«No me interesan mucho los lectores que solo leen en internet»

Gadea G. Ubierna / Burgos
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Óscar Esquivias • Escritor

Óscar Esquivias, escritor. - Foto: DB/Patricia González

Dice que cuando no está escribiendo, dedica el tiempo a pensar en qué escribir. La cuestión es que Óscar Esquivias siempre está ocupado. Prueba de ello es la prolífica obra que tiene a sus espaldas. Desde que ganó el Premio Arte Joven de la Comunidad de Madrid en 2001 por su primera novela, Jerjes conquista el mar, se han sucedido distinciones y obras en una cantidad tal que es imposible reproducirla en esta introducción. El fin de semana pasado estuvo en Burgos acompañando al recién elegido Premio Nacional de Poesía, Antonio Carvajal, en el homenaje a Jorge Villalmanzo y entre viajes y compromisos sacó tiempo para contestar a través del correo electrónico a algunas preguntas sobre sus próximos proyectos, sus pasiones, el amor en el arte, la  omnipresente crisis y, por supuesto, sobre literatura.

¿En qué está trabajando ahora? ¿Para cuándo su próxima obra?

Lo próximo que voy a publicar son dos cuentos, uno ambientado en Madrid y otro en Londres, que aparecerán muy pronto en sendos libros colectivos que homenajean a la capital de España y a Dickens, respectivamente. En lo que se refiere a la novela que estoy escribiendo, llevo ya varios meses dándole martillazos y espero terminarla durante del primer trimestre del año que viene, aunque no puedo asegurarlo porque hay novelas muy bravías y difíciles de domar, y esta es una de ellas.

¿En qué sentido?

Por una cuestión de técnica literaria. Es una obra con una arquitectura compleja, que exige mucho trabajo para que todas las piezas encajen con naturalidad. A mí me interesa que no se noten los andamios, que la historia fluya sin que el lector perciba todo este trabajo de albañilería que hay que hacer para que el edificio se mantenga airoso en pie.

 He leído que en su próximo trabajo habrá alusión directa a la interminable crisis. ¿Es así? ¿De qué trata?

La novela transcurre en la actualidad y, por ello, la situación social y económica de España aparece como telón de fondo, pero realmente eso no es lo importante de la novela, o yo no lo siento así. Me preocupa más la psicología de los personajes que la sociología, su paisaje interior que el exterior. Respecto al argumento de la novela, me permitirá que sea discreto: ni siquiera mi editor sabe de qué trata.

Pero, ¿no cree que el paisaje exterior influye y determina el interior?

Influye, desde luego, pero creo que no nos determina por completo, porque en tal caso todos nos comportaríamos igual y reaccionaríamos como autómatas. En realidad debería haber dicho que a mí lo que me interesa es la interrelación entre el mundo interior y el exterior. Yo no renuncio a retratar la sociedad actual y sus problemas. Como novelista he aprendido mucho de Pérez Galdós o de Victor Hugo, y ambos no sólo crearon personajes inolvidables sino que analizaron con mucha lucidez su época histórica.

¿Qué fleco, de los muchos que tiene esta crisis, le parece más indignante o, depende por dónde se mire, más inspirador?

Como ciudadano, me indigna que se esté desmantelando el sector público. También, cada vez que me entero de los sueldos o las jubilaciones de los banqueros se me llevan los demonios. Nada de esto me parece inspirador, en absoluto.

Los libros son de los pocos productos que mantienen el IVA al 4% y, por lo tanto, sería de suponer que el sector podría aguantar mejor. ¿Qué opina? ¿En qué medida está afectando? ¿Qué salidas hay?

La verdad es que es bastante poético eso de que se considere el libro –¡y el periódico!– como un artículo de primera necesidad y se le aplique el mismo IVA que al pan, los huevos o la leche. El sector editorial está atravesando un momento muy difícil: cada poco me llegan noticias del cierre de librerías, imprentas o editoriales. Pese a todo, soy optimista: el nuestro es un oficio vocacional y estoy seguro de que siempre habrá editores, libreros, escritores y, por supuesto, lectores, aunque nos tengamos que reunir en las catacumbas.

