Niño por fuera, héroe por dentro

Raúl Canales / Miranda
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Carlos Marroquín, con solo doce años, arriesgó su vida para evitar que su hermana pequeña fuera atropellada • El coche le arrolló a él, provocándole graves lesiones

´Carlos Marroquín posó junto a su familia y el alcalde tras recibir el Diploma al Valor. - Foto: Ruth Laguna

N o usa capa ni antifaz pero es un ‘superhéroe’, como esos que salen en los cómics que aún lee. Por su edad apenas levanta un metro y medio del suelo, pero la grandeza de Carlos Marroquín está en el interior. Con solo 12 años, no dudó un instante en arriesgar su vida para salvar la de Lucía, su hermana pequeña, evitando que fuera atropellada por un coche que acabó arrollándole a él.

Un gesto instintivo cargado de valor, de esos que emanan de lo más profundo del corazón. Carlos, por timidez, no encuentra palabras para explicar lo sucedido. Los demás, enmudecemos ante su ejemplo.

Las manos, que han precisado de cirugía plástica después del accidente, tarde o temprano curarán, como la pierna rota que ahora le obliga a ir en silla de ruedas. Todo pasará, menos su lección de humanidad, la que bien merece páginas en diarios y que le ha encumbrado al pedestal máximo que se puede aspirar, el altar eterno de su familia y compañeros.

Pero Carlos no quiere protagonismo. Se limita a sonreír tímidamente cuando es preguntado, y es su  madre, quien haciendo un esfuerzo para vencer la emoción, pone voz al relato. En su inocente mirada de niño, Carlos parece decir «no hice nada». Pero sí lo hizo, y seguramente lo haría mil veces más, aunque no pueda evitar ruborizarse ante las muestras de afecto que recibe.

Él se conforma con un premio más sencillo: un beso de Lucía. Mientras, como el pájaro al que  han cortado las alas, sueña con  poder correr otra vez por el césped de su querido club, La Charca, que se ha volcado en apoyarle desde aquella fatídica tarde en las inmediaciones de Santa María de Ribarredonda cuando puso su cuerpo para proteger a su hermana.

El gesto de Carlos es de los que devuelve la confianza en el ser humano e invita a pensar qué sería del mundo si hubiese más gente como él sobre la tierra. Un interrogante que ayer se formuló el alcalde, que por sorpresa acudió a su instituto, el Montes Obarenes, a entregarle el Diploma al Valor, o que días atrás se cuestionaron los jugadores del Mirandés, que le han regalado una camiseta firmada.

Algún día, quizá, Carlos también llegue a ser jugador de fútbol como tanto desea. Lo que nadie duda, es que ya es un ídolo.