El boom de los trasteros de alquiler se instala en Burgos

A.M.
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Licencias y Urbanismo reciben «decenas» de peticiones de información para implantar espacios en renta para almacenaje

Ese deporte tan extendido que es el zapping ha metido en los hogares españoles una retahíla de ‘televisión realidad’ que incluye toda suerte de hábitos, costumbres y negocios norteamericanos. En la misma caja donde lo más que se veía en los 80 era que Bill Cosby parecía un tipo gracioso, ahora se pueden contemplar la extracción de oro, la vida de los tramperos en Alaska, los arcanos de la restauración o las subastas de trasteros al mejor postor. Copan horas de programación y, en algunos casos, también vaticinan la llegada de nuevos tipos de negocios o el cambio de los modelos establecidos. Así está sucediendo con la profesionalización de los trasteros de alquiler.

En el Ayuntamiento de Burgos confirman que en los últimos años se ha concedido al menos una decena de licencias para el desarrollo de esta actividad y «se ha incrementado mucho» la petición de información urbanística para analizar posibles emplazamientos a negocios similares. «Se da bastante información porque los compradores quieren saber en qué condiciones están los locales y qué requisitos deben cumplir», ratifica la concejala de Urbanismo y Licencias, Ana Bernabé, quien no oculta que «existe un boom» de este tipo de actividad.

Curiosamente, la mayoría de los emplazamientos no están en los polígonos. Al contrario de lo que sucede en las grandes ciudades españolas, donde el alquiler de trasteros y espacios de almacenamiento está concentrado en las grandes superficies y los polígonos periféricos, en Burgos existe un efecto centrípeto y tienden a ubicarse en barrios históricos y locales a pie de calle con fácil acceso en vehículo. «Casi siempre son bajos de edificios y, en algunas ocasiones, son las propias comunidades de vecinos los interesados: se ponen de acuerdo y se reparten los trasteros», añade Bernabé. No obstante, en la mayoría de las ocasiones se trata de buscar un nicho de negocio.

Pero la llegada de los grandes operadores es cuestión de tiempo. Un simple vistazo a los portales inmobiliarios sirve para cotejar que la adquisición de un trastero en el centro de la capital burgalesa es una operación seria. Hay anuncios que piden casi 20.000 euros, mientras que los más económicos rara vez bajan de 12.000. Mientras, tanto particulares como pequeñas empresas (sobre todo las que mueven mucho papel, como asesorías o despachos de abogados) siguen buscando un lugar donde almacenar sus pertenencias. El anuncio más claro a este respecto lo hizo la empresa BH, quien manifestó su interés en adquirir una parcela en la cuarta fase de Villalonquéjar para destinarla a este negocio, a pesar de que la firma vasca es un conocido fabricante de bicicletas.

La demanda, prevén los empresarios del sector, seguirá al alza en tanto los usos sociales van cambiando y se van aproximando a los de países europeos donde hay auténticos imperios del almacenaje, como Reino Unido. Cada vez hay más movilidad geográfica, más personas solteras que cambian de domicilio con mucha frecuencia e incluso está creciendo el alquiler compartido o por habitaciones, lo que empuja a la búsqueda de un espacio disponible.

También en eso conviene observar las normas que dicta la lógica. El almacenaje «no es una actividad que tenga una regulación particularmente estricta», según aclaran en Licencias, pero sí impone unos criterios básicos. Los locales deben de contar con todos los sistemas antiincendios, estar asegurados y cumplir la normativa en materia de accesibilidad. Nada que no se pediría a cualquier otro negocio. Aún así, no todos los que están desempeñando esta actividad en Burgos quieren airearla. Como pudo comprobar este periódico, hay particulares que han dedicado naves a la construcción de trasteros y que no quieren que trascienda ni su actividad ni su ubicación. Otros, por contra, no tienen nada que esconder y confirman que se trata de una actividad al alza y con muy buena aceptación.

funcionan bien. Sofía y Pedro eran propietarios de un local en el centro de Burgos, concretamente en el entorno de Bernardas. En 2014 pensaron que acondicionarlo y prepararlo para albergar trasteros de alquiler podría ser una buena idea, máxime cuando comprobaron que no todos los edificios del centro capitalino, incluso aquellos relativamente contemporáneos, disponen de estos espacios habilitados para los vecinos porque la normativa urbanística no siempre obligó a construirlos.

«Conocíamos lo que se estaba haciendo en grandes ciudades, donde esto llegó mucho antes y a mayor escala, y pensamos que podría ser una oportunidad de negocio». Así nació Bubox, una empresa dedicada exclusivamente al self storage, al almacenaje particular, en católico practicante. Actualmente disponen de 27 trasteros que alquilan por precios que oscilan -dependiendo de sus dimensiones- entre 39 y 59 euros al mes, en ambos caso IVAincluido. Su ocupación habitual está por encima del 90%.

«Es un negocio muy de barrio, de vecinos y pequeñas empresas que necesitan tener cerca lo que almacenan. En grandes ciudades están acostumbrados a coger el coche para ir a por la bicicleta, pero en Burgos tenemos otros hábitos», ejemplifican. Por eso hay «poca rotación» entre sus clientes, que además han demostrado ser serios durante estos cuatro años ya que «nunca» se han topado con un arrendatario que abandone la carga y el pago. «Aquí todo se hace con contrato. La actividad está dada de alta, se pagan los impuestos correspondiente y se depositan las fianzas de cada contrato en la Cámara de la Propiedad». Como tantas otras veces, seriedad llama seriedad.

A pesar de no ser un negocio muy lucrativo (no al menos a escala vecinal), el resultado ha sido los suficientemente bueno como para que los propietarios de Bubox estén contemplando seriamente ampliar su oferta. Eso sí, «siempre que encontremos el local adecuado» y las rentas, si es que no pueden comprarlo, sigan contenidas. Como en la mayoría de los casos que han visto en el Ayuntamiento, buscarán locales a pie de calle, con buena accesibilidad y a mano de sus potenciales inquilinos. Saben, eso sí, que es cuestión de tiempo (poco, al parecer) que el modelo que ellos exploraron e implantaron con éxito hace cuatro años se extienda por toda la ciudad.