la mañana de ayer, Eugenio Saiz López, de 96 años, paseaba por los jardines de la residencia. No dudaba en afirmar que todo lo hecho en el edificio es «cosa buena».