¿Quién mató a Felipe el Hermoso?

R. Pérez Barredo / Burgos
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En 'Felipe el Hermoso' David Botello y May Rodríguez desvelan las claves de un crimen que la historia oficial se ha 'olvidado' de contar • Traiciones, mentiras, escándalos, sexo, poder y guerras: Juego de Tronos en Castilla

No bebas agua fría estando tan sudado, no vaya a pasarte lo que a Felipe El Hermoso, llevan siglos advirtiendo las madres a sus hijos. Y ahora resulta que esa frase encierra una mentira: el rey flamenco no murió por ingerir agua con hielo: fue asesinado. Y se sabe por quién. Pero, además, este presuntamente conocido capítulo de la Historia de España se parece mucho más a Juego de Tronos de lo que nadie imaginaría: traiciones, conspiraciones, sexo, escándalos, mentiras... Con más desmentidos importantes, como que Felipe no era tan bello; o que Juana no estaba loca -y mucho menos de amor-; o que la casi santa reina Isabel La Católica era un bicho de aquí te espero.

Detrás de estas revelaciones están el madrileño David Botello y el burgalés May Rodríguez Albendea, que acaban de publicar Felipe El Hermoso.Anatomía de un crimen (Oberon), una exhaustiva, inteligente y mordaz investigación histórica que deja en cueros la versión oficial sobre cuanto aconteció en aquellos años capitales. «A Felipe el Hermoso le dieron matarile. Juana la Loca no estaba loca. Y muchísimo menos de amor. Isabel la Católica envenenó a su propio hermano. Luego dio un golpe de Estado y montó una guerra civil para legitimarse. Isabel tiene tantas posibilidades de ser bastarda como su sobrina Juana, alias la Beltraneja. No queremos engañar a nadie. Este libro puede herir sensibilidades. Venimos en son de guerra, a darle patadas al árbol de cartón piedra de la historia oficial», señalan los autores a modo de presentación. Propuesta audaz y brillante, escrita con un lenguaje accesible -para absolutamente todos los públicos- y de una manera tan entretenida que cuesta abandonar la lectura, en esta obra Burgos tiene un protagonismo capital. La historia se remonta al reinado de Isabel y Fernando para entender el contexto y destapar lo que la historia oficial no ha contado.Todo un lujazo, los autores nos regalan, con el mismo estilo con el que está escrito, algunas claves del libro.

Pasen y lean.

La rebelión de los nobles.

Allá por 1464, los enemigos del rey Enrique IV de Castilla se reúnen en Burgos para redactar y firmar un manifiesto. «Básicamente, lo que vienen a hacer es quejarse del poder que está adquiriendo Beltrán de la Cueva. Entre otras lindezas, dejan constancia por escrito, por primera vez, del infundio de que Juana, la princesa, es hija de Beltrán. También acusan al privado del rey de querer asesinar a los infantes: Isabel (que todavía no es la Católica) y Alfonsito, el pequeño. Y acusan a Enrique de sodomita, de pelele, de cornudo, de consentidor, de hereje anticatólico y de dar protección en su corte a moros, conversos y judíos, para qué queremos más. Así que, de buen rollo, le piden que desherede a Juana y proclame legítimo heredero del trono de Castilla a su hermanastro Alfonsito. En el manifiesto se cuelgan, por primera vez, dos sambenitos: a Enrique IV, lo del Impotente; a Juana, lo de la Beltraneja. En Burgos se da el primer paso de la guerra civil que acabará con Isabel la Católica sentada en el trono de su hermano».

El milagro de San Juan.

«Años más tarde, Isabel ya es reina de Castilla. Sabe que ha llegado al trono de manera tirando a bastante irregular. Para legitimar su reinado, entre otras cosas, necesita un heredero varón. Cuando la princesa Chabelita, la mayor, tiene ocho años, la católica Isabel ha perdido un montón de hijos por el camino. En su desesperación necesitada, se dice que Isabel peregrina al santuario de San Juan de Ortega, que tiene fama de milagrero en estos asuntos. Poco después, en Sevilla, nace el príncipe Juan. Se obra el milagro. Por fin, Dios y el santo le conceden el hijo que ha pedido».

La boda real apasionada.

