La maestría en el dibujo

I.L.H. / Burgos
-

La Casa del Cordón acoge más de un centenar de obras sobre papel, la mayoría inéditas, de 90 creadores del tránsito del siglo XIX al XX. Artistas reconocidos y otros olvidados comparten belleza, precisión e intensidad en la colección Cabello de Alba

Ni arte menor, ni trabajo en proceso. El dibujo es un arte completo y final que demuestra la capacidad creativa y la precisión en el trazo sobre el papel. Con lápiz, grafito, plumilla, tinta, cera, tiza, carboncillo, pastel, acuarela, óleo o gouache, técnicas presentes en la exposición de la Casa del Cordón, los artistas más importantes del tránsito entre los siglos XIX y XX crearon obras impresionantes que demuestran su maestría en el dibujo y en la percepción de la belleza.

Las 123 piezas que se pueden ver en exclusiva en la exposición El papel del dibujo. Colección Manuel Cabello de Alba son todas obras sobresalientes que recorren distintas propuestas formales, desde el naturalismo al modernismo, el neoclasicismo y el simbolismo, con nombres de artistas reconocidos, anónimos de academias y artistas olvidados. «La exposición «encierra en sí misma una lección sobre lo que es hoy nuestro arte y lo que ha sido. Muchos de los artistas presentes lo fueron todo en vida. Concitaron la atracción y el interés del mercado internacional; fueron directores del Museo de Bellas Artes, la Academia de España en Roma o el Museo del Prado; ocuparon puestos de responsabilidad y hoy muchos de ellos son nombres casi olvidados que ni siquiera figuran en los márgenes de las bibliografías relativas a la historia del arte español. Y en cambio, cuando uno se detiene en sus obras, le resulta imposible dejar de subyugarse ante ellas por la enorme fuerza que transmiten», apunta Javier del Campo, director de Arte de la Fundación Caja de Burgos.

Junto a estos autores, la exposición presenta obras de artistas de referencia como Sorolla, Mariano Fortuny, Romero de Torres, Zuloaga, Raimundo y Federico de Madrazo, Zabaleta, Regoyos, Torres García, Eduardo Rosales, Maximino Peña, Meifrén, Joaquín Mir, Llimona, Baixeras, Ramón Casas, José Garnelo y Alda, Valeriano Domínguez Bécquer, Carlos de Haes o Mariano Benlliure, entre otros. Y dibujos de Italia, Inglaterra o Francia firmados por Honoré Daumier o Paul Gavarni.

«La colección de Manuel Cabello de Alba tiene esa enorme virtud. Jamás ha seleccionado una obra en función del nombre del artista, sino que la ha seleccionado por sí misma. Y eso se nota. Las ha elegido con un criterio extraordinario: la de la transmisión de la fuerza y la belleza», añade Del Campo, que ha seguido el mismo criterio para plantear la exposición que puede visitarse en la Casa del Cordón hasta el 30 de abril.

El coleccionista

 

Los retratos, paisajes, escenas costumbristas, caricaturas, arquitecturas, estudios, marinas, estampas taurinas, desnudos... que componen la muestra forman parte del fondo que durante años ha ido creando Manuel Cabello de Alba, un farmacéutico hoy jubilado que inició la colección persiguiendo a un pintor, José Garnelo y Alda, del que su abuelo fue médico de cabecera.

A partir de él y de su obra -al que ha dedicado un museo en Montilla (Córdoba)- decidió ampliar el fondo con los coetáneos del pintor andaluz que fueron maestros de la línea: «Para mí era un reto defender la pintura de entresiglos porque entiendo que el arte debe hacerse sobre cimientos fuertes, y para mí el dibujo, el oficio y el estudio en la academia de las bellas artes son fundamentales para crear la vanguardia», apunta este coleccionista que cierra su fondo precisamente en el inicio de las vanguardias.

Con la mitad de los fondos de esta colección, inédita hasta el momento, la Fundación Caja de Burgos ha organizado la que ya es su tercera exposición dedicada al dibujo. Entre las obras más destacadas, Javier del Campo y Cabello de Alba destacan el Autorretrato de Domínguez Bécquer (a carboncillo, hacia 1868) por su «transparencia absoluta»; las academias realizadas por Fortuny; los dibujos de Juan Luna y Novicio (como el Retrato de Baltasar de Castiglione de Rafael Sanzio, también a carboncillo) y Resurrección Hidalgo; la Gitana de Casado del Alisal (1858); los delicados dibujos de Ramón Casas (Joven con pañuelo, 1891) con pequeños trazos sobre un fondo blanco; el emocionante retrato de una niña de Maximino Peña (hacia 1919); o los de Garnelo y Alda, como Belleza, boceto de la Muerte de Lucano o Pueblos sometidos. Cabello de Alba señala entre sus favoritos una Academia anónima a lápiz de 1820 y los paisajes de Sánchez Perrier.