«La Historia es una ficción acordada, un relato pactado»

Marina León Manovel / Burgos
-

Alfonso Mateo-Sagasta recrea en 'El reino de los hombres sin amor' las bodas reales celebradas en la Catedral de Burgos en 1615. Esta es la tercera novela de la particular trilogía del escritor madrileño

Isidoro de Montemayor y la Condesa de Cameros son dos personajes históricos que nacen en ‘Ladrones de tinta’, el primer libro de la particular trilogía de Alfredo Mateo-Sagasta que continúa con ‘El Gabinete de las maravillas’ y llega hasta  ‘El reino de los hombres sin amor’, una novela de aventuras y ambientes rurales, plagada de referencias literarias, en la que la Catedral de Burgos juega un papel fundamental.

La última publicación de Mateo-Sagasta, El reino de los hombres sin amor, es un pálpito de la vida de Burgos en pleno siglo XVII. Alfonso asegura que han sido necesarias muchas crónicas, biografías, ensayos, libros de historia… en definitiva, meses de documentación para plasmar el momento en el que la corte se instala en la capital burgalesa para hacer realidad el acontecimiento histórico que narra esta novela: la doble boda entre Felipe IV e Isabel de Borbón en Burdeos y Ana de Austria con Luis XIII en la Catedral de Burgos. Estas dobles bodas por poderes marcaron siglo y medio de la historia de España. «La voluntad política detrás de estas bodas fue bastante inteligente», comenta Alfonso.

«Voy rescatando datos reales para montar el plano de la ciudad. Luego, ya quién ocupa cada palacio en la calle Calera, en la calle de La Coronería... o dónde duerme cada uno, me lo invento según me interesa», dice.  Alfonso plasma los sitios con un realismo tan asombroso que pueden reconocerse fácilmente 400 años después. «La primera etapa del viaje es desde Gamonal, cuando Burgos prácticamente era la zona amurallada y unos pequeños arrabales alrededor», explica el autor.

Alfonso recrea un tema social que asegura se puede extrapolar perfectamente a nuestros días. «El sistema de corrupción es universal. Al marqués de Siete Iglesias le acaban degollando por corrupto. No sé si afortunada o desgraciadamente hemos dejado de degollar gente en las plazas», declara Alfonso con ironía. El escritor emplea la picaresca para mezclar en sus novelas personajes reales y de ficción, rompe la barrera del tiempo y el espacio y consigue, por ejemplo que Gil Blas de Santillana y el duque de Lerma interactúen en su aventura o hace un guiño especial a los mosqueteros de Dumas. «Todos los personajes se convierten en ficción desde el  momento que yo les meto en mis páginas. Convertimos a los personajes fallecidos en partícipes del relato, les damos vida y les otorgamos una forma de comportarse, por ejemplo la bondad que se le presupone a Cervantes está extrapolada de sus personajes. «Queremos ver a Cervantes como vemos a Don Quijote», aclara Alfonso.

«Jugar al despiste con el lector me parece muy atractivo. Creo que la Historia la construimos continuamente entre todos. Los datos  no sirven para nada sin un relato», apunta. Según el autor, el género de novela histórica tiene mucho que ver con el de ciencia ficción. «Tu estás creando un universo que tiene que tener lógica, tiene que funcionar y ser coherente pero eso no quiere decir que no te lo estés inventando. Podemos intuir y deducir cosas pero la certeza no la tenemos y eso es muy divertido, es la sal de la literatura».

Imaginación. A pesar de la riqueza histórica y cultural que se respira en los libros de Alfonso, el autor asegura que no es necesario conocer los clásicos de la literatura española para comprender sus relatos. «En España hay poca gente que haya leído El Quijote, Los Cigarrales o sepa quién es Villamediana, si yo dependiera de los que se han leído todos los clásicos, mi novela no la leería nadie». Lo de dar rienda suelta a la imaginación es el pan de cada día de Alfonso, por lo tanto si le tocase decidir a que personaje de su libro le hubiese gustado conocer, no titubea:  al conde de Villamediana. «Es un gran personaje que acabó asesinado. Presumía de ser amante de la reina, fue un poeta excepcional y un tipo peculiar, lo tenía todo y le mataron», comenta.

La historia es una ficción acordada, un relato conciliado con el pasado. «A los escritores se nos exige fiabilidad y credibilidad, pero ¿A qué llaman credibilidad, cuál es la verdad de la Historia a la que hay que serle fiel?», reflexiona Alfonso en voz alta.