La misma patología de la girola deteriora el sepulcro de Santa Ana

I.L.H. / Burgos
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Como ocurre con los relieves del trasaltar, las esculturas de la tumba del arcediano Fernando Díaz de Fuentepelayo, del siglo XV, se deshacen en pequeñas lascas a un ritmo imparable que hacen temer por su conservación

No es tan popular como la girola y su ubicación, a la discreta izquierda de la capilla de Santa Ana, hace que su deterioro sea menos llamativo, pero lo cierto es que preocupa la conservación del sepulcro del arcediano Fernando Díaz de Fuentepelayo en la Catedral. Como en el trasaltar, las esculturas de la tumba se deshacen en pequeñas lascas a un ritmo imparable que, en los últimos años, se ha hecho aún más evidente y es fácil constatar cómo las figuras van perdiendo el relieve original hasta dejar irreconocibles rostros y ropajes, sobre todo en el lado derecho del sepulcro.

La tumba del siglo XV, de estilo gótico flamígero y atribuida a Gil de Siloé, sufre la misma patología de la girola de la Catedral: la porosidad de la piedra, su fácil fracturación, las sales acumuladas en las rocas, la humedad que se filtra y los cambios de temperatura.

Situada junto a la capilla de Santa Tecla, en la parte trasera del presbiterio del oratorio barroco, desde el Cabildo y el equipo de restauración niegan que la calefacción de esta zona de la Catedral haya podido acelerar el deterioro: «Es la misma patología y la misma caliza. El deterioro es constante, lo que puede ocurrir es que ahora se note más porque afecta a una zona más expuesta», resume José Manuel Álvarez, arquitecto de la Catedral. «Llevamos mucho tiempo preocupados por este tema, pero tenemos demasiadas prioridades e intervenciones urgentes como para dar abasto», añade Juan Álvarez Quevedo, presidente del Cabildo.  

A diferencia de la girola, el sepulcro del arcediano Fernando Díaz de Fuentepelayo no se ha sometido a ningún estudio ni está catalogado. Desde la Catedral aseguran que está dentro de su agenda, pero no saben cómo afrontarlo. Se debaten entre aplicar la misma solución que la Junta lleve a cabo en el trasaltar -cuando eso ocurra y con su permiso, por supuesto-, encargar por su cuenta un proyecto que incluya la reproducción en tres dimensiones de las esculturas tal y como se conservan a día de hoy, o pedir ayuda a la Dirección General de Patrimonio de la Junta para que sean ellos los que actúen.

Díaz de Fuentepelayo, arcediano al que está dedicada la sepultura, fue secretario del obispo Luis de Acuña, que es quien mandó construir la capilla. En el centro del oratorio está su tumba, obra de Diego de Siloé. El oratorio destaca por el retablo mayor de estilo gótico flamenco que firma su padre, Gil de Siloé, en colaboración con el pintor Diego de la Cruz. La concepción de la capilla es obra de Juan y Simón de Colonia.