Una doble oportunidad

I. Elices / Burgos
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Personas en rehabilitación de Proyecto Hombre adiestran perros abandonados en una terapia para ganar autoestima y encarar el proceso de reinserción social

Ana Franco, Juan Ramón del Campo, Manuel Fuentes, Luis Miguel Ramos y Pablo González, con los perros. - Foto: Alberto Rodrigo

La perra Nuca sigue a todas partes a Pedro (nombre simulado), un chico de 30 años que ha completado los 12 meses de estancia en comunidad de Proyecto Hombre para rehabilitarse de su adicción a las drogas. Ahora empieza quizás la etapa más difícil, la de reinsertarse en la sociedad. Para superar este duro trance está participando, junto a otras cuatro personas, en una original iniciativa de adiestramiento de perros abandonados.

La idea surgió en Apettece (Asociación Profesional de Expertos y Técnicos en Terapia Asistida con Animales Española), que tiene sede en Burgos. Pablo González, que había sido voluntario y terapeuta en Proyecto Hombre, se puso en contacto con su gerente, Manuel Fuentes, y ambos coincidieron en que valía la pena intentarlo. La Residencia Canina Ramos, cuyo titular, Luis Miguel Ramos, tiene adjudicado el servicio de recogida de perros y gatos de la Diputación, es el que escoge aquellos canes abandonados que rescata para destinarlos a esta actividad. Los lleva hasta las instalaciones de Proyecto Hombre en Valdenúñez y colabora también en la instrucción, que dirige Juan Ramón del Campo (Apettece).

El trabajo con perros, explica  González, constituye «un recurso de gestión emocional» que ayuda a los usuarios de Proyecto Hombre a «exteriorizar sus sentimientos, sus miedos, lo cual les va a venir muy bien para su vuelta a la vida cotidiana». Y es cierto, Pedro reconoce que le aporta dosis de «paciencia y satisfacción» saber que un animal responde a sus estímulos. «Los progresos que hacen y que perciben ellos mismos cada día se reflejan en el aumento de su autoestima», afirma Fuentes.

La iniciativa es un ejemplo de «doble oportunidad de rehabilitación». Y es que los animales que adiestran «han pasado por mucho» y son «insociables, no saben comportarse con otros perros o con personas», señala Ramos. De ahí la importancia de la labor que realicen las personas  en rehabilitación. «Los perros educados, obedientes, tienen más posibilidades de ser adoptados; además, la gente, si sabe que han participado en su instrucción pacientes de Proyecto Hombre, los acogen con más cariño», indica el dueño de la residencia canina.

El proyecto echó a andar hace un mes y ya se han desarrollado seis sesiones, cada una de ellas de una hora. Cada uno de los cinco pacientes que participan en él tiene asignado un perro, al cual deben adiestrar bajo la supervisión de Juan Ramón del Campo. El día en que este periódico acudió a Proyecto Hombre para realizar el reportaje faltaba uno de los perros, porque estaba enfermo. Y Luis (también nombre supuesto), su ‘tutor’, lo sintió mucho, le «echó de menos». «Hasta ese punto llega el vínculo que se crea entre ambos», dice González

Tranquilidad

Irene (no se llama así en realidad) está «encantada» de trabajar con animales. «Me gustan mucho y cuando me comentaron la idea no lo dudé; cuando estoy con ellos me aportan mucha tranquilidad», explica. Lo que más le emociona es la «confianza» que demuestra hacia ella la perra Pipi, que es el can que le ha tocado en suerte. «Ha cambiado muchísimo desde el primer día», afirma. Ramos lo corrobora. «Es un animal que cuando lo recogí presentaba numerosas lesiones de haber sido maltratado; el primer día al llegar a Proyecto Hombre hubo que bajarla en brazos y se orinó», recuerda.

Los avances que se producen, «y que son muchos con tan solo seis clases», proporcionan a los usuarios de la ONG la sensación de «sentirse útiles, competentes», algo que les va a ser de «vital importancia» cuando tengan que salir a la calle a volver a buscarse la vida. «Muchos de quienes llegan aquí han pasado por auténticos traumas y no se abren a nadie», afirma Fuentes. «Con los animales, aprenden a comunicarse, a expresar sus emociones y a mostrarse afectivos, algo que luego podrán trasladar a otros terrenos», agrega.

El hecho de ser «responsables» de un animal, de su educación, «les mantiene alerta y están deseando que llegue el día (lunes y viernes) en que toca la terapia con perros». Tras 25 minutos de clase teórica llega la hora de practicar. El primero en hacerlo es Pedro, pues Nuca es el animal qué más ha avanzado en las ‘clases’. Le sigue a todas partes, se sienta, se acuesta cuando él lo ordena y para lograrlo le recompensa con un trozo de salchicha cada vez que obedece una consigna. La tiene en el bote. Y así lo entienden sus compañeros, que les dan a ambos un fuerte aplauso. «Aplicamos el método conductista clásico», indica Pablo González.

La perra Pipi e Irene tampoco les van a la zaga. El animal camina al lado de su tutora, se sienta cuando se lo dice y se recuesta a la más mínima orden. Al final de los ejercicios está tan agotada que se queda casi dormida.

El que da más guerra es Tizón. Pero es lógico, es el primer día que acude a la cita y en los primeros intentos por ‘domarle’ no hace ni caso. Sin embargo, finalmente dos de los pacientes sí consiguen que se siente alguna vez, siempre con la recompensa, claro, del trozo de carne. Porque si no, al principio, no hay manera.

Ana Franco, terapeuta de Proyecto Hombre, sigue con atención  el desarrollo de las prácticas. Sonríe cuando observa que los usuarios están contentos, satisfechos con lo que hacen y consiguen. «Es muy positivo, les ayuda a superar todos sus miedos y les facilitará su inserción social», afirma.