10 años del 'no' a la desaparición de las cajas

G. Arce
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El 4 de diciembre de 2008 miles de ciudadanos se echaron a la calle para defender lo que hoy ya no existe

10 años del 'no' a la desaparición de las cajas

Pocas veces en la historia reciente de la ciudad un tema ha suscitado tanta unanimidad, tanta controversia y tanto debate como el futuro de las dos cajas de ahorro burgalesas, hoy desaparecidas. Ocurrió hace ahora diez años, en pleno fragor sobre la conveniencia o no de fortalecer el músculo financiero regional, es decir, de integrar en una sola todas las cajas de Castilla y León para afrontar una crisis económica cuya gravedad entonces apenas se intuía. Miles de ciudadanos (más de 5.000 según la Policía Nacional) se echaron de noche a la calle para exigir la autonomía e independencia de Caja de Burgos y Cajacírculo, donde todos teníamos depositados nuestros ahorros. Fue el 4 de diciembre de 2008, una fecha para recordar:no estuvieron ni el PP ni el PSOE, los partidos que impulsaban el nuevo modelo financiero regional; tampoco hubo representantes del Ayuntamiento, la Diputación o la Universidad, ni de ninguna institución social ni financiera, pero se escuchó clara y contundente una voz multitudinaria y plural:«No me toques las cajas».

Las cajas de ahorros, entonces, lo eran todo: un empleo de calidad y bien remunerado de por vida, beneficios anuales multimillonarios y obras sociales omnipresentes en el día a día (y las cuentas) de la mayor parte de las organizaciones e instituciones educativas, culturales, benéficas, sociales, deportivas... Eran dos entidades, enemigas íntimas, que hacían y deshacían Burgos a su antojo, ubicando a la ciudad desde hace décadas como la capital financiera, industrial y agraria de Castilla y León, por encima de Valladolid, a la que siempre se miró con recelo.

En los despachos principales del número 1 de Reyes Católicos y de la Casa del Cordón se decidía cómo se extendía la urbe, cómo crecía el campo, cuánta vivienda se construía, cómo se ampliaban los polígonos industriales... Eran despachos poderosos y también abiertos a los paisanos, donde se tejieron muchas operaciones de tú a tú y donde el burgalesismo más excelso se contaba en pesetas y posteriormente en millones de euros.

Todo aquel statu quo financiero del que estábamos tan orgullosos se pretendía integrar en aquel otoño caliente del 2008 con el resto de cajas de la región (Caja España, Caja Duero, Caja Segovia y Caja Ávila), creando una sociedad anónima en la que se centralizarían todas las decisiones estratégicas, lo que no impediría preservar la independencia de cada caja en su ámbito territorial y la gestión de su obra social.  

Aquel proyecto, tan bien intencionado como inocente visto lo ocurrido después, siempre se rechazó desde Burgos. Las cajas vecinas se veían enfermas, oportunistas y gobernadas por Valladolid, más en concreto por el entonces todopoderoso vicepresidente segundo de la Junta y consejero de Economía, el desaparecido Tomás Villanueva, blanco fácil de todas las críticas habidas y por haber.

Las nuestras no estaban tan sanas. Los beneficios de Caja de Burgos y Cajacírculo se desplomaron un 30% en aquel ejercicio en el que el protagonismo lo copó una morosidad cada vez más galopante y lastrada por la debacle de la construcción. La primera entidad reservó 137 millones de euros a provisiones para el fondo de insolvencias; la segunda 39 millones. Pero aquellos números se conocieron dos meses después de la gran manifestación y además fueron a peor.

caldo de cultivo. Desde su verbo encendido y la modestia de sus planteamientos, Lesmes Peña, fundador de CiBu, y la Plataforma en Defensa de la Autonomía de las Cajas vieron tajada en ese caldo de cultivo hirviente y llamaron a la ciudadanía a manifestarse. Otros se pillaron las manos pero la respuesta entonces fue multitudinaria e histórica y, quién sabe, quizá su contundencia contribuyó un poco más a ralentizar el proceso de desaparición al que estaban abocadas tanto Caja de Burgos como Cajacírculo.  

Entre los miles y miles de manifestantes de aquella noche de diciembre se camufló el creciente malestar y nerviosismo que se empezaba a incubar entre las plantillas (y sus familias) de las dos entidades, que veían cómo los dos sindicatos mayoritarios apoyaban en Valladolid una integración de la que sus bases en Burgos no querían ni oír hablar. Los trabajadores callaban en público ante tales incongruencias pero en privado no disimulaban su apoyo a la defensa militante de sus empresas que encabezaba la patronal FAE, en la etapa de Roberto Alonso, que siempre abogó por que las cajas decidiesen libremente su futuro sin condicionamientos políticos. Su postura chocó y se enfrentó públicamente a la que defendía la patronal regional, Cecale, entonces en manos de Jesús Terciado.

En su afán por aclarar lo que nos estábamos jugando, Alonso organizó un encuentro ciudadano con Tomás Villanueva días antes de la gran manifestación. Esta vez se pilló las manos:apenas cien personas acudieron al gran auditorio de Caja de Burgos de la avenida de Cantabria. La hemeroteca, vista con la perspectiva del tiempo, deja algunas de las verdades que el desaparecido consejero dejó ante cientos de butacas vacías:«O la Junta  toma la iniciativa de integrar a las cajas y las intenta fortalecer frente a la grave crisis que padecemos, o es el propio mercado global el que decidirá en los próximos meses su futuro y viabilidad». Ahí queda.

‘Ahora son nuestras cajas. ¿Lo próximo? Depende de ti’. Este fue el encabezamiento de uno de los carteles que ilustraron la campaña de recogida de firmas que impulsó la Federación de Empresarios de Comercio (FEC) de Jesús Ojeda, que abrió su frente a través de la web www.nometoqueslascajas.com. Finalmente, sumaron 33.500 rúbricas en contra del proyecto que lideró la Junta de Castilla y León, con su presidente, Juan Vicente Herrera, a la cabeza, y que nunca llegó a buen término (ni siquiera arrancó).

Ninguna caja de ahorros existe hoy como tal, la historia es sobradamente conocida y la herida escuece. Su herencia, mejor o peor conservada, descansa ahora en las fundaciones que llevan sus nombres y que intentan mantener el espíritu original de las históricas entidades. Hoy esta claro que, tras los escándalos nacionales de las preferentes y subordinadas, de las cláusulas suelo, de los gastos hipotecarios, de las jubilaciones multimillonarias, de los préstamos a fondo perdido..., muy pocos (o