Arranca el curso político clave que determinará el balance de Lacalle

H. Jiménez / Burgos
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Meses cruciales. Los grandes proyectos pendientes y la situación económica municipal deberán resolverse a corto plazo.

El alcalde tiene la apuesta más arriesgada colocada sobre el Pabellón Arena. Hace dos meses de la última feria taurina y nada se sabe sobre el proyecto. - Foto: Jesús J. Matías

En política hay tiempos que vuelan y otros que parecen arrastrarse. Los del votante se hacen largos, cuatro años entre elección y elección sin poder hacer más que contemplar, aplaudir o criticar lo que ejecutan los elegidos. Pero los del político discurren demasiado deprisa y antes de darse cuenta se precipitan los plazos, ya no da tiempo a nada y empiezan los agobios. El Ayuntamiento de Burgos está a punto de entrar en esta dinámica.

El curso político que arranca mañana con el regreso de septiembre y la reincorporación de la mayoría de los responsables públicos a sus puestos de trabajo tendrá un componente clave para las grandes cuestiones pendientes. Cierto es que después, a partir de septiembre de 2014, habrá otros siete meses hábiles hasta la campaña electoral que nos lleve a los comicios de mayo de 2015, pero lo que no se resuelva en este periodo que ahora empieza ya no tendrá solución.

En la capital burgalesa, el Ayuntamiento presidido por Javier Lacalle se juega nada menos que su balance. Hasta ahora ha habido algún logro pero en buena medida su labor a lo largo de los últimos meses ha consistido en capear el temporal económico y en solventar lo mejor posible las dos graves crisis institucionales provocadas por las dimisiones primero de Eduardo Villanueva y luego de Santiago González, algunos de cuyos flecos, por cierto, siguen coleando en los tribunales.

Tendrá que cruzar los dedos para que no lleguen nuevas dimisiones. Pero sobre todo tendrá que rezar para que la situación económica no se agrave todavía más. Sobre el Consistorio pende una deuda amenazante, que pese a lo que se empeñe en explicar el alcalde también incluye la de los consorcios (del desvío y de Villalonquéjar IV) al ser la administración local parte fundamental de ellas. La salida pasa por seguir renegociando con propietarios, entidades financieras y Ministerio de Fomento lo que debe la ciudad. De lo contrario se ahogaría.

Suponiendo que no hubiera nuevos sobresaltos en estos importantes frentes, Lacalle deberá centrar el tiro en las dos obras estrella de su programa, prometidas desde el principio de la legislatura y hasta el momento no resueltas: el bulevar de Gamonal y el Pabellón Arena.

La transformación de la calle Vitoria está casi encarrilada, al menos desde el punto de vista administrativo, por cuanto el pliego para su salida a concurso quedó aprobado a finales de julio tras no pocas polémicas políticas (los grupos de la oposición no apoyan la obra) y jurídico-administrativas, tras un rocambolesco cambio de criterio a última hora y debates internos sobre si podía salir o no en un mismo paquete con la renovación de la Avenida de Cantabria.

A la espera de si hay ofertas para construirlo (cosa que se sabrá en 10 días), el bulevar de Gamonal  y su correspondiente aparcamiento subterráneo costarán 13,5 millones (de los cuales 5 se los lleva el párking y son a cuenta de la concesionaria)y se deberá hacer en 16 meses a partir de finales de este año. Va con el tiempo tan justo para acabar antes de las elecciones que cualquier problema impediría su estreno para la fecha electoral. Y no digamos nada si, llegado el caso, no hay ofertas. En ese supuesto al Consistorio se le caería una de sus dos principales promesas. Como diría un castizo, «con todo el equipo».

Complicado tiene también el panorama respecto al tan manido Pabellón Arena. La enorme decepción de Autocid, que tras lograr el pase por la vía deportiva a la ACB no fue capaz de cumplir las condiciones económicas de la liga de baloncesto, liberaron a la ciudad de la ampliación del polideportivo. Pero en paralelo a ella, la demolición de la plaza de toros de El Plantío para construir en su misma ubicación un espacio multiusos sigue sin estar definida a estas alturas del año, cuando tantas veces se repitió desde el PP que su intención era meter la piqueta al día siguiente a la celebración de la feria taurina. Y hablamos de la pasada, la que finalizó el 6 de julio.

 Sin el proyecto claro, allí no se ha movido ni un ladrillo y sigue en pie un coso al que el equipo de Gobierno ha dado la extremaunción y donde aplicó unos arreglos provisionales para poder garantizar la seguridad en las últimas corridas.

Le costó, pero Lacalle ya ha tenido que admitir que al año que viene no habrá toros porque ya no hay tiempo material para levantar una nueva plaza. Y los aficionados advierten que eso es muy peligroso para la supervivencia de la fiesta. Ha insinuado, eso sí, que en cuanto esté lista podría haber una feria taurina, fueran las fechas que fueran. Y el objetivo es que, en torno a finales de este año, comiencen unas obras que afrontaría la iniciativa privada, con una inversión de unos 15 millones de euros el recinto cubierto resultante. Es la apuesta más arriesgada del alcalde. Si le sale mal, si ninguna empresa se anima a poner la cantidad necesaria o se complican las obras durante su construcción, será un fracaso en toda regla.

