El tesoro desconocido de las vides silvestres de Mena

A. Castellanos / Villasana
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El tesoro desconocido de las vides silvestres de Mena

Una vid silvestre ubicada en el camino al barrio de La Abadía, en Angulo, que se confunde con el resto de vegetación. - Foto: Fernando Ruiz

Mientras numerosos científicos trabajan denodadamente por localizar y preservar las vides silvestres que aún pueblan, sobre todo, los bosques de ribera, en el Valle de Mena muy pocos saben que solo este municipio en toda la provincia de Burgos conserva esta preciada biodiversidad que ha sobrevivido millones de años, como lo acreditan los restos arqueológicos hallados. El biólogo y profesor titular del Laboratorio de Entomología Aplicada de la Facultad de Biología de la Universidad de Sevilla, Rafael Ocete, es uno de ellos. Pero le acompañan en el intento profesionales de distintas universidades españolas e incluso un equipo internacional con el que trabaja en el programa COST 1003 Viticulture, de la Unión Europea, y en el que Ocete Rubio es el coordinador del trabajo vinculado a las vides silvestres.

En Castilla y León han localizado poblaciones de vid silvestre, las antecesoras de las plantas clónicas que hoy pueblan los viñedos, en el límite de León con Asturias, en el límite de Ávila con Cáceres y en la comarca salmantina de las Batuecas junto a Las Hurdes extremeñas. Junto a estos tres enclaves, en Burgos solo el Valle de Mena y el Valle de Angulo preservan esta biodiversidad, compuesta por plantas únicas que un estudio genético del Laboratorio de Entomología Aplicada de la Facultad de Biología de la Universidad de Sevilla, la Universidad del País Vasco, el Departamento de Biotecnología del Campus de Montegancedo y la Universidad de Valladolid, ha concluido que están «libres de virus», como explica Rafael Ocete.

En el Valle de Mena, las dieciocho poblaciones existentes con unas 150 vides silvestres en total se distribuyen entre Nava, El Berrón, Las Barcenas, Gijano, Ungo, La Presilla, Villasana, Villanueva, Paradores o Angulo, entre otros puntos. Pero el desconocimiento de los vecinos y algunas prácticas, como los desbroces de caminos sin control alguno están haciendo mella en estas plantas, pertenecientes a la familia de las lianas. Rafael Ocete da la voz de alarma y asegura estar muy preocupado porque «de aquí a unos años no va a quedar ni una parra».

Especiales

¿Y qué tienen estas parras que las hace tan especiales? Su antigüedad desde luego no es nada desdeñable, pero lo más curioso es que las vides silvestres se dividen entre plantas masculinas, solo con estambres, y plantas femeninas, con gineceo, de tal modo que se necesitan unas a otras y próximas (su polen pesa mucho y no lo transporta el viento fácilmente) para la polinización y nacimiento de las uvas.

Hace ya 8.000 años, en la zona sur del Cáucaso, donde se encuentran las plantas de vid cultivadas más antiguas, los hombres comenzaron a darse cuenta de que en ocasiones las mutaciones originaban plantas hermafroditas que no dependían de otras para dar fruto. Hoy en día, los viñedos están poblados solo por estas plantas hermafroditas, pero lo peor y lo que advierten los científicos es que el 80% de los cultivos apenas cuentan con 9 variedades de uva. Los campos son extensiones de viñas clónicas, mientras que las vides silvestres son completamente distintas unas de otras, como lo son un hijo de un padre.

Conservar esta biodiversidad puede servir para mejorar las variedades de cultivo y sus cualidades, a juicio de los expertos que defienden la pervivencia de las vides silvestres. Ocete, ligado a la Asociación de Vitivinicultores del Alto Ebro, productores de chacolí, añade que las uvas de estas plantas podrían mejorar la intensidad del color del vino y especialmente el de los chacolíes que se están fomentando en el norte de Burgos, entre otras cosas.

Las vides silvestres sobrevivieron al ataque de la filoxera, que se llevó por delante casi todos los cultivos a finales del siglo XIX, y también al oidio y al mildiu. Sus lianas pueden alcanzar los 40 metros de longitud y en lo alto echan sus frutos lejos de la mano humana. Pero en algunos casos, algunas plantas que parecen silvestres no lo son, sino que descienden de algunos injertos de cultivo que se han extendido de forma descontrolada, pero siempre son plantas hermafroditas.

Ocete defiende que la «uniformidad de las especies es peligrosa ante el cambio climático», dado que si a las pocas variedades de cultivo les afecta cualquier cambio, se podrían perder millones de cultivos. Para evitarlo existen bancos de germoplasma, como el de la finca El Encín, en Alcalá de Henares, dependiente del ahora Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA), donde Ocete ha logrado conservar buena parte de las vides silvestres del Valle de Mena. En él se conservan además 700 plantas silvestres distintas de España.

En distintos países de Europa, como Alemania, Francia, Austria y Hungría estas plantas están protegidas, pero en España el llamamiento de la comunidad científica no ha sido escuchado. «No nos ha hecho caso nadie», lamenta Ocete Rubio, quien lleva treinta años dedicado al estudio de la vid silvestre, entre otros temas, sigue trabajando por divulgar y preservar esta preciada biodiversidad. Para ello reivindica una figura de protección.