Lacalle se queda solo y sin interlocutores y termina decretando el fin del bulevar

Á.M / Burgos
-

Por la mañana. El alcalde dio la espalda a la realidad y mantuvo su oferta de diálogo cuando ya estaba advertido de que nadie se sentaría a hablar de nada que no fuera enterrar el proyecto

El alcalde, escoltado por el presidente de los populares de Burgos, César Rico, y por su ‘número dos’, Ángel Ibáñez. - Foto: Jesús J. Matías

El simple comunicado de una rueda de prensa de urgencia vaticinó ayer la lectura de un guión que no escribe su intérprete. Javier Lacalle iba a hablar a las siete de la tarde rodeado de todo su equipo de Gobierno, así que lo único que restaba saber es hasta dónde iba a llegar el alcalde en su comparecencia. Se quedó en lo obvio: la obra del bulevar de la calle Vitoria es un cadáver. Se acabó. Una noticia que no lo era pero que sí marcaba un punto de inflexión en la película de ayer, que había comenzado diez horas antes en el Salón de Plenos.

La sesión no tenía más sentido que el de hablar sobre lo único: Gamonal. En toda su dimensión. Primero sobre las obras y a través de una serie de proposiciones también superadas por unos acontecimientos y posturas que han ido mutando a velocidad supersónica y haciendo viejos planteamientos políticos en cuestión de horas, tanto de la oposición como del Gobierno. A ese debate se sumó otro a través de cuatro proposiciones más por la vía de urgencia. Todas confluían en la calle Vitoria, así que mejor marcar posturas que revisarlas una por una.

El PP quería condenar la violencia. Eliminó tres puntos de su posición inicial para reducir a eso su petición. El PSOE quería la paralización definitiva de la obra y la restitución de la calle Vitoria al momento previo a la entrada de las máquinas, además de negociar con los vecinos el destino del dinero que ya no irá al defenestrado proyecto. UPyD lo mismo que el PSOE pero ampliando el debate a las dimensiones del conflicto. Y, por último, IU se sumaba a esa postura pero además exigía consultar a los vecinos el destino de todas las inversiones de más de cien mil euros.

Por si la reunión no fuera tensa per se, el régimen de acceso al edificio del Ayuntamiento la calentó todavía más. Había cupo y muchos ciudadanos se quedaron en la calle, y eso no gustó y menos cuando se detectó que un grupo de militantes de Nuevas Generaciones había accedido al Pleno sin seguir el protocolo indicado. O al menos así lo aseguraron (sin encontrar réplica) desde las filas socialistas.

Pero esto iba de debate. Ibáñez pidió cohesión política para condenar la violencia porque «se advierte desprecio generalizado por los cauces de nuestro ordenamiento jurídico». El primer «no», por turno, fue el de IU. Su concejal, Raúl Salinero, acusó a Lacalle de no haberse prestado al diálogo «durante dos años» y de «entender la democracia como un voto delegado cada cuatro años», justificando que no apoya la condena «porque ustedes no son críticos con los problemas que generaron la protesta». El edil lanzó, además, en su intervención con una frase lapidaria:«Ahora son ustedes la minoría».

UPyD, por contra, sí se sumó a la condena del uso de la violencia porque «nunca puede vencer a un estado de Derecho», pero afeó al PP la «actitud prepotente de las mayorías». Le tocaba el turno a Luis Escribano (PSOE), principal Partido de la oposición. Su Grupo tampoco se sumó a la condena y lo argumentó en que «vienen aquí como si los hechos violentos fueran todo lo que ha ocurrido».

El también jefe de los socialistas de la capital consideró que dicha repulsa a la violencia era «repetir una obviedad», y además sostuvo que «con los indicadores de paro y pobreza que tenemos podremos condenarla mil veces, pero no la evitaremos». Ibáñez (PP), lamentó la postura de IU y PSOE como «algo difícil de explicar por parte de quien se considera parte de la democracia», recordando que se han registrado «hechos graves y debemos condenarlos».

El meollo

A partir de ahí comenzó el baile de proposiciones, enmiendas in voce y posturas ya conocidas desde hace días. Y no deja de tener su aquel que al final la única que saliera adelante por unanimidad fuera la de IU, aunque eso fue más tarde y consecuencia de una escena peculiar.

La cuestión nuclear (hasta ese momento) era si el PP aceptaba o no paralizar definitivamente las obras. Para Escribano cualquier otra posición era «perder el tiempo», para IU también y Alonso aprovechó su turno para subrayar que «el único Partido que desde la campaña electoral se opuso a esta obra fuimos nosotros y asumimos un coste electoral por ello; ustedes (en alusión al PSOE) la llevaban en su programa electoral».

Eso gustó muy poco a los socialistas, y fue la vena que Ibáñez también tocó. «Escribano defendió como su propuesta estrella una intervención en la calle Vitoria desde la avenida Cantabria hasta la antigua: es decir, más dinero y más obra», se revolvió el portavoz del equipo de Gobierno.

