95 familias se forman en la Escuela de padres y madres de Cruz Roja

S. Rioseras / Aranda
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El programa nace como una obligación para los progenitores cuyos hijos reciben alimentos para el desayuno. Mejoran las relaciones dentro del hogar y controlan el absentismo escolar

Los conocidos como ‘Desayunos solidarios’ de Cruz Roja ya no se limitan a un tazón de leche. La entidad ha creado, a partir de este programa, una Escuela de padres y madres -a la que deben acudir todos los progenitores cuyos hijos reciben alimentos- para mejorar las relaciones dentro del hogar. «Creemos que es importante exigir una contraprestación por el servicio porque son familias  en las que los problemas económicos han provocado que se deje de lado el tema educativo», explica Olga Gómez, técnico en inclusión social de Cruz Roja.

El precio que cobran por los desayunos es muy asequible: «Que los niños no falten al colegio y que los padres vengan a las sesiones grupales durante una hora y media una vez a la semana». Cita a la que, desde que se puso en marcha la Escuela el pasado mes de octubre, ya han acudido 95 familias. Actualmente hay 65 y el número de desayunos que se entregan es de 150, pues la media de hijos varía entre los 2 y los 3. Su origen es, al 50%, español y extranjero.

Para trabajar, se dividen en dos grupos para que la atención sea lo más individualizada posible. De ello se encarga Carolina Morejón: «Abordamos cómo mejorar la comunicación en el ámbito familiar, cómo establecer normas y poner límites o cómo realizar la supervisión de la conducta», enumera. También se centran en los diferentes estilos educativos y la manera en la que estos influyen en los hijos. En las diferentes sesiones, además, se ahonda en temas de igualdad y violencia de género o de economía doméstica. «Lo hacemos de forma teórica, pero también práctica a través de juegos de rol para entrenar las habilidades».

TESTIMONIOS

 

Los padres y madres valoran muy positivamente el esfuerzo de Cruz Roja por los beneficios que reporta. «He conseguido mejorar la relación con mi hija», confiesa Alba, quien llegó a España desde Colombia hace casi 10 años y tuvo que adaptarse a una cultura educativa más permisiva a nivel de libertades y menos estricta en cuanto a los castigos.

La experiencia de Laura y María también ha sido «muy buena». Ambas de origen español, divorciadas y con uno y dos hijos a su cargo, respectivamente, aseguran que la Escuela les «ha ayudado muchísimo». Reconocen que no siempre es fácil aplicar en casa lo aprendido en el aula, pero van consiguiendo sus logros. «A veces solo te centras en lo que has hecho mal y es bueno, como nos dice Carolina, que en ocasiones simplemente apuntemos en un papel lo que ha salido bien para valorarnos más», comentan.

Tal esta siendo la acogida del programa que «algunas familias a las que ya no se les exige venir porque no reciben alimentos, continúan viniendo», dice Morejón. «Estoy muy orgullosa de todo ellos porque están haciendo un trabajo fantástico».

También los trabajadores de Cruz Roja. «Y los voluntarios», agregan. «Hay una docena para los Desayunos solidarios y la Escuela de Padres». Incluido un mediador que dirige unos grupos de alfabetización. «Los creamos porque había gente que no entendía el idioma y era absurdo que acudiesen a la Escuela». Su asistencia también es obligatoria. «Tanto en un caso como en otro, si se deja de venir dos veces por trimestre, dejan de optar al servicio».

Lo mismo sucede si los hijos se saltan las clases escolares. «No había mucho absentismo, pero con la Escuela hemos reforzado la relación con los equipos directivos y de coordinación de los colegios». Un lazo que les permite controlar el rendimiento escolar. «Además se ha conseguido acercar a estas familias a los colegios y a los profesores de sus hijos».

Como los resultados están siendo tan buenos, prevén recompensarles con alguna excursión de fin de curso. El problema es cómo costearlo. «Se nos va de presupuesto», lamentan. Aceptan propuestas y financiación.