Medio siglo de un 'pujante' núcleo industrial

J.C.O. / Aranda
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La capital ribereña supo sobreponerse a la cainita zancadilla que supuso que Burgos le arrebatara in extremis en 1964 la declaración como Polo de Promoción Industrial para descongestionar Madrid

Luis Mateos muestra el proyecto del polígono a Laureano López Rodó. - Foto: A.M.L.

El profundo cambio socioeconómico que ha sufrido la capital ribereña en las últimas décadas en su camino hacia la modernidad tiene su origen, en gran medida, en una importante decisión política adoptada por el régimen franquista hace poco más de medio siglo: la declaración de Aranda como Polígono de Descongestión Industrial de Madrid.

Una apuesta que supuso el despegue para una villa convertida en un pequeño centro  administrativo, judicial, religioso y de servicios que si bien, como reconoce el historiador Javier Iglesia en su libro Aranda de Duero. La formación  de un centro industrial 1959-1985, ya tenía una cierta tradición manufacturera y comercial con un crecimiento continuado, era inminentemente agrícola y parecía abocada, al igual que otras localidades similares, a un estancamiento o una paulatina despoblación fruto de la sangrante emigración de la población rural.

La iniciativa se enmarca dentro del Plan de Descongestión de Madrid 1959 que respondía, según relatan Luis Alfonso Escudero y Emilio José Gómez en El Plan de Descongestión Industrial de Madrid en Castilla-La Mancha: una reflexión geográfica, a la necesidad de combatir el proceso de concentración económica y poblacional de la capital en la mitad del siglo pasado. Establecía una serie de polígonos industriales y residenciales en núcleos castellanos que pretendían reorientar el crecimiento madrileño hacia su periferia. La mayoría de ellos, cinco, se localizaron en la actual Castilla-La Mancha: Alcázar de San Juan y Manzanares (Ciudad Real), Guadalajara (con dos polígonos, El Henares y el Basconcillo) y Toledo; y el sexto en la capital ribereña.

La elección de Aranda como núcleo satélite dentro de la nueva política del desarrollismo, no fue cuestión de azar, sino del visionario alcalde Luis Mateos, que, en junio de 1958, poco meses después de hacerse cargo de la Alcaldía, inició los primeros contactos con la  Dirección General de Ordenación Urbana con el fin de revisar el plan de ordenación urbana que había confeccionado el Ayuntamiento y estudiar las posibilidades de industrialización de la localidad, así como la rapidez que tuvo el pleno municipal para en enero de 1959 acordar solicitar a la recientemente creada Comisión Interministerial  para el Estudio y Desarrollo del Plan de Descongestión de Madrid  la inclusión de Aranda dentro del Plan de Descongestión de Madrid. Petición que también respaldó la Diputación Provincial.

HISTÓRICA REUNIÓN

A lo largo de diferentes visitas se confirmó la idoneidad de la ubicación y se fijaron las áreas para el emplazamiento de las zonas industrial, de 157 hectáreas, y residencial, de 95 hectáreas. El 7 de agosto se convocó a a la población en el Teatro Cine Aranda y respaldaron la iniciativa industrial comprometiéndose a ceder sus tierras a favor de la Comisión Interministerial «con una rara y ejemplar unanimidad», tal y como relata un informe que la Alcaldía redactó en 1969. Un respaldo que volvió a quedar patente para la zona residencial, ya que el número de excepciones fue solo de siete entre más de 300 afectados.

«Con una visión profunda y acertada de las circunstancias, el pueblo de Aranda comprendió que la carta que se jugaba era nada menos que su futuro, su ser o no ser en el porvenir, su ocasión de convertirse al cabo de pocos años en una ciudad moderna, amplia, atractiva y progresiva, o continuar sometida a su paso de siempre, lento y trabajoso», relata.

Para recordar la histórica fecha, se dio el nombre del 7 de agosto a una céntrica plaza, del que fue desposeído en 1982, bien avanzada ya la etapa democrática, para rebautizarla plaza de La Constitución.

Sin embargo, la capital ribereña era mucho más ambiciosa y ante los nuevos Planes de Desarrollo Económico y Social (1964-1974) se posicionó hábilmente para un nuevo impulso promocional. Así, tocado por la varita mágica fue localizado en la localidad y aprobado por la Comisión Delegada del Gobierno el 17 de enero de 1964 un Polo de Promoción Industrial, con las importantes ventajas que conllevaba esta decisión administrativa, como consecuencia de unos exhaustivos estudios realizados por la empresa Meeting y en cuyas conclusiones se señalaba entre otras importantes y poderosas razones que Aranda reunía  las condiciones óptimas capaz de acoger industrias de manera inmediata.

Sin embargo el sueño de un horizonte interminable de chimeneas fabriles se esfumó apenas 10 días después, ya que, pese a ese acuerdo, el 24 de enero hubo un cambio de criterio  en el Gobierno  y el polo se establecía definitivamente en Burgos, junto a otro en Huelva.

Tal y como apunta Javier Iglesia, aunque Aranda mantenía su inicial declaración de Polígono de Descongestión Industrial de Madrid ésta carecía ya de utilidad y y supuso la modificación de las optimistas previsiones anteriores. Las empresas que no decidieran instalarse en Madrid, lo harían en los nuevos Polos de Desarrollo, pues a pesar de ser indicativa, las subvenciones y ayudas de financiación hacían pensar que serían estas localizaciones las elegidas para ser los verdaderos núcleos de descentralización industrial. Y de hecho, el Polo de Burgos no solo no supuso un acicate para la industrialización de Aranda, sino que dado su éxito  especialmente entre las industrias de iniciativa madrileña entró en competencia, al igual que el Polo de Desarrollo diseñado para la capital pucelana.

Pese al mazazo que supuso esta cainita zancadilla, «lejos de entrar en desánimo  -tal y como recoge la publicación Aranda Industrial.Orientación sobre el Polígono Allendeduero, editada por el Ayuntamiento en 1981- los arandinos y sus autoridades continuaron trabajando con ahínco y gran esfuerzo hasta lograr unas metas por nadie sospechadas».

 Se  había urbanizado el Polígono Industrial Allendeduero y la voluntad de la multinacional SAFEN Michelin de instalar una fábrica en este enclave, de la que salió su primer neumático en 1970 y que llegó a emplear a más de 2.500 trabajadores, compensó los esfuerzos. Siguiendo su ejemplo se implantó también en 1978  la multinacional farmacéutica Glaxo, hoy GlaxoSmithKline, diversificando una estructura en la que la industria local de pequeñas y medianas instalaciones aprovecharon el polígono industrial  para aumentar sus plantillas y modernizar sus establecimientos. Industrias, según Iglesia, «de carácter autoinducido, de sectores de actividad tradicionales y con una escasa tecnología»  

La expansión industrial, y su consiguiente desarrollo urbanístico,  permitió a Aranda absorber todavía parte del exceso demográfico del campo ribereño, más un porcentaje venido de fuera a rebufo de las empresas foráneas que se instalaron. Si en 1960 contaba con 12.000 habitantes, en 20 años duplicó su población, al sumar 28.700 habitantes censados en 1980, ralentizándose después el crecimiento para llegar a 33.257 en la actualidad. Una cifra muy alejada de las eufóricas previsiones que el periódico Aranda Semanal hacía en 1967 ante el anuncio del desembargo de Michelin que auguraba que en «muy pocos años» se llegaría a los 90.000 habitantes.