Alertan de una seta tóxica en Burgos similar a otras comestibles

Andrés Seoane / Burgos
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La Paralepistopsis amoenolens, localizada en el área periurbana de la ciudad, afecta al sistema nervioso y no tiene un antídoto específico

Que no cunda el pánico pero que impere la prudencia. Las setas de la especie Paralepistopsis amoenolens, con presencia en el área periurbana de Burgos y especialmente en el Cerro de San Miguel, tienen una morfología que puede confundir a los apasionados de la micología, dadas sus similitudes con la comestible Lepista flaccida o inversa  (seta de brezo o de embudo según zonas) y la Clitocybe gibba, sin valor culinario. Pero existe entre ellas una gran diferencia: las primeras poseen una carga tóxica que afecta al sistema nervioso, no hay un antídoto ni un tratamiento determinados y el síndrome puede durar días o meses.

Con el fin de ayudar a los aficionados a las setas a identificar esta especie en expansión, las XVII Jornadas Micológicas Gatuña, organizadas por la Asociación que lleva el mismo nombre y el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Burgos, mostrarán estos ejemplares y muchos otros en la sala de exposiciones del Teatro Principal durante este fin de semana.

«La toxicidad que tiene es neurológica. Da dolor en las extremidades, en las manos y en los pies. Y es difícil determinar que la causa es una intoxicación por hongos porque es muy poco conocida», explica Francisco Javier Carlón, miembro de Gatuña y autor junto a Ignacio Arroyo de un artículo referente a este tema publicado en el boletín micológico de la Federación de Asociaciones Micológicas de Castilla y León (Famcal), una revista «de prestigio internacional» en la materia, indica Carlón.

El experto aconseja a los aficionados que tengan claro qué cogen y con qué pueden confundirlo. En este caso, el factor determinante para identificar la especie es a través del olor, aunque Carlón subraya que «no todo el mundo está entrenado» para ello. «La mayor parte de la gente, cuando le das a oler una seta, si no está entrenado, huele a tierra y a musgo. Es muy difícil distinguirla de sus parecidas», concluye.

La especie está en fase de fructificación, y de las primeras referencias de su hallazgo, en Marruecos a finales del siglo XIX, se ha pasado a localizarla en Europa. La primera cita en España tuvo lugar en Guadalajara y La Rioja, hecho que ayudó a su identificación en Burgos en 1993. Carlón achaca esta movilidad al cambio climático y considera que «las especies que vienen del sur cada vez van invadiendo más las latitudes norte».