«La política internacional de los Reyes Católicos, absoluta y lamentablemente aragonesa, les lleva a casar a sus hijos con cualquier reino que permita mantener a Francia rodeada y bajo control. Dentro de esta política, conciertan un doble matrimonio con los hijos de Maximiliano de Austria, emperador del Sacro Imperio Germánico. Los Trastámara emparentan así con la casa de Habsburgo, los Austria. Juanito, el heredero de sus católicas altezas, se casa con Margarita, mientras que Juana, la tercera, se casa en Flandes con Felipe el Hermoso. La boda real, la boda por excelencia, la del heredero de Castilla, Aragón y las tierras de Ultramar, se celebra en la catedral de Burgos. Juan tiene 19 años; Margarita, 18. Él es enclenque, leporino y tartamudo. Ella es fuerte, arrebatadora y locuaz. Y un bellezón. En cuanto se ven, les entran las prisas por dar rienda suelta a sus hormonas adolescentes. Al menos así lo cuentan los cronistas, tal vez para disimular o pasar por alto que los reyes están traficando carnalmente con sus hijos. Mientras la ciudad celebra la boda, los recién casados se dejan llevar por su pasión y corren a encerrarse en sus aposentos. Todo parece indicar que este matrimonio va a traer muchos hijos a la pareja y mucha felicidad al reino. Los dos saben muy bien que esto es lo que se espera de ellos. Y ahí están, dándole que te pego a sus obligaciones. Se ve que Juan se toma muy en serio lo de ser príncipe heredero. Lo que pasa es que Juan no está acostumbrado a tanto trajín, y Margarita, que ha descubierto los placeres de la carne y se entrega con entusiasmo, está acabando con él. Apenas seis meses después de su bodorrio burgalés, Juanito, el único hijo varón y heredero del Tanto Monta, muere . Así, sin venir a cuento, sus católicas altezas se quedan sin primogénito». Turno de Juana, casada con un flamenco.

Felipe en Burgos.

«La llegada de Felipe a Burgos no fue la más políticamente correcta. Burgos era territorio del Condestable de Castilla, que había tenido una posición muy fernandina en el asunto del reconocimiento del holandés. Nada más llegar, lo primero que hace es sacar al Condestable de su casa, la del Cordón, e instalarse en su cama. Además ordenó salir del palacio a la mujer del Condestable, para que Juana no tuviese a nadie de su tierra con la que compartir sus cuitas. Por otro lado, Cisneros, se hospedó en la casas que los franciscanos tenían en la ciudad, dentro de los muros. A su vez, Juan Manuel, por orden de Felipe, se hizo con la tenencia del Castillo. Esto es curioso, ya que Cisneros estaría ubicado entre la Casa del Cordón y el Castillo, en una posición estratégica desde la que podía enterarse de lo que sucedía en los dos emplazamientos clave de la trama. Y el crimen fue perpetrado en el Castillo. Es decir, Felipe fue envenenado en el Castillo. No se supo del malestar del flamenco hasta el día siguiente. Desde ese momento, convaleció en la Casa del Cordón.  Juana estuvo presente en todo momento hasta la muerte de su impuesto marido. Según las crónicas, no derramó ni una sola lagrima. Pareciera que no quería perderse el momento del último estertor de quien la había maltratado, abusado y humillado durante años. La estampa no concuerda con la de una esposa desesperada de amor».

La conspiración.

«Como se deduce de la investigación, Felipe pasó a ser un rey molesto para mucha gente en Castilla. Los nobles lo apoyaron frente a Fernando, para deshacerse del aragonés. Pero una vez entronizado, no cumplió con sus promesas. No solo eso, sino que los más altos cargos del reino recayeron sobre sus flamencos. Pero el que más ofendido se sintió con la política de Felipe, fue precisamente el que acabó siendo su mano derecha, Cisneros. Felipe necesitaba a Cisneros. El franciscano era un experto jurista y un tipo muy influyente. Y Felipe necesitaba de sus servicios para hacer y deshacer las leyes y los nombramientos. Juan Manuel era el único castellano que servía directamente a Felipe como privado, y como camarero. Y resultó ser un corrupto sin límites. Hacía lo que le daba la gana, y Felipe ni se enteraba. Hasta que Cisneros le pilló en un asunto muy turbio: se había hecho con unos impuestos que le pertenecían a Fernando. Así que estaba en las manos de Cisneros totalmente. El cardenal llevaba años planeando la conquista de Orán, y Felipe paralizó esos planes: decidió que Felipe no era lo que Dios esperaba de Castilla. Y utilizó a aquel que estaba en sus manos, Juan Manuel, para que los designios de Dios fuesen lo que debían ser. El escenario, Burgos. Territorio antifelipista. El móvil, todos tenían uno: nobles despechados, mujer maltratada, un franciscano con una misión divina. Y todo sucedió en un castillo de cuya seguridad era responsable el caballero Juan Manuel. El único que tenía acceso a la copa del rey…