Extasiado señor Welles

R. Pérez Barredo / Burgos
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En el centenario del nacimiento del genial autor de Ciudadano Kane, recordamos su visita a Burgos en 1953 en busca de personajes y exteriores para una película

La pasión por España marcó su vida desde que viera en la portada de la revista Life a la hija de aquel bailaor andaluz, emigrante en Nueva York. Dicen que cuando vio la fotografía de la deslumbrante Margarita Cansino exclamó: «Me voy a casar con ella». Orson Welles ya era un dios. Había aterrado a su país con aquel experimento radiofónico llamado La guerra de los mundos y ya había estrenado la que es considerada mejor película de la historia: Ciudadano Kane. Efectivamente, Welles se casó con aquella hermosa joven, bailarina y actriz que pocos años después enamoraría al mundo entero en el filme Gilda con el nombre artístico de Rita Hayworth.

Hollywood puso sus ojos en España en la década de los 50. Resultaba más barato rodar en la vieja piel de toro.Salía, en general, todo más barato. También para los amantes de los excesos, como era el caso de genial cineasta. Dipsómano y vividor, Orson Welles encontró en España algo parecido al paraíso: alcohol, juergas, mujeres, toros, flamenco. Pero también halló argumentos para colmar sus inquietudes intelectuales, que eran muchas. Enamorado de los clásicos, se obsesionó con El Quijote, llegando a rodar una versión muy personal y singular de la inmortal obra de Miguel de Cervantes. También se mostró siempre seducido por el rico patrimonio histórico y artístico, a la manera de su afamado personaje Kane, el coleccionista compulsivo de Xanadú.

Llegó a España de incógnito el 2 diciembre de 1953. Y el día 3 recaló en Burgos. No resultaba fácil que pasara desapercibido aquel hombretón de gustos excéntricos que viajaba en un elegante Ford Vedette. Fue identificado por un vecino de Burgos, quien avisó al periodista Fuyma, redactor de La Voz de Castilla. El reportero localizó al actor y director en el Café Viena del Espolón, donde estaba dando buena cuenta de unas suculentas banderillas que remató encendiendo un puro habano. Con fama de gruñón, se mostró cordial con el plumilla, concediéndole una breve entrevista que dejó estupendos titulares.

Contó Welles que se había extasiado en la catedral. «He estado una hora frente a esa joya grandiosa.Como un deseo íntimo y personal me extasié ante la contemplación de esas piedras, sobre todo desde la fuente, ante la portada principal. Es grandiosa. Qué obra tan imponente». Explicó el motivo de su visita: captación de escenarios para su próxima película, que habría de titularse Mr. Arkadin.

Y fue más allá: mostró su deseo no sólo de que figuraran en la cinta exteriores rodados en Burgos, sino dos de los personajes más singulares del folclore local: los Gigantillos. «Quiero que sus famosos Gigantillos figuren en alguna secuencia. Vi sus fotos hace algún tiempo y supuse que como fondo sería magnífico.Ambientar una escena, por ejemplo, cuando ellos recorren las calles de la ciudad en alguna fiesta conmemorativa».

No sucedió así finalmente. No aparecieron ni los Gigantillos ni Burgos.La película fue rodada principalmente en Valladolid y Segovia. Después de firmar algún autógrafo, Orson Welles regresó ese mismo día a Madrid, donde pasó una larga temporada hospedado en el Hilton, participando en las fiestas que daba su amiga Ava Gardner y yendo siempre que podía a los toros. Mr Arkadin fue un fiasco en taquilla. Tampoco fue alabada por la crítica. Quizás le faltaron los Gigantillos.