El mejor bocado dulce

I.M.L.
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Sandra Chicote, de La Pícara Gastroteca, nos desvela los secretos de la elaboración de su galardonada Croqueta de Vendimia

La mejor croqueta de toda la provincia se hace en Aranda y es dulce. Este es el resultado del primer certamen temático provincial sobre esta elaboración tan casera, cuyo jurado se decantaba por la creación de Sandra Chicote, de La Pícara Gastroteca, que se puso como reto crear una croqueta dulce y obtuvo un doble premio: al máximo galardón de Croqueteando ella añade la acogida de los que la han probado porque «a todos los clientes les ha gustado mucho, que al final es lo más importante, que ellos disfruten, y muchos han repetido, de hecho», confiesa sonriente.

Lo que a la vista parece una croqueta de las de toda la vida, tiene unos ingredientes que la hacen muy especial. Para la masa, leche, mantequilla y maicena, crean una bechamel a la que dan sabor el azúcar, el chocolate blanco, la cuajada y queso cremoso y mascarpone. Para el rebozado, sustituye el pan rallado por galleta machacada muy fina, o harina de almendra para los celiacos, y le da tres vueltas: primero galleta, luego huevo batido (de sus propias gallinas) y, de nuevo, galleta, para crear una cobertura más consistente. Y a la freidora.

Lo que podría pensarse que es una elaboración sencilla, conlleva horas de trabajo y espera entre paso y paso. «La masa estoy una hora con ella a fuego bajo, sin parar de mezclarla, para que quede cremosa y, en cuanto empieza a hervir, la quito», especifica. De la cazuela pasa a un recipiente y a enfriar. Luego toca moldear las croquetas y rebozarlas bien, para volverlas a meter en la nevera antes de freírlas. «Tienen que estar frías porque, como lleva chocolate, al contacto con el aceite se pueden abrir y ya no valen», aclara.

Por último, llega la decoración, una a una, con cuatro sencillos elementos. Uno es mermelada de vino Ribera del Duero, que elabora ella misma con un roble de Bodegas Martín Berdugo. Otro son tres uvas, dos tempranillo y una albillo, ambas variedades autóctonas de la zona. «Las he congelado porque son un producto de temporada y ya no quedan», explica. Y el toque final lo pone un poco de azúcar glas y unas hojas de menta, también de su propia huerta.

 Esta joven cocinera lleva tres años y medio entre fogones, después de dejar su trabajo como ingeniera de Telecomunicaciones para dedicarse a algo que le apasiona. Verla evolucionar en la cocina, preparando los ingredientes con mimo y rematando el trabajo de manera limpia y perfeccionista es una prueba más de su vocación por este mundo. Otra prueba la aporta el paladar al degustar este bocado que sorprende sin empalagar.