Burgos en la vida de un Premio Nobel

R. Pérez Barredo / Burgos
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Burgos tuvo una importancia capital en la vida del escritor y académico gallego Camilo José Cela, del que se celebra este año el centenario de su nacimiento

El azar puede cambiar la vida de cualquier persona. Así sucedió con un tal Camilo José Cela, gris escribiente delSindicato Nacional Textil que aspiraba a no hacer nada excepto estampar sobre cuartillas lo que le diera la real gana. Así, a ratillos y para entretenerse, había escrito un librito para el que no encontró salida editorial en aquel yerto páramo de los primeros años 40. Hasta que el azar le hizo ojitos: un amigo del aspirante a escritor le habló de su padre, que tenía una imprenta-editorial en Burgos. Aldecoa, se llamaba. Y por qué no, se dijo el autor novel. Los primeros 1.500 ejemplares de La familia de Pascual Duarte volaron de las librerías. La editorial burgalesa se lanzó a por una segunda edición. 
Pero la censura, advertida del tremebundo contenido de aquella novela, intentó confiscarla.En vano: el autor consiguió recoger todos los ejemplares y ponerlos a salvo. El franquismo prohibió el libro, que hasta los años 60 sólo pudo editarse en países de Latinoamérica. Lo que no consiguió aquella política inquisitorial fue que el aspirante a escritor se sintiera anatemizado; más al contrario, supuso un espaldarazo y le impulsó a fiarlo todo a su talento literario yéndose de viaje.Nada menos que de la Alcarria a Estocolmo.
Así que Burgos constituyó una pieza capital en la vida y en la obra del futuro Premio Nobel de Literatura, del que se cumplen cien años de su nacimiento en la localidad coruñesa de Iria Flavia. Y esta relación fue muy estrecha en el tiempo. Cela siempre guardó un grato de recuerdo de la editorial burgalesa y de la familia que apostó por aquel libro, una de las cimas de la literatura contemporánea. No en vano, en la edición definitiva de esta obra cumbre de la literatura aparece así reflejado: «Quiero que conste aquí mi agradecimiento a los Aldecoa, mis primeros editores». De su puño y letra anotó asimismo en un ejemplar de la familia la siguiente frase: «Para don Rafael Ibáñez de Aldecoa, que tuvo el suficiente valor de editarme este momio, con todo el agradecimiento y la sincera amistad». 
No era para menos que hiciera pública su gratitud: todos los editores que la leyeron declinaron editarla: «Mire, su libro está muy bien, pero yo no se lo puedo editar; ahora tengo otras cosas entre manos. Además, debo serle sincera: de su libro no se venderían más allá de los diez o doce ejemplares, no nos engañemos», le espetó Fermina de Bonilla, propietaria de las Ediciones Cigüeña. E incluso popes de las letras como Pío Baroja se negaron a prologarla: «Si usted quiere que se lo lleven a la cárcel vaya solo, que para eso es joven. Yo no le prologo el libro», le dijo el viejo novelista vasco. Hoy, La familia de Pascual Duarte, ese relato escabroso, feroz y telúrico de la España más profunda es la segunda obra española más traducida, sólo superada por El Quijote.
Pocos homenajes más literarios recibió en vida, muchos años después, el autor de La colmena que el que le tributó Artesa, aquella revista vanguardista y experimental creada en Burgos a finales de los años 60. El futuro Nobel fue celebrado en el número de diciembre de 1971 por su faceta como poeta por autores de la talla de Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Max Aub, Miguel Ángel Asturias, Gabriel Celaya, Victoriano Crémer o Celso Emilio Ferreiro, entre muchos otros.
 
Las visitas. Cela visitó Burgos en numerosas ocasiones. Una de las más recordadas fue aquella de 1989, meses antes de convertirse en el quinto Nobel de Literatura español, cuando fue elegido pregonero de la Fiesta de la Cereza de Covarrubias. Gastrónomo confeso, Cela aceptó y en la villa rachela dio muestras de su genio en todas las acepciones de la palabra: increpó a un niño ordenándole callar desde el balcón del Ayuntamiento y deslumbró con su alocución, brillante, enjundiosa y bienhumorada. «Frutilla de carne prieta y de gustoso paladar», dijo del manjar que le había llevado a la hermosa localidad burgalesa, cuya belleza elevó con sus palabras.
En el año 1995 visitó Burgos en dos ocasiones. Una, en julio. Fue en Silos, donde acudió con el resto de académicos de la RAE a la abadía benedictina, que inauguraba la exposición Scriptorium Silense. Allí dijo que la RAE «es como el Inserso de la Universidad». Genio y figura, Cela. En octubre vino a Burgos invitado por la FEC para dar una conferencia. El público burgalés abarrotó la sala.