Retrato de un héroe

Angélica González / Burgos
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Un día de enero de 2012 se sintió mal estando en el chamizo con amigos. Salió a tomar el aire, se desplomó, le diagnosticaron un tumor y ahora Rodrigo va ganando pequeñas batallas contra una lesión cerebral que le dejó sin habla y sin poder moverse

Rodrigo Pérez, junto a su madre, Montse Iglesias, en las instalaciones del Centro Graciliano Urbaneja, donde Adacebur, la asociación de daño cerebral adquirido, tiene su sede. - Foto: Sara Vélez

Rodrigo es la alegría. Su madre, Montse, explica que el hecho de que todo el tiempo esté sonriendo no es un efecto del vendaval que su organismo ha sufrido en los últimos años. Él era un tipo muy feliz y comunicativo antes del tumor y del daño cerebral adquirido y lo es ahora. Él adoraba la música entonces y no se le ha olvidado. Es más, utiliza las canciones para hacerse entender. ¿Que se le pregunta por su música favorita?: Entona el Still loving you de los Scorpions para hacer ver que lo suyo es el rock y recordar que tocaba la guitarra; ¿que su madre se emociona recordando todo lo ocurrido? Rodrigo levanta la mano como pidiendo permiso y sale por Bob Marley: No woman, no cry.  Para expresar su pasión por los lobos, la misma que ha empujado hace poco a su familia de excursión al Lobo Park de Antequera (Málaga), tira del clásico Amigo Félix, de Enrique y Ana.  

Con todo, lo más tremendo es su sonrisa y el motor que mueve su mundo, que es su madre: «Desde lo que pasó vivimos el día a día, nos han cambiado los valores y cada pequeño avance de Rodrigo es una fiesta. Para mí es un orgullo tenerlo y su felicidad es un soplo de aire fresco». Lo que pasó se sitúa en una día de enero de 2012. Como cualquier adolescente se encontraba con sus amigos en el chamizo cuando, de repente, se sintió indispuesto;le acompañaron a la calle a que le diera el aire y allí se desplomó. Se le descubrió un tumor cerebral que le fue extirpado en la Clínica Universitaria de Navarra y tras la intervención quedó con daño cerebral adquirido.

Montse recuerda que del quirófano salió en silla de ruedas y que su tesón ha hecho que ahora pueda caminar, asearse solo e ir adquiriendo poco a poco lo que se dejó en el camino: la memoria, el habla, el distinguir los colores y las formas... Detrás de todo este trabajo está la Asociación de Daño Cerebral Adquirido de Burgos (Adacebur) que le ha ofrecido a este chaval lo mismo que al resto de sus socios, todo tipo de información y apoyo. Son estos colectivos de autoayuda quienes están siendo el soporte de pacientes como Rodrigo a quien el médico rehabilitador del hospital le dio de alta hace ya muchos meses. «Yo no podía permitir que mi hijo dejara las terapias que le están permitiendo hacer unos avances con los que yo no podía ni soñar cuando salió del quirófano», cuenta Montse. Como ellos hay muchas familias.

Lucía Cuñado, miembro de la junta directiva de la asociación y esposa de un hombre también con daño cerebral adquirido, lamenta amargamente este deterioro de los derechos de los enfermos: «Estas personas necesitan terapia siempre para tener una mínima calidad de vida y negársela es como si se le negara a un enfermo renal la diálisis, no lo podemos entender». Así que mientras intentan asumir lo inasumible siguen en la brecha con programas terapéuticos de rehabilitación cognitiva, habilidades sociales, logopedia, fisioterapia, terapia ocupacional, apoyo a las familias.

Rodrigo, que con sus 20 años es el usuario más joven de Adacebur, pasa muchas horas al día en la sede de la asociación, en el Centro Graciliano Urbaneja, y su tiempo de ocio, en Cruz Roja donde se ha incorporado a un grupo de jóvenes con los que realiza actividades de ocio y en el que se encuentra absolutamente integrado. Además, no deja nunca de cantar.