Las niñas de Saldaña

B.G.R. / Burgos
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El centro educativo concertado rinde homenaje a las hermanas de la Caridad después de 168 años al frente del colegio de la calle Hospital de los Ciegos, que desde este año gestiona directamente el Arzobispado

Imágenes de los años cincuenta de escolares del centro, en el que inicialmente también hubo niños de preescolar. - Foto: Foto: Fede

 
Sor Elena llegó al colegio de Saldaña en 1954 procedente de Jaén, aunque es madrileña de nacimiento. Lo suyo siempre ha sido la docencia y cuando desembarcó el centro educativo del barrio de San Esteban, que entonces contaba con residencia de estudiantes, se encontró con un grupo de «niñas estupendas». Desde entonces y hasta 1992, cuando «me jubilaron» a los 65 años, ha dado clase a miles de jóvenes burgalesas, que aún siguen parándola por la calle con saludos afectuosos.
Sus 37 años en el centro educativo burgalés forman parte de la historia de un colegio que durante 168 años ha estado gestionado por las hermanas de la Caridad, hasta que desde este curso ha pasado directamente a manos del Arzobispado por una cuestión práctica debido a la crisis de vocaciones. No obstante, la actual dirección ha querido agradecer la huella que la congregación ha dejado en el centro educativo con un sencillo y sentido homenaje a las religiosas de la calle Hospital de los Ciegos.
Esa impronta no esa otra que el espíritu de ayuda a los más desfavorecidos profesado por San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, fundadores de las Hijas de la Caridad, subraya María Esther Cantera, jefa de estudios de Secundaria. El hecho de volcarse con aquellos que más lo necesitan, no solo en el terreno económico sino también afectivo, forma parte de un espíritu que se mantiene con el paso de los años, tal y como reconoce su director, Bruno Castrillo.
Hasta 1.300 jóvenes llegó a tener el colegio. «En su día fue todo un referente en la ciudad», recuerda Cantera, a lo que sor Elena añade que cerca de 200 vivían en el internado del centro, la mayoría procedente de localidades de la provincia, que estuvo en funcionamiento hasta el 2000. «Las que estaban en el internado eran muy estudiosas», afirma esta última, que en su trayectoria como docente ha impartido clase de todas las materias en la llamada Educación General Básica (E.G.B), incluida la gimnasia, además de Ciencias, Geografía e Historia y Lengua en segundo de Bachillerato.
 En casi cuatro décadas de docencia, esta hermana ha visto y vivido los diferentes cambios de la educación, si bien remarca que en sus inicios no solo se daba importancia a la memorización de los contenidos, sino también a la práctica. Y en este punto rememora experiencias como salir de excursión con 100 niñas y dos profesoras a Fuentes Blancas para enseñarles de cerca la naturaleza.
Pero si hay algo que para sor Elena diferencia el antes y el después es la evolución de la propia juventud. «En mi época había mucha disciplina; con solo una mirada ya sabían lo que quería decirles», precisa, al tiempo que pone como ejemplo que hoy en día «todos los derechos son de los alumnos y ninguno de los profesores».
A sus 87 años, esta hermana sigue viviendo en la residencia de las Hijas de la Caridad, junto al colegio donde el pasado viernes se recordaron anécdotas y vivencias en una comida de homenaje a la que precedió una Eucaristía. Momentos inolvidables que quedaron recogidos en fotografías, formando parte de una historia que Ángel Gonzalo Gozalo dejó recogida en 1996 en un libro con motivo de la celebración del 150 aniversario de la llegada de las Hijas de la Caridad a la capital burgalesa, y que siguen escribiendo los más de 500 alumnos que en la actualidad estudian desde segundo ciclo de Educación Infantil hasta último curso de Bachillerato.