El pintor de la vida

I.L.H. / Burgos
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Ignacio del Río inaugura esta tarde su cita anual en el Arco de Santa María • El artista añade una mayor carga emocional a las estampas clásicas de su obra: gallos, marinas, rincones otoñales, bodegones, flores y retratos

Ignacio del Río reúne cerca de cincuenta cuadros en los que plasma las inquietudes humanas con trazos de color, expresión y simbolismo. - Foto: Luis López Araico

Durante los diez días que duró la exposición el año pasado visitaron la muestra del Arco de Santa María cerca de 10.000 personas. Las abultadas cifras avalan esta cita anual de Ignacio del Río. Pese a quien le pese su pintura sigue levantando expectación, a pesar de ser ésta la segunda exposición que presenta en 2011 tras las obras marinas a tres bandas que protagonizó junto a María José Castaño y Cristino Díez.

Sin abandonar la pincelada de expresión y simbolismo, Ignacio del Río trae a la puerta de la ciudad una pintura cargada de vida.  Lo dicen los ojos de cartón del retrato de Chelo que saludan al visitante. En apenas cuatro trazos -muy bien trazados, indudablemente- el artista ha captado la presencia de esta mujer vivaracha y despierta que canta en el Coro Interludio y forma parte del club de Los Lunis, una reunión de amigos que comparten charla y vinos en las tardes de los lunes (a ellos, y en especial al escritor Bernardo Cuesta Beltrán, dedica la exposición).

En esta ocasión únicamente expone dos retratos, un género que borda como pocos. Junto a la versión burgalesa de Mary Poppins, ha creado a pastel el rostro de otro colega, el pintor Carlos Pavón.

Cada uno en una planta del Arco de Santa María, comparten tribuna con cuadros de flores, marinas, gallos, plazas de toros, bodegones y estampas otoñales. Son sus clásicos, pero esta vez con una carga superior de emoción y de pintura. No falla tampoco su pincelada vital que retrata la soledad de dos borrachos en una arbolada, el gallo que no cesa, el atardecer de rincones cubanos, las flores de la vida, los bodegones bohemios, el desnudo femenino y las hojas otoñales de Castilla.

 «Es una exposición que dedico a mis amigos, una muestra cariñosa para la ciudad. Sin empresas ni especuladores. Es una obra popular; ya haré en otro momento algún modernismo que tenga vida. No está pensada para los dioses ricos ni para las entidades con las que no me llevo bien; está dedicada al pueblo», apunta la voz amarga de un artista que ha sobrevivido a palmaditas y zancadillas.

Experto en saber vivir disfrutando de las pequeñas cosas, Ignacio del Río describe en los cerca de 50 cuadros la felicidad y el hastío, el último aliento y el primero, la floración y la decrepitud, la sensualidad y el erotismo... En definitiva, todo lo que bulle en el cerebro inquieto del que está vivo.

La muestra se inaugura esta tarde a las 20 horas y estará abierta hasta el 23 de diciembre (de martes a sábados de 11 a 14 h. y de 17 a 21 h.; y domingos de 11 a 14 h.).