El fotógrafo que trajo el ferrocarril

R. Pérez Barredo / Burgos
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La empresa que construyó el tren contrató a un francés que fotografió todas las localidades de la ruta

Nada representaba mejor el progreso en el siglo XIXque el ferrocarril, aquel animal de acero que consiguió hacer un poco más pequeño el mundo. En la década de los 60 de aquel siglo España trabajaba por subirse definitivamente al tren, e iban construyéndose líneas aquí y allá por toda la geografía patria. En 1860 se inauguró la línea Valladolid-Burgos, que cubría los 121 kilómetros de trayecto en tres horas y media. Era usual que las compañías de ferrocarril contrataran a fotógrafos, frecuentemente extranjeros, para que recogieran e inmortalizaran con aquellos artilugios fascinantes las evoluciones de las obras y las inauguraciones, así como los pueblos y ciudades que sus máquinas unían a través de los raíles.

Uno de estos fotógrafos fue Auguste Muriel. Francés, tenía un estudio en París, en la rue Rivoli, pero no dudó en coger todos sus bártulos y presentarse en España para capturar con su objetivo algunos de los tramos ferroviarios del norte del país. Ávila, Segovia, Salamanca, Valladolid y Burgos fueron algunas de las provincias en las que trabajó. Pero no sólo se dedicó a labores puramente ferroviarias; así, aprovechó para tomar instantáneas de aquellas localidades que más llamaron su atención. Regresó a Francia en 1864. Y allí publicó un álbum de imágenes, del que existen varias copias de época, con el título Chemin de fer du nord de l’Espagne, en el que exhibía unas cuarenta fotografías.

El album fue encargado con motivo de la inauguración del nuevo trazado ferroviario que uniría España con París ,y en él incluía imágenes de las principales localidades por donde pasaba el tren. Entre estas se encontraba Burgos. En 1865, hace ahora 150 años, Muriel expuso todas las fotografías en la Sociedad Fotográfica Francesay dos años más tarde en la Exposición Universal de París.

La Biblioteca Nacional conserva las tres instantáneas que Muriel exhibió sobre Burgos. Las tres son de un enorme valor, pese a tratarse de estampas miles de veces fotografiadas entonces y más tarde. La más llamativa es la panorámica del río Arlanzón, tomada posiblemente desde el principio del paseo delEspolón desde el Arco de Santa María. En ella se una esquina del Teatro Principal y, lo más interesante, el perfil de la imponente fachada del convento de San Pablo, en el solar en el que hoy se levanta el complejo de la Evolución Humana. No menos sugerente es la plácida estampa de nuevo del río -ubérrima flora en sus riberas- pero en esta ocasión con la Catedral al fondo; está capturada cerquita de donde hoy se ubica el puente Besson, y es curioso comprobar que era apenas una pasarela entonces. Al otro lado del puente se ve una curiosa construcción circular; también se distinguen perfectamente San Nicolás y SanEsteban.

La tercera, si acaso la más típica, exhibe la Puerta del Sarmental cuando se cerraba con verja desde el arranque de la escalinata. Tomada desde el Espolón, es la estampa que menos ha cambiado de las tres que de Burgos conservó Muriel.Durante los años que estuvo en España, el francés fijó su residencia en Valladolid; fue testigo de la II Guerra Carlista y a su regreso a París se convirtió en uno de los fedatarios del levantamiento de la Comuna de París en en el año 1871 con sus fotografías de aquel acontecimiento histórico.