Nunca la cultura había estado tan desprotegida como ahora. ¿Cómo valora la gestión del ministro de su gremio, José Ignacio Wert, hasta la fecha?

Me cuesta mucho comprender las medidas, las palabras y la actitud del ministro Wert, la verdad.

¿Qué lecturas pueden ser un antídoto o un remanso de paz en este momento?

Los poemas de Garcilaso de la Vega, por ejemplo. Poseen una luminosidad y una belleza maravillosas y producen tanta felicidad que se podrían administrar como analgésico en los hospitales.

Ya en general, ¿qué libros considera de obligada lectura para la formación de cualquier persona?

Toda persona culta debería conocer los clásicos universales (lo de «clásicos» en el sentido más amplio del término), en especial los escritos en su lengua materna.

 Por decirlo de otro modo, ¿qué libros han sido vitales para usted? ¿Cuál relee descubriendo siempre algo nuevo?

Para mí han sido fundamentales Crimen y castigo de Dostoievski, El libro de la selva de Kipling, Rojo y negro de Stendhal, el Quijote de Cervantes, La peste de Camus, Léxico familiar de Natalia Ginzburg, La ciudad y los perros de Vargas Llosa, Boquitas pintadas de Manuel Puig, Dos crímenes de Jorge Ibargüengoitia, Detrás de la puerta de Giorgio Bassani, Zazie en el metro de Raymond Queneau, el teatro de Esquilo y Calderón, la poesía de Garcilaso, San Juan de la Cruz o Eugénio de Andrade y las obras ensayísticas de Freud o Américo Castro. Respecto a los libros que más veces he releído, quizá se sorprenda si le digo que son Cuento de hadas en Nueva York de Donleavy, La isla misteriosa de Julio Verne, Lo prohibido de Galdós, La ciudad sin límites de José Donoso, y El candidato de Luis Ricardo Alonso.  

¿Qué está leyendo ahora?

Un libro de poemas de Luis Javier Moreno titulado Figuras de la fábula que, en honor a su título, es realmente fabuloso. En prosa, Ada o el ardor, de Nabokov.

¿Siempre tuvo claro que quería ser escritor?

De niño quería ser dibujante y soñaba con inventar un personaje tan divertido como Mortadelo. Pero pronto descubrí que tenía más habilidad con las palabras que con los dibujos.

Hace unos años revisó su primera novela, ‘Jerjes conquista el mar’. ¿Qué ha cambiado en Óscar Esquivias desde entonces?

Ahora tengo más lecturas, más experiencia, quizá mejor técnica literaria, pero me sigo reconociendo en esa primera novela, sigo escuchando en ella mi voz.

¿Qué sintió al hacer la relectura del texto? ¿Siente pudor al revisarse pasados los años?

No, todo lo contrario, fue un placer. En cualquier caso, los cambios son pequeños y es posible que quien conozca la primera versión no note ninguna diferencia si luego lee la segunda.

¿Cambiaría ahora algo de ‘Inquietud en el Paraíso’, por ejemplo?

Algunas erratas, pero poco más. No hay libro donde falten, por mucho cuidado que uno ponga en revisarlo todo. En la versión nueva de Jerjes hay una en la cuarta línea.

La adaptación cinematográfica de ‘Inquietud...’ está parada, como otras tantas cosas, por motivos económicos. ¿Qué novedades tiene?

Como bien dice usted, la falta de financiación no ha permitido iniciar el rodaje, pero me consta que Antonio Giménez-Rico está empeñado en llevar la historia a la gran pantalla y yo creo que lo conseguirá, es una persona muy tenaz y entusiasta.

 Es rara la adaptación que refleja con total fidelidad una novela. ¿No le da algo de miedo?

