Un aula y varias generaciones

B.G.R. / Burgos
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Cinco estudiantes del Victoriano Crémer y dos que ya se han graduado cuentan cómo es la experiencia de volver a estudiar

Han pasado 10, 20 o, incluso, 30  años desde que dejaron de estudiar. Ahora, en plena madurez, deciden volver a las aulas impulsados por distintas circunstancias pero con el mismo objetivo: obtener el título de Secundaria. Para ello, van a clase a diario, bien en turno de mañana o de noche, al Centro de Adultos Victoriano Crémer, que adapta las asignaturas de este ciclo educativo a sus respectivos niveles.

Para Emilio Carnicero, de 58 años, retomar los libros ha sido «muy duro». «No sabía estudiar», reconoce este alumno que dejó el colegio siendo un adolescente. Ha sido necesario aprender a ser constante, a concentrarse, a llevar una rutina... Un proceso en el que la ayuda de los profesores y el firme apoyo de su familia han sido claves. Su empresa quebró, se fue al paro y con tiempo libre disponible la «cabeza empezó a dar vueltas». Su situación no resulta fácil y, de hecho, cree que será complicado acceder de nuevo al mercado laboral. Pero sacarse el título, está a punto de pasar a tercero, se ha convertido en un «reto personal» que espera alcanzar y poder continuar con nuevas metas: «Es necesario esfuerzo y mucho trabajo pero estoy encantado».

Su compañera Mercedes González también ha pasado por circunstancias similares. Tras más de tres décadas trabajando en un despachos de abogados, estuvo un año y medio de baja por enfermedad y a la vuelta se encontró con un inesperado despido. En ese momento, se dio cuenta de que el Graduado Escolar que hasta entonces tenía «no me valía para nada», al igual que el título de auxiliar administrativo que se había sacado en su juventud. Lejos de rendirse, decidió actuar y prepararse para obtener el título de Secundaria. Con él bajo el brazo, intentará volver al mercado laboral y si no es posible continuará estudiando, sin descartar que algún día pueda hacer Enfermería.

Tampoco quiere dejar los libros Sergio Díaz, de 28 años. Abandonó los estudios con 15, sin ser consciente en ese momento de lo importante que resultaba hacer la enseñanza obligatoria. Lo sabe ahora porque en su vida laboral va encadenando trabajos temporales y quiere conseguir uno más estable, porque quiere superarse y porque entre sus planes figura cursar un grado superior de FP o ir a la Universidad. «Con el tiempo lo piensas y te das cuenta de que puedes hacerlo», precisa.

Como alumnos del Victoriano Crémer se sienten identificados  entre ellos porque han pasado por circunstancias similares. «Lo mejor de aquí es el grupo de clase, la relación que hemos creado», subraya Mercedes, que también es la delegada de su curso. Esa camaradería se transforma en motivación que, a su vez, se contagia entre los alumnos de edades muy diversas.

La experiencia de Emilio, Sergio y Mercedes la han vivido ya Hakima Habboub y Guillermo Blanco. La primera terminó se graduó hace unos años y ahora se prepara para presentarse a las oposiciones de auxiliar de enfermería. En su país de origen, Marruecos, iba a la Universidad pero al emigrar a España los títulos allí obtenidos no tenían homologación y su objetivo era claro: «Quería mejorar mi situación laboral». Esa fue la razón que le llevó a apuntarse al centro de adultos, que también le sirvió para perfeccionar el castellano.

Guillermo Blanco, por su parte, acabó el año pasado. Trabaja como carretillero y asegura que el título «no te garantiza nada, aunque te da opciones». En su caso, retomar los libros a los 40 años ha supuesto también un ejemplo para sus hijos adolescentes, que han visto la recompensa del esfuerzo de su padre. «No falté a una clase y lo llevaba todo al día. Lo tenía claro y vine a por ello», enfatiza.

Contraste de edades

 

Desde el otro lado del encerado, María del Mar Moral, directora y profesora del Victoriano Crémer, ve el contraste generacional que existe en sus clases. «Hay un grupo de adultos que sabe a lo que viene y quiere aprovechar su tiempo, y luego jóvenes que acuden instados por sus padres», explica. En ocasiones, ese primer colectivo transmite el entusiasmo por aprender al segundo con resultados muy positivos, evitando así una cierta desmotivación de quienes se sienten más obligados a continuar los estudios. En este punto, avanza que los centros de adultos nacionales trabajan para sacar adelante iniciativas que reduzcan la tasa de abandono, que en muchos casos obedece a circunstancia laborales o personales.

Moral adapta su asignatura de matemáticas a los distintos niveles de cada estudiante, impartiendo las lecciones de manera más flexible. «Al ser cursos cuatrimestrales, los alumnos ven la salida más a corto plazo», explica, al tiempo que subraya el buen ambiente que hay en el centro donde la «gente es muy agradecida».