También lo será la reforma del Mercado Norte, si una vez más vuelve a caerse. La iniciativa privada será clave para este proyecto que lleva muchos años de tentativas, que parecía desatascarse definitivamente a principios de este año con el interés de un grupo inversor vasco y que desavenencias entre los socios ha vuelto a demorar.

O la continuación del bulevar ferroviario. La obra no se acabó con lo que inauguraron los suizos Herzog&De Meuron. Sus planes iban mucho más allá de lo que podemos ver y contemplaban varios kilómetros más de avenida de diseño, con sus pinos a precio de oro, sus bordillos de primera y sus farolas con forma de gota. El dinero llegó al límite para afrontar los tramos principales pero falta, por ejemplo, la prolongación hacia la Universidad y el ‘salto’ por el antiguo puente del Santander-Mediterráneo hacia Fuentecillas. El Ayuntamiento ya ha dicho que si se hace será ‘low cost’, con materiales menos ambiciosos y una estética más simple. Pero también se está retrasando.

Otro gran peligro es la gestión del servicio de autobuses, que va de polémica en polémica. La ausencia de una parada a la puerta del hospital, el edificio con más demanda de transporte público de toda la provincia, resulta inexplicable (al menos ya está en marcha la obra). La reorganización de las líneas levantó en armas a medio tejido vecinal de la ciudad y al resto de grupos políticos, hasta el punto de que buena parte de las sugerencias del PSOE fueron incorporadas al mapa (por ahora) definitivo, en un gesto sin apenas precedentes en la relación entre Gobierno y oposición. Y cuando esa polémica parecía apagarse surgieron los fallos de mantenimiento de la flota, la compra fallida de autobuses viejos de Madrid que apenas podían arrancar, y la amenaza a corto plazo del envejecimiento de una flota que conduce o bien a un rénting generalizado, o a una fuerte inversión en compra de vehículos o a una privatización.

LO POSITIVO

En realidad, el Ayuntamiento ha podido sacar adelante muy pocos de sus grandes objetivos. La ampliación de la depuradora es una de ellas. Después de una década de tiras y aflojas entre distintas administraciones, y de que el Consistorio denunciara periódicamente que la actuación era urgente e ineludible durante todo ese tiempo, las obras empezaron en julio. Tardarán dos años y medio, pero cuando acaben su inversión de 86 millones de euros (cuyo 70% pagan el Ministerio de Medio Ambiente con ayuda de fondos europeos) garantizará el ciclo del agua para varias décadas.

Otro aspecto positivo fue la elección de Burgos como Capital Española de la Gastronomía, que empezó como un título honorífico concedido por una institución privada pero le ha servido a la ciudad como excusa para organizar actividades durante todo este año y aún le queda un cuatrimestre por delante. La CEG ha sostenido al turismo logrando pequeñas subidas o al menos limitando la caída que están sufriendo otras ciudades. El reto será mantener el tirón el próximo año, no solo en lo cuantitativo (las estadísticas de visitantes), sino sobre todo en lo cualitativo. El Ayuntamiento tendrá que decidir si convierte la gastronomía en su apuesta de ciudad. Si ese será el filón, junto con la cultura, que quiere explotar en los próximos años e incluso décadas como elemento de distinción y de personalidad propia.

LA CULTURA

Aún en el ámbito cultural, la explotación del Palacio de Congresos será otra de las claves. El balance de su primer año fue presentado como muy positivo por los responsables municipales, pero más allá del número de eventos o de su calidad, en los tiempos que corren importan los números. Hay que buscar cuanto antes el equilibrio presupuestario, porque si no lo logra el Fórum Evolución puede convertirse en un peligroso agujero, por mucho que su utilidad como contenedor de actuaciones y eventos esté fuera de toda duda.

Y como proyecto nuevo, la antigua estación de trenes. Lo que al principio parecía como otra de las actuaciones ‘estrella’, con la oportunidad de recuperar un edificio emblemático que ha quedado al pie del bulevar del ferrocarril, se ha ido desinflando. Ahora se habla de ella como centro de ocio infantil y juvenil, pero el equipo de Gobierno tiene tan poco claro qué quiere decir eso exactamente que encargará a una empresa que se lo resuelva por unos módicos 17.000 euros.

La puesta en marcha de la guardería de Gamonal Norte, que ya ha arrancado con mal pie al no estar lista para el inicio del curso escolar, o la del cívico de San Juan que también va con retraso, o la colocación de las esperadas cámaras de videovigilancia que en su día fueron imploradas como solución a la violencia en zonas de ocio y luego no han corrido tanta prisa, además del albergue juvenil que tantas vueltas ha dado son algunas de las múltiples asignaturas pendientes que Lacalle tiene sobre la mesa. O aprueba la gran mayoría de ellas o será imposible recuperarlas en los meses siguientes a las puertas de unas elecciones.