Soy muy consciente de que el cine y la literatura son artes diferentes, con un lenguaje propio. A mí me interesa que la película sea una gran obra de arte y si para ello debe tomarse licencias, yo las bendeciré.

En ocasiones ha declarado que los escritores de cuentos “son invisibles” o que parecen no estar tan valorados como los de novela. ¿A qué cree que se debe este doble rasero?

Hace unos años no se solía tomar en serio a un escritor en prosa hasta que no escribía una novela. Era una especie de prueba de madurez bastante absurda, que se debía a un concepto del género novelístico como el más completo dentro de la prosa, igual que la sinfonía lo sería de la música instrumental o la ópera de la vocal. Aparte, los cuentos solían tener pocos lectores  y eso hacía que recibieran menor atención en los medios informativos e incluso en los académicos. Todo esto va cambiando, afortunadamente.

Hay periodistas que consideran que escribir un breve de cinco o siete líneas perfecto puede llegar a ser tan difícil o más que un reportaje. En la literatura, ¿qué proceso es más complicado? ¿Cuento, novela, poesía, teatro...?

Cada género tiene sus dificultades. Para mí, personalmente, lo más difícil es escribir poesía porque es el género para el que me siento menos dotado (aunque estoy muy orgulloso de los pocos poemas que he ido publicando). Sin duda, en las formas breves (un microrrelato, un aforismo, un haiku) cualquier torpeza se nota más.

Muchos lectores afirman que no leen poesía porque no la entienden. ¿Es un género no apto para todos los públicos? ¿Cómo puede hacerse atractiva para quienes son reticentes?

Hay muchos tipos de poetas y de poemas. Los hay más transparentes y más misteriosos. Yo creo que basta con acercarse a ellos sin miedo hasta encontrar al autor que nos conmueva. No conozco nada tan seductor, placentero y persuasivo como un poema bien escrito.

¿Qué ritos creativos tiene? ¿Es de los que siguen utilizando bolígrafo y papel antes de pasar al ordenador o ya inicia el proceso ante la pantalla?

Siempre llevo encima una libretita y tomo notas en ella, pero casi todo el trabajo de escritura lo hago directamente en el ordenador. Para corregir, sin embargo, necesito tener el texto impreso en papel. Por lo demás, soy la persona menos maniática del mundo y puedo escribir en cualquier lugar, siempre que esté en silencio y soledad. No soy capaz de redactar nada si alguien me está mirando.

¿Tiene algún borrador guardado en un cajón porque no consigue darle forma?

Sí. Hay historias que uno no acierta a contarlas, o pierde el interés en ellas. Cualquier artista sabe que no puede conformarse con lo primero que se le ocurre. Tener la papelera llena, aunque sea la papelera electrónica del ordenador, es un excelente síntoma, porque significa que uno trabaja constantemente y posee el criterio y la determinación suficiente como para prescindir de las páginas menos logradas, aunque les haya dedicado mucho tiempo y esfuerzo.

El protagonista de su cuento ‘El arpa eólica’ es el músico francés Hector Berlioz, sobre quien ha declarado que tiene pendiente una novela. ¿Por qué Berlioz?

Yo le debo mucho a Berlioz, no sólo la idea de esa novela. Berlioz me ha proporcionado muchas horas de placer con su música y gracias a él gané la beca de la Academia de España en Roma, donde fui para documentarme sobre sus años italianos. Siento gran simpatía por su figura: estaba consagrado al arte, amaba la literatura, era un gran innovador, una persona valiente e inquieta, un poco atolondrada. Como personaje literario es muy atractivo, ¡compuso la Sinfonía Fantástica para enamorar a una actriz que le había fascinado en el teatro! Ojalá el amor fuera siempre tan fecundo.

Sí, ahora no son frecuentes semejantes declaraciones de amor. Parece que hasta el romanticismo está en horas bajas. ¿Usted ha escrito algo por amor?

En un sentido amplio, creo que toda mi obra está escrita por amor, y perdone si esto suena a frase de novela rosa.

