De empresario del mueble a maestro cervecero

A. Castellanos / Medina
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Javier Sevillano ha creado en el polígono de Medina una factoría de cerveza artesanal que está a punto del salir al mercado

Javier Sevillano (derecha) y su hijo Ion en su pequeña factoría de cerveza artesanal con una muestra. - Foto: A.C.

Javier Sevillano lleva el emprendimiento en las venas. En 1992 fundó una ferretería de 180 metros cuadrados en la localidad vizcaína de Balmaseda, donde entonces residía -hace nueve años lo hace en el Valle de Mena-. De allí se pasó a una lonja de 300 metros en el centro de localidad, donde comenzó con la fabricación auxiliar del mueble. Su periplo le llevó a una nave de 600 metros en el polígono de la villa y cuando ya no cabía en 2008 miró hacia Burgos y montó una factoría de 1.700 metros en el polígono medinés de Navas. Ahora solo utiliza apenas un tercio de esa nave y el resto lo tiene en venta, pero sus ganas de emprender son las mismas. Su empresa Marbi Balmaseda S.L. ha pasado de ser fabricante auxiliar del mueble a producir la cerveza artesana Marbi, que paseará el nombre de Medina de Pomar allá donde viaje.

Es el primer productor de cerveza artesanal de Las Merindades y uno de los primeros de la provincia, dado que su producto va a salir al mercado en este mes. Atrás ha quedado una empresa, que llegó a contar con ocho nóminas y fabricó muebles auxiliares que han llegado al Hospital Universitario de Burgos, la Universidad de Valladolid, la de Oviedo o la de Oxford en el Reino Unido. Su principal cliente cayó con la crisis y arrastro la fábrica que comenzó a ir mal en diciembre de 2011, con la segunda recesión.

Con el desmantelamiento de su anterior actividad, este emprendedor no se arredró. Asegura que se le han ocurrido «mil cosas», pero se decidió por la cerveza artesana, una idea que llevaba años pensando en practicar como entretenimiento. De hecho, las primeras pruebas comenzaron hace un año en su casa de Entrambasaguas con pucheros. Su receta de cerveza fue mejorando y comprobó la creciente demanda de este producto. Así que se lanzó a construir prácticamente de manera artesanal su propia maquinaria para reducir costes.

Ahora apenas falta la máquina embotelladora, que está a punto de llegar, y si fuera necesario adquiriría nuevos tanques de fermentación para aumentar la producción. Ha iniciado contactos con los distribuidores de bebidas de Las Merindades, porque pretende realizar su expansión en círculos concéntricos desde Medina de Pomar hacia el resto de la comarca y después a provincias cercanas, como Vizcaya o Cantabria.

La Guía de Cervezas Artesanas Españolas editada por Francisco Javier Castillo Arana el pasado año habla de 215 marcas diferentes en un mercado creciente, pero Javier Sevillano piensa que hay sitio para todos. «De momento no hay competencia entre nosotros, sino un espíritu de colaboración porque las factorías son pequeñas y el volumen de producción también es muy pequeño». En sus instalaciones se pueden fabricar 800 litros de cerveza cada dos días, pero es precisa una fermentación aproximada de un mes.

Su hijo Ion es la otra pata de la empresa y un gran conocedor del mundo de la cerveza tras residir durante dos años y medio en Gerona, una zona, que como el resto de Cataluña y el Levante, ha  sido el punto donde más se han desarrollado las cervezas artesanales. Cebada malteada que adquieren en Pamplona -ahora uno de los pocos lugares donde se fabrica- agua, lúpulo y levadura son los tres ingredientes de toda cerveza artesana, pero otros secretos dan su sabor a las dos variedades de Marbi, listas para la venta, una rubia de estilo Pilsner, y una tostada Pale Ale. Si todo va bien, después llegarán una de trigo y una negra.

Javier y Ion Sevillano confían en el éxito y esperan crecer y convencer de las bondades de la cerveza artesana, porque aseguran «es de mayor calidad, al no llevar ningún aditivo artificial, a diferencia de las industriales». Asimismo, conserva todas sus propiedades nutritivas y organolépticas, porque no sufre el proceso de pasteurización de las industriales e incluso sigue fermentando en el botellín, donde puede permanecer hasta un año, de modo que produce el gas carbónico de forma natural, sin necesidad de ser inyectado como en las industriales.