Héctor, una historia de amor

Angélica González / Burgos
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El día 13 se presenta un libro que cuenta la relación entre un chico con síndrome de Lennox (una clase de parálisis cerebral) y la familia del objetor que le acompañó durante su prestación social

Sobre estas líneas, Héctor, en uno de sus cumpleaños. A la derecha, con la familia Martínez y con Ana, su madre. - Foto: diariodeburgos.es

Puede decirse que lo suyo fue amor a primera vista. Y, con el tiempo, ha resultado de los que duran. Es el de Héctor, un chaval con síndrome de Lennox, y la familia del objetor de conciencia que hace ya más de una década tuvo que hacer la prestación social dándole de comer y llevándole al colegio. Ahora, José María Martínez, padre del objetor, acaba de escribir esta historia. El libro se presenta el próximo día 13.

«Él nos da más alegrías que sinsabores, que suelen ser cuando se pone malo o se cae o tiene algún ataque epiléptico, que son características de la enfermedad», explica José María, que se había prometido no llorar cuando hablara de él pero no ha podido cumplirlo. El autor se emociona cuando recuerda detalles de esta relación, que no está marcada ni impuesta más que por los lazos del afecto. Así que no duda en calificar de «espectacular» el día en el que él y su mujer, María Luisa, conocieron a Héctor: «Nada más vernos se abalanzó hacia nosotros como que nos conociera de toda la vida y era la primera vez que nos veía».

Todo sucedió de la forma más simple que se pueda imaginar. Al hijo de José María le sortearon para ir a la mili y le tocó uno de los peores destinos, que era Melilla. Así que optó por hacerse objetor y su destino fue el colegio Francisco de Vitoria donde tenía que dar de comer y trasladar a Héctor a otro centro un par de días a la semana. Pronto se prendó de la simpatía y el cariño que ofrecía el chaval y sus padres se contagiaron.

Así que no fue difícil ocuparse de él cuando su madre, Ana, no podía hacerlo por culpa del trabajo. Son muchas ya las vacaciones que han pasado juntos, los cumpleaños, los paseos... y aquel niño de tres años se ha convertido en un «adolescente físico con una edad mental indeterminada», según le define José María, que se duele de la situación por la que atraviesan tantas familias con una persona con discapacidad intelectual o física.

El libro pone en boca de Héctor lo que José María cree que él contaría sobre su vida y aunque dedica el epílogo a reflexionar sobre lo duras que se han  puesto las condiciones de vida para la discapacidad con la crisis, se niega a caer en el pesimismo: «Él no nos lo permitiría, tenemos la obligación de trabajar, tomar iniciativas y ser optimistas para alcanzar un futuro más risueño que el actual».