Doy por supuesto que le gusta la música. Si es así, ¿qué obras o canciones considera imprescindibles?

Ay, creo que necesitaría todas las páginas del periódico para hablar de mis obras musicales favoritas. Si tuviera que elegir una sola canción, quizá me quedaría con un aria de la Oda del día de Santa Cecilia de Purcell que se titula ’Tis Nature’s Voice. A menudo mientras escribo suena como música de fondo alguna obra para vihuela de Narváez.

¿Tiene lector electrónico y textos en formato digital para este dispositivo?

Sí, tengo dos lectores electrónicos. Los uso a menudo, pero prefiero mil veces los libros de papel. Por otra parte, casi todas mis novelas están digitalizadas y disponibles en Librosinlibro.com y en Amazon. En mi caso, las ventas electrónicas son muy pequeñas, casi insignificantes.

¿Qué opina sobre el punto de vista de quienes sostienen que este aparato acabará con el libro impreso?

Es posible que en el futuro no se impriman enciclopedias ni periódicos, pero sí la buena literatura. La mala, que es la más abundante, probablemente sólo tendrá versión electrónica. Pero sospecho que el libro de papel nunca morirá. Es un invento inmejorable.

¿Cree que el soporte de la literatura influye en su comprensión o en su asimilación? ¿Es distinto leer un libro impreso que uno digital?

Internet ya ha influido en la técnica literaria y hay autores que han teorizado sobre la fragmentariedad del discurso y el concepto del hipervínculo como rasgos de la modernidad. Lo cierto es que en una pantalla brillante no se puede mantener la atención tanto tiempo como en la página de un libro y por eso se considera un error publicar en internet algo que ocupe muchas líneas, porque casi nadie lo va a leer entero. A mí no me interesan mucho los lectores que sólo leen en internet, la verdad. No creo que ninguno de ellos sea capaz de terminarse allí Los miserables o Fortunata y Jacinta. Es un caso distinto el de los libros electrónicos, que no ofrecen tantas diferencias con los tradicionales. En cualquier caso, a los jóvenes creo que debe acostumbrárseles a leer en libros de papel y sólo darles un aparato electrónico cuando ya haya arraigado en ellos el hábito de la lectura.

¿Por qué? Ellos ya están mucho más acostumbrados a vivir entre aparatos electrónicos y redes sociales. No escriben una carta, pero cuentan su vida en Internet. Su pensamiento parece estar articulándose ya de otra manera.

Sí, todo eso está muy bien, pero algunos jóvenes son incapaces de mantener la atención durante varias páginas y de comprender un texto complejo. Hay que evitar esas limitaciones. Los ordenadores son fabulosos para buscar información, comunicarse, entretenerse o editar textos, pero para leer una obra extensa es preferible un libro. Y creo que a los jóvenes les conviene apartar los ojos de vez en cuando de las pantallas electrónicas.

La candidatura de Burgos a capital europea de la cultura en 2016 marcó un hito en la ciudad al conseguir que la cultura aglutinara a toda la sociedad. ¿Cree que sigue manteniendo ese espíritu?

Yo soy un poco escéptico con estos episodios de autosugestión colectiva. Creo que los burgaleses deberíamos entusiasmarnos con la ciudad de todos los días, no con la de los supuestos grandes eventos del futuro. Debemos recuperar el orgullo por nuestros parques y por la belleza de nuestra ciudad y librarla de la tiranía de los muñecotes esperpénticos de bronce que la pueblan, de las terrazas de PVC en el casco viejo, de las basuras y meadas del botellón, de los proyectos de rascacielos y del odio a las plazas arboladas, todo ello fomentado o tolerado por nuestras autoridades desde hace ya muchos años.

Sin embargo, parece que los burgaleses somos algo remolones a la hora de reivindicar de motu proprio, da la sensación de que necesitamos algún estímulo exterior. ¿Qué opina?

