Diario de Burgos adquiere 1 millón de fotografías del archivo de Fede

R. Pérez Barredo / Burgos
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Se trata del fondo de imágenes que esta saga de fotógrafos realizó para el periódico en el periodo comprendido entre los años 1944 y 1984. «Ahí está una parte muy importante de nuestras vidas, de la de mi padre y de la mía», dice Fede

Aunque en sus paredes cuelgan calendarios que lo desmienten, en el interior del estudio de Fede el tiempo parece haberse detenido en los años 50. En ese caos ordenado, que atesora un vago aire de estancia decrépita y prestigiosa, se arrumban cajas, carpetas, archivadores, rollos con negativos, placas de cristal, cámaras fotográficas antediluvianas, pilas de libros, cuadros, recuerdos... Y fotografías. Fotografías de los Fede con todo tipo de personajes, de Félix Rodríguez de la Fuente a Vela Zanetti; y de los Fede en todos los sitios, de La Lora a la luna... La omnipresencia de esta saga de fotógrafos en el devenir más reciente de Burgos confiere a su legado, a la memoria gráfica de esta tierra en las décadas nucleares del siglo XX, la consideración de un patrimonio de incalculable valor.
Para conservar y divulgar tan inmenso capital histórico y sentimental, Diario de Burgos ha adquirido un millón de fotografías de su fondo documental, las correspondientes a cuarenta años; las cuatro décadas -entre 1944 y 1984- en las que ambos fotógrafos, Fede padre y Fede hijo, trabajaron para este periódico. «Era algo lógico, porque no deja de ser patrimonio del Diario, dice Federico Vélez, que siempre había manifestado su deseo de que el fondo se conservara en las mejores condiciones por el bien de Burgos, admite que la sensación es agridulce y que está henchida por la nostalgia. No en vano, de ese ingente material gráfico, buena parte fue realizado por su padre, a la sazón fundador de esta saga de fotógrafos. «Realmente es una parte muy importante de nuestras vidas, de la de mi padre y de la mía. Y no puedo olvidar que fue él quien me dio el empujón definitivo para seguir sus pasos», subraya mientras recorre con las manos las cajas que guardan celosas los cientos y cientos de rollos de los que se va a desprender ahora, cuando se cumplen ciento diez años del nacimiento de su padre.
 
«De enorme valor».
«El archivo de Fede tiene para Diario de Burgos un gran valor, pero no solo patrimonial, sino también sentimental. En los 40 años que Fede padre, primero, y Fedín, después, trabajaron para Diario de Burgos captaron con sus cámaras la evolución de una ciudad en una época trascendental. Ninguno de los grandes acontecimientos que marcaron a la capital burgalesa fueron ajenos al objetivo de Fede y de ello dan fe las miles de fotografías publicadas en el periódico. Hoy, todo ese material vuelve a esta Casa, que adquiere, junto con el fondo, el compromiso de su digitalización, documentación y difusión», señala Raúl Briongos, director del rotativo.
«El trabajo de digitalización que se hará con estos rollos será muy importante», apunta en este sentido Fede. Esas cajas, todos esos rollos, contienen la historia de Burgos desde los años 40. Cada uno de los rollos está numerado y fechado, incluyendo títulos en algunos casos, esto es, si se trata de un acto social, institucional, festivo, religioso o familiar. «Hemos sido testigos de todos los acontecimientos, pequeños y grandes».
Le cuesta a Fede quedarse con un instante, con un momento de su dilatada trayectoria como reportero gráfico, pero termina inclinándose por el trabajo que hizo en La Lora en 1964, cuando pareció que Burgos iba a convertirse en Texas después de que manara el oro negro en Ayoluengo. De su padre, fallecido en 1979, destaca sus enseñazas y el mimo que puso siempre en aquellos trabajos relacionados con la iglesia. «Era muy religioso, y siempre le gustó retratar la Catedral, la Cartuja, donde fue de los primeros en poder acceder cámara en mano», evoca su hijo y pupilo.
No será fácil, advierte Fede, tratar con esos negativos, ya que llevan tantos años enrollados que al sacarlos se convierten en una espiral ingobernable. «Será preciso contar con un escaner que fije las estrías», apostilla impartiendo magisterio. Aunque le aguijonee la melancolía, sabe que esa parte tan importante del archivo familiar ha ingresado en la eternidad.