20 años de cárcel por descuartizar a un mulero

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Fernando Bernardo murió tras ingerir 67 bolsas de cocaína en la casa de Alexander Méndez y su novia Alba Cabrera, en la Plaza Mártires de la Tradición de Villadiego

La Audiencia Nacional ha condenado a 20 años de prisión a Alexander Méndez y a Alba Leidy Cabrera  por dejar morir y descuartizar a un mulero que falleció en 2014 tras reventar una de las 67 cápsulas de cocaína que había ingerido en la casa de los acusados en Villadiego, situada en la Plaza Mártires de la Tradición. Benjamín Guzmán, detenido en Burgos capital en aquellas fechas, deberá cumplir la misma pena, mientras que Heriberto Reyes, líder de la red de narcotraficantes, ha sido condenado a 23 años por los delitos de homicidio y contra la salud pública. Fue él quien de camino a Suiza abandonó el cuerpo desmembrado de la víctima en el interior de una maleta en Las Landas (Francia).

Resulta que el propio mulero había estado vinculado a Villadiego de adolescente, pues veraneó en varias ocasiones en la localidad burgalesa junto a una familia asturiana que tenía una casa junto a la Iglesia de Santa María.

La sentencia considera probado que los condenados eran miembros de una red de narcos que introducía cocaína en España y Suiza procedente de República Dominicana y que usaron desde 2011 como ‘mula’ al joven gijonés, que les debía entre 12.000 y 14.000 euros por su adicción a las drogas.

En 2014 el joven empezó a sentirse mal y tenía intención de abandonar esta actividad, puesto que había sangrado y tenía dolor de estómago, pero que accedió a una nueva ingesta por miedo a represalias, porque Reyes «le había manifestado que habían matado a quien les había traicionado». La última ingesta fue el 7 de julio de ese año en Villadiego, desde donde iba a viajar a Suiza, pero, tras tragarse las cápsulas, empezó a vomitar y a tener convulsiones en presencia de la mujer condenada y de Méndez (que era su pareja), que no hicieron nada para ayudarle, pero sí avisaron a Reyes, quien acudió al lugar, les dijo que se marcharan y que avisaran a Guzmán.

La sala condena a los acusados por un delito de homicidio porque, aunque desconocieran el estado de salud del joven, eran sabedores de que, si se rompían las cápsulas, «la muerte es inevitable» y más habiendo sido advertidos por el joven de sus problemas físicos.