«Al principio era fácil crecer. Igual subía mil seguidores»

J.D.M.
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Reyes de redes (IV) - Andrea Gómez, instagramer. Más de 127.000 personas siguen su cuenta de Instagram, en la que cuelga fotos posando y realiza sorteos de ropa y productos

No había cumplido 15 años cuando abrió una cuenta en Instagram y a los 16 su popularidad en la red ya crecía a un ritmo vertiginoso. Ahora, ya mayor de edad, @andreaa_lalala suma ¡más 127.000 seguidores! Algo inusual en una ciudad como Burgos. ¿Su secreto? «Estoy pendiente todo el rato». «Dicen que si subes una foto, la siguiente media hora tienes que estar con el móvil viendo quién da a me gusta, contestando comentarios, interaccionando con tus seguidores... Y yo lo hago porque me gusta». Lo explica con detalle la joven burgalesa Andrea Gómez, que califica como «horrible» el algoritmo de Instagram que trae de cabeza a marcas e influencers porque limita el alcance de sus publicaciones.

Hace justo un año, en este mismo periódico, @andreaa_lalala fue protagonista del reportaje ‘Las chicas de moda’ junto a otras instagramers locales. Entonces tenía 85.800 followers, hoy suma 41.000 y pico más. Y eso que «ahora es más difícil crecer». «Cuando empecé era súper fácil. Igual subía mil seguidores al día. Era una pasada», recuerda.

Su interés por esta red social nació al contactar con una chica de Barcelona a la que seguía. «Me encantaban sus fotos. Tenía ‘30 K’ (30.000 seguidores) y hacía colaboraciones con marcas. Le pregunté cómo lo hacía y me lo explicó», narra. Siguiendo sus recomendaciones, pronto empezó a colaborar con una marca burgalesa (Lawsuit).

«Y poco a poco, hasta ahora», dice. Continuó colaborando con una tienda americana de pelucas de colores. «Y ahí me di cuenta de la importancia que tiene hablar inglés», admite, ya que para ilustrar las imágenes escribía en un idioma que, lamenta, «controlo poco». Por eso, la mayoría de sus imágenes las suele acompañar de frases en castellano sacadas «de canciones, de Internet, pero sobre todo de libros». «Me encanta leer», remarca, al tiempo que enseña el tatuaje que luce por la novela: Hush, hush, de la autora estadounidense Becca Fitzpatrick.

A medida que crecía su repercusión en Instagram, más marcas llamaban a su puerta, teniendo incluso que rechazar a algunas porque, justifica, «no me parece bien enseñar a mis seguidores ropa que no me pondría». «Ahora me ha mandado ropa Adidas, he colaborado con Mahou y estoy trabajando con Dooers. Esa tienda (de zapatillas) es como mi segunda casa», apunta.

Las marcas y las tiendas, más que dinero le dan ropa, zapatillas, gafas y otros accesorios, perfumes, maquillaje... «Me lo puedo poner yo y así no tengo que gastar», valora, pero sobre todo, lo que hace con la mayoría de productos que recibe y que muestra en fotos (intenta subir «una cada dos días») y en stories de Instagram es sortearlos. Y ahí genera mucha interacción, con decenas de miles de comentarios y ‘me gusta’.

Su familia, asegura, «lleva muy bien» su status, aunque le advierte que vaya «con cuidado y tranquilidad». «Al principio les parecía raro que me llegaran tantos paquetes a casa, pero el cartero ya es amigo de mi madre», admite riéndose. También esboza una sonrisa al responder si la reconocen por la calle. «Me paran y me piden opinión. Es guay conocer a quien te sigue, hay fans que han llegado a ser mis amigas».

Alguna fan, pero sobre todo ‘modelos’ y fotógrafos con los que colabora (ella posa, ellos fotografían y ambos se aprovechan del resultado) conforman ahora su círculo más cercano, aunque dice conservar «a la mayoría» de amigos de siempre. Y pese al ajetreo social, tampoco descuida sus estudios y el próximo curso empieza un grado superior de Estética Integral y Bienestar. «Me parece súper interesante», concluye.