La Diócesis busca mecenas para que San Esteban pueda brillar todo el año

A.R. / Burgos
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Las gestiones realizadas hasta ahora han resultado «infructuosas». Merced al convenio con la Junta, este verano se puede visitar hasta el 13 de septiembre

Una de las imágenes más bellas que esconde la visita a la iglesia. - Foto: Jesús J. Matías

 
 
En septiembre se cumplirán 22 años de la finalización de las obras de restauración llevadas a cabo en la iglesia de San Esteban, un bellísimo templo gótico construido entre los siglos XIII y XIV. En un artículo publicado  el 19 de septiembre de 1982 en Diario de Burgos por el entonces párroco de este templo, Rodrigo Aguilera, y el sacerdote Jesús López Sobrino, ambos explicaban que «nuestras aspiraciones han sido sobrepasadas por la recuperación lograda en los aspectos técnicos de solidez y embellecimiento respecto a un complejo monumental que es brillante expresión del gótico burgalés». 
En el mismo texto se recordaba que las obras «de apeo y consistencia» habían comenzado en 1973 «logrando detener la ruina inminente de la sala capitular del claustro y de la torre». Posteriormente se fueron «restaurando, descubriendo y recuperando varios aspectos arquitectónicos y escultóricos» que han contribuido a esclarecer aún más la máxima importancia de este templo que, históricamente, en los siglos XIV, XV y XVI, ha estado a la cabeza de las parroquias burgalesas. 
Año y medio después, el 16 de abril de 1984, se inauguró una «valiosísima y singular» muestra del arte burgalés titulada La Historia de la Salvación en el Arte Diocesano. El templo, el claustro y las salas anejas mostraron 170 obras de entre los siglos XIal XIX que se podían contemplar en diez salas, cada una de las cuales tenía un tema concreto. Fue una iniciativa del entonces arzobispo, monseñor Cardenal, con motivo del Año Santo de la Redención. Contó además con la colaboración de la Diputación y el Ayuntamiento. 
Ambas noticias, la de las obras y la de la exposición, son un ejemplo de la indiscutible relevancia de esta iglesia, que desde junio de 1993, además, acoge el Museo del Retablo   y que, lamentablemente, desde 2005 sólo abre sus puertas en los meses de verano gracias a un convenio promovido por la Junta de Castilla y León específico para templos de la región.  
A este respecto, el delegado diocesano de Patrimonio, Juan Álvarez Quevedo, hace hincapié en que «este museo debería estar abierto todo el año, exceptuando si acaso algunos de los meses más fríos» y añade que en ese objetivo trabajan desde hace tiempo. «No cejamos en nuestro empeño de seguir buscando mecenazgo y llamando a distintas puertas, pero lo cierto es que a día de hoy los resultados han sido infructuosos», se lamenta, al tiempo que destaca que «urge» su mantenimiento. 
Por otro lado, Álvarez Quevedo apunta que también están estudiando la posibilidad de dar un impulso a las visitas en esta iglesia ofreciendo su recorrido junto a algún otro templo como podría ser la Catedral, San Gil o San Nicolás, por ejemplo. En este sentido, avanza que una iniciativa similar funciona en Toledo y que tienen previsto mantener un encuentro con responsables de esa Diócesis para conocer los pormenores de la misma.     
 
18 retablos. El Museo del Retablo se inauguró en junio de 1993 gracias a los fondos aportados por Caja de Burgos, entidad que continuó colaborando varios años en su funcionamiento posterior. Sin embargo, en 2005 se decidió que sólo podría visitarse con cita previa o, excepcionalmente,  gracias al convenio, ya citado, con la Junta. Este año se puede ver desde el  1 de julio y hasta el 13 de septiembre de martes a domingo, de 11 a 14 y de 17 a 20 horas.
En el museo se exponen piezas, fundamentalmente retablos, de distintas parroquias de la Diócesis de Burgos que, por razones de seguridad y conservación, han tenido que ser trasladadas y recopiladas en este espacio, «intentando mantener su función en la medida de lo posible», según se especifica en la web museodeburgos.com. Igualmente, en el coro se puede contemplar una treintena de piezas de orfebrería, fundamentalmente cruces (siglos X-XVIII), cálices (siglos XV-XVIII) y píxides (siglo XV), todo ello presidido por un magnífico tríptico flamenco del siglo XVI obra de Ambrosius Benson y procedente de la iglesia de San Cosme y San Damián. Entre todas las piezas, cabe destacar la cruz visigoda-mozárabe de Villorobe (siglo X) y el Cristo de marfil de San Juan de Ortega (siglo XII), así como un espléndido conjunto de cruces procesionales de los siglos XIII y XIV.
Lo habitual es que se puedan contemplar 18 retablos de los siglos XVI, XVII y XVIII, aunque actualmente faltan algunos, como el que se exhibe en la muestra de Las Edades del Hombre de Aranda titulada  ‘Eucharistia’. Tampoco está el de la iglesia de Castrillo Matajudíos (pendiente de cambiar el nombre por el de Castrillo Mota de Judíos). 
De los 18, cinco son de la propia iglesia y el resto proceden de templos de la provincia. Entre ellos, algunos de la Bureba:Padrones, Arconada y Bárcena, Villamorón, Cortiguera, Tañabueyes, Pesquera de Ebro o Tosantos. 
En la nave central, también se exponen dos pilas bautismales románicas procedentes de Eterna y Albacastro y tres extraordinarios sepulcros góticos traídos desde el monasterio cisterciense de Santa María la Real de Vileña.
 
800 visitas en julio. A falta de lo que suceda en agosto, durante el pasado mes de julio el Museo del Retablo recibió 800 visitas, según los datos facilitados por el director del mismo, Antonio García Ibeas. La cifra supone un pequeño repunte con respecto al mismo mes del año pasado, una cifra que a sus responsables les gustaría engrosar a lo largo de todo el año dada la «esbeltez y armoniosidad del templo», como señala su expárroco, Rodrigo Aguilera, quien añade que la labor pastoral y de transmisión del Evangelio a través del arte es uno de los objetivos que siempre han tenido como prioritario.  
Lamentablemente, las escasas noticias en torno a la iglesia en los últimos años han girado en torno al robo de las cabezas de San Pedro y San Lorenzo del pórtico de la iglesia en la Semana Santa de 2011. El lado positivo de todo ello fue que se pudo identificar al autor y recuperar y restaurar ambas piezas.