El pavimento de Plaza Mayor entra en «ruina técnica y económica»

Á.M / Burgos
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El informe. Vías Públicas ha estudiado la problemática y zanja que la rigidez del firme lo ha arruinado irreversiblemente

Todo el perímetro de la fallida junta de dilatación está colmado de adoquines sueltos que crean un ‘efecto dominó’ y contaminan al resto. - Foto: Jesús J. Matías

El pavimento de la Plaza Mayor es una ruina técnica, económica y urbanística gracias a un error de diseño contenido en un proyecto que ha desaparecido. Y eso es solo la primera parte de un denso informe elaborado por el área de Vías Públicas, responsable del mantenimiento de la piel de la ciudad, en el que se alerta de que, o se mete mano al problema, o nos va a salir caro continuar por un camino de una dirección: la de invertir decenas de miles de euros cada año para que las reparaciones se arruinen, en ocasiones, en menos de un mes.

Establecer el objeto del estudio resulta toda una perogrullada: no hace falta ser ingeniero de caminos para apreciar que hasta el 60% del pavimento, según se subraya en el informe, al que ha tenido acceso este periódico, presenta roturas de sección. Es decir, está suelto. A partir de ahí, el agua campa a sus anchas, disuelve los morteros y causa un efecto dominó en bucle que ya ha costado 160.000 euros en reparaciones estériles.

Dado que «no se ha localizado copia alguna del proyecto» que definitivamente se ejecutó, a los técnicos no les ha resultado fácil elaborar un diagnóstico certero, máxime cuando se han enfrentado a un efecto inverosímil y desconocido hasta la fecha. Es el referente a la junta de dilatación central, que «en lugar de estar abierta en invierno y cerrada en verano» funciona exactamente «al contrario, sin que los técnicos firmantes» e incluso los «especialistas consultados» sepan «dar una explicación técnica a esta situación».

Lo que sí se han recogido son algunos testimonios de otros técnicos, y entre ellos hay uno, referido al material de la dichosa junta, que señala que «fue un invento que no funcionó». Lo que es, en cualquier caso, un ejemplo de lo científico que resultó todo.

Aún así, el estado de dicha ‘sutura’ no deja de ser anecdótico en comparación en el verdadero problema de la Plaza. Lo primero que dejan claro los técnicos es que el archiconocido adoquín clínker es un fantástico material que presenta resistencias muy superiores a la mayoría de sus competidores, se ajusta a las necesidades climatológicas de la ciudad y no presenta problemas... Si se instala bien.

Así, destacan que la pavimentación rígida finalmente elegida funcionaría a la perfección para un espacio estrictamente peatonal, pero nunca en una calle de uso mixto, como es el caso. En la Plaza entran a diario decenas de vehículos a realizar tareas de carga y descarga, y además es un espacio en el que la celebración de eventos (y por tanto la entrada de camiones de carga) es casi cotidiana. Debió, concluyen los firmantes, construirse un pavimento flexible, aunque fuera utilizando el mismo material. Esa, y no otra, es la causa del deterioro.

Diagnóstico

Así que cuando todavía no se han cumplido diez años desde que se culminara la obra (2004), y ‘superados’ los intensos debates sobre cuestiones estéticas que derivaron en la paulatina eliminación de elementos diseñados por Albert Viaplana, el dictamen de Vías Públicas es palmario.  

«Visto todo lo anterior, se puede concluir que el firme de la Plaza constituido por pavimento cerámico de adoquín está en ruina técnica, entendiendo como tal aquel estado en el que la infraestructura presenta un agotamiento generalizado de los elementos estructurales o fundamentales que la imposibilitan para la prestación del objeto al que está destinada. En este caso, sin las intervenciones de reforma periódica que se llevan a cabo sería imposible circular por la Plaza Mayor, habiendo comprobado que la estructura del pavimento rígido está agotada por rotura», se dice en cuanto al estado de conservación.

Y con respecto al estudio económico y a los diversos escenarios planteados en el informe, se dictamina que «cabe colegir que no encontramos en un caso de ruina económica (en términos simplistas y absolutos cuando el coste de conservación sea superior al 50% del valor de la infraestructura), y en función de cada uno de ellos dicha ruina aparece ya incluso en 2013». Por si fuera poco, se añade que «tomando como parámetro el límite del deber legal de conservación, entendido como la mitad del coste de reposición, también conllevaría una ruina urbanística».