Que nos equivocamos. Lo mejor sería fomentar los estímulos interiores e impulsar todas nuestras potencialidades, que son muchas.

Ahora que el Fórum Evolución lleva un par de meses de andadura, ¿cree que Burgos tiene capacidad para mantener una actividad cultural continua en el tiempo en este espacio, el Principal y el Clunia?

Creo que sí. Son escenarios complementarios y cada uno de ellos debería apostar por una programación distinta y bien diferenciada. Esto no significa que los tres recintos programen todas las noches tres espectáculos a la vez, sino que vayan definiendo su personalidad: por ejemplo, el Fórum podría estar dedicado a la música y a los grandes eventos, el Principal al teatro de repertorio y el Clunia a obras contemporáneas.

En las estadísticas turísticas, Burgos suele estar a la cola en pernoctaciones. Usted, qué vive en Madrid y se mueve en distintos círculos, ¿cómo cree que nos ven fuera? ¿Nos vendemos bien?

En general, Burgos es una ciudad muy atractiva pese a los tópicos más o menos ciertos (el frío, el carácter conservador de la gente). Tenemos muy buena fama en algunos ámbitos; por ejemplo, en Madrid me han alabado el Festival de Folclore, en el mundo del teatro se habla mucho del Festival Escena Abierta, en el del arte contemporáneo del CAB o en el de la poesía del premio Ciudad de Burgos, pese a las polémicas. Otras iniciativas, como el Estío Musical, creo que no llegaron a cuajar. No he estudiado las estadísticas de pernoctaciones, pero sospecho que no estamos tan mal.

Hace poco fuimos noticia por la polémica con respecto a la ‘limpieza’ del premio Ciudad de Burgos. ¿Qué opina? ¿Cómo evitar que el halo de la sospecha sobrevuele los certámenes literarios?

El fallo seguramente ha sido legítimo en lo formal, pero ciertamente las circunstancias que hemos conocido por la prensa no lo dejan libre de sospecha. De algún modo se ha repetido la situación de hace unos años, cuando el premio lo publicaba la editorial DVD en vez de Visor y también hubo alguna decisión muy contestada. Un remedio podría ser que la composición del jurado no se decidiera hasta haber expirado el plazo de presentación y que no pudieran rescatar los libros preseleccionados, pero no sé si esto no supondría agraviar a los participantes excluidos en la criba inicial, que teóricamente tienen el mismo derecho que cualquiera a ser leídos por quienes toman la última decisión. Otra posibilidad, más bien arriesgada, sería nombrar miembros del jurado a poetas de estéticas muy diferentes, a ser posible enemigos declarados unos de otros. Quizá entonces el fallo aparecería en las páginas de sucesos en vez de en las de cultura, pero sería difícilmente manipulable.

Usted nunca ocultó su homosexualidad. ¿Cómo se siente después de que el Tribunal Constitucional haya avalado el matrimonio gay siete años después de aprobarse?

Muy feliz, pero no por mí, sino por la sociedad española. Habría sido bochornoso que se derogase el actual Código Civil.

Declaró sentirse orgulloso de ser español por esta cuestión. ¿Cuál cree que debe ser el siguiente hito a conseguir? ¿Está tan evolucionada la sociedad española como su legislación?

El orgullo venía por muchos aspectos de la legislación social del anterior gobierno, no sólo por la reforma del Código Civil. Aunque a los españoles nos gusta fomentar una imagen cainita y goyesca (sala de las pinturas negras) de nosotros mismos, lo cierto es que vivimos en una de las sociedades más amables y tolerantes del mundo. Otra cosa es la situación actual: yo creo que es evidente que el nuevo gobierno ha cercenado derechos sociales y que estamos en uno de los momentos más tristes y desesperanzados que yo recuerde. El siguiente hito social podría ser el reparto del trabajo, la creación de un banco nacional con el ideario de las extintas cajas de ahorros o la reforma de la ley electoral y la promoción a gran escala de la cultura.