El aludido matizó que «lo que sí hemos dicho en el programa y también después es que el Ayuntamiento debe desarrollar en la calle Vitoria una actuación preferente», considerando «falsa» la versión de Alonso e Ibáñez. «De todas formas, si logran el consenso de los vecinos cambiaremos de opinión», espetó el edil socialista a medio camino entre la reafirmación en que nada se podía hacer ya que no fuera enterrar el proyecto y la burla por la negativa del PP a firmar la defunción del bulevar. Y no. Era como si Lacalle no hubiera leído la prensa y no supiera perfectamente que esa era exactamente la postura que se iba a encontrar. Más llamadas inertes al diálogo y negativa a la paralización definitiva. Duraría poco.

Pero a IU le quedaba lograr algo que rara vez ha visto en un Pleno: el apoyo unánime a su propuesta. Salinero pedía que se consultaran todos los proyectos de más de 100.000 euros a la ciudadanía. Ibáñez le hizo ver que, entre otras cosas, la Ley de Contratos impide hacer algo semejante. Desde el PSOE le advirtieron su error y en UPyD también. Así que le pidieron que modificara la petición. El edil de la coalición quiso arrancarse con una alternativa válida y al final se la redactó Escribano de viva voz. Total, que a pedir «que se profundice en la participación ciudadana» y todos amigos.

Y llegaron las mociones de urgencia. El PSOE, a la vista de los acontecimientos y tal y como estaba anunciado, pidió la renuncia del alcalde «teniendo en cuenta que no está asumiendo su responsabilidad en un proceso tan nefasto». IU también lo hizo. E incluso Alonso, que tiene directrices del Partido para no exigir dimisiones, acabó pidiéndoselo «por coherencia personal y política».

Pero el PP seguía de perfil hasta que llegó el turno de ruegos y preguntas y Lacalle tuvo que intervenir... Para decir lo mismo. «Es usted responsable de un pésimo ejercicio del cargo», reiteró el portavoz socialista. Nada. El alcalde continuaba ciñéndose a un «grupo de diálogo» en el que no iba a tener interlocutor alguno y defendiendo todavía la irreal posibilidad de «un acuerdo».

Mucho más allá fue el concejal Antonio Fernández Santos (PSOE). Tildó el atrincheramiento del alcalde de «tregua trampa» y le adjudicó el haber «tomado una decisión que puede generar violencia en las calles de Gamonal».  La frase fue tomada por el PP como «una amenaza» y se cerró un Pleno que prologaba el encuentro de todo el equipo de Gobierno. Una suerte de ‘gabinete de crisis’ en el que, ayer sí, entraron todos los concejales. Parecía que eso era todo, pero no.

Bandazo

Como ya ocurriera en dos ocasiones anteriores (una para decir que no movía su planteamiento y otra para detener las obras y buscar diálogo), el equipo de Gobierno citaba a la prensa a las siete de la tarde. Era, entonces sí, el momento de comprobar hasta dónde llegaba el alcance de las decisiones tomadas por todo el Grupo Municipal Popular, entre cuyos concejales figura el también presidente del PP en la provincia, César Rico. Y rodeado de su presidente y de tres tenientes de alcalde, Lacalle dijo lo que toda la ciudad ya sabía incluso cuando él lo negaba en el Pleno: no habrá bulevar. Definitivo. Fin. Caput.

«Se pretendía la unidad de los demócratas y dos Grupos se han negado a condenar la violencia. Los representantes vecinales no quieren negociar. Las empresas nos han comunicado la imposibilidad de hacer las obras», contextualizó. Y así las cosas, proclamó la «paralización definitiva» del proyecto para «apostar por la convivencia».

«Nuestro objetivo siempre fue el de mejorar un espacio de la ciudad, pero no hay ninguna duda de que ha sido aprovechado para otros fines y todos somos conscientes de ello: el bulevar no ha sido el problema, ha sido la excusa», valoró. Lacalle aludió a la imagen dada por la ciudad, al «cansancio de muchos burgaleses» y a la intención de que el mismo lunes, si es posible, «se produzca el acondicionamiento de la calle Vitoria para volver a la normalidad». Daba, en ese momento, la marcha atrás que no quiso meter siete horas antes.

El regidor proclamó que «de producirse incidentes, a partir de ahora nadie podrá vincularlos a las decisiones municipales», y tampoco acertó a explicar por qué fue sí por la tarde lo que por la mañana era no, aunque sí resultó evidente que sus concejales (esta vez todos) tuvieron mucho que ver en la decisión.

Pero la decisión, que fue trasladada a la asamblea vecinal antes que a los medios de comunicación, sigue sin ser considerada como «una derrota», al menos en público, desde las filas de los ‘populares’. «Todo lo contrario; pusimos toda la ilusión en una transformación importante para los vecinos», esquivó Lacalle, que continuó con un críptico «hemos entendido el mensaje».

Pero, ¿qué mensaje? Ayer ya no se pedía el fin del proyecto, que era un hecho evidente. Se pedía su dimisión. «Si cada vez que un alcalde que quiere mejorar un espacio público y se topa con protestas tiene que dimitir, nos quedaríamos sin alcaldes». Entonces, ¿significa eso que Lacalle considera habitual lo que ha sucedido en Burgos? «No, ha sido algo completamente extraordinario que se sale del contexto habitual». Y hasta ahí.

La última fue para preguntarle cómo se puede afrontar ahora una obra en Gamonal tras lo sucedido en Eladio Perlado (2005) y en la calle Vitoria (2014). «Buena pregunta. El tiempo lo dirá». El tiempo, esa variable que tanto le ha costado controlar.