La urgencia de la vida

P.C.P.
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Virginia no llegó ni a entrar en el centro de salud de San Agustín y dio a luz en una ambulancia, con ayuda de media plantilla sanitaria

Como en el camarote de los hermanos Marx, en esa ambulancia no paraban de entrar profesionales sanitarios. El técnico, la médico de guardia, Gloria Mañez; la matrona, Blanca Barrón; dos pediatras, 3 enfermeras. Pero Virginia ni se enteró de todo el revuelo. «Hasta que no me han puesto al niño encima, ni me he dado cuenta de que había tanta gente dentro», confiesa.

«¡Qué envidia! ¡Cómo no nos habéis llamado!», le decía el doctor Ayllón a su colega Gloria Mañez en mitad de los pasillos del centro de salud San Agustín, donde ayer se respiraba el ambiente festivo de las grandes ocasiones. No en vano, media plantilla había ayudado a traer al mundo a David Martínez Sastre, aunque a última hora de la mañana allí no sabían ni cómo se llamaba la criatura. «No nos ha dado tiempo a nada», confesaba Gloria. Un hombre entró en el centro pidiendo ayuda para una mujer que iba a dar a luz. «Me he puesto unos guantes y he bajado a toda prisa», detallaba. «He visto más partos en pueblos pero este es el primero que me toca fuera». Tampoco Estefanía, Elena y Paloma recordaban una escena así enSan Agustín. «Acabaron todos superemocionados», resume la paciente.

Para entonces, David y su madre descansaban ya en una habitación del Hospital Universitario, después de un viaje que comenzó en una furgoneta azul, en el número 3 de la calle SanPedro y San Felices. Virginia había estado en el HUBU el día anterior, pero la mandaron de vuelta a casa con un virus. «Me levanté tan normal y, de repente, cada dos minutos empecé a tener contracciones fortísimas», detalla la madre, que en su primer parto estuvo 12 horas. Ayer se resolvió todo en 45 minutos.

Llamó a David, que estaba trabajando. «Yo tardaba 20 minutos en llegar a casa, así que avisé a mi padre que vive cerca para que fuera a recogerla», detalla. Mientras esperaba al suegro, «pensé que iba a dar a luz ahí mismo, sola en el portal», reconoce Virginia, que comenzó a asustarse. Aún así, tuvo la suficiente sangre fría de pedirle que no fueran al HUBU sino al centro de salud, que de su casa apenas dista una rotonda.   

Como aquella maravillosa escena de cine, empezó siendo todo «un poco desconcertante» y desembocó en hilaridad cuando se oyeron los primeros llantos de David, que vino al mundo en una ambulancia frente al centro de salud San Agustín. Sin llamarles, ni al bebé, porque la madre no salía de cuentas hasta el jueves 25, ni al vehículo de emergencias, que estaba allí por casualidad. Pero ambos fueron providenciales. De no ser por la ambulancia, Virginia Sastre Pisonero da a luz en la calle o en la furgoneta de su suegro. «Me pidieron que cruzara al centro pero no creo que hubiese podido dar dos pasos. Yo notaba que el niño estaba ahí, casi le veía la cabeza», explica en la cama del HUBU con su angelito sobre el pecho. Mientras, el padre les contempla obnubilado. David Martínez se ha perdido el parto de su segundo hijo (tienen una niña a punto de cumplir un año). Pero la vida no podía esperar. Y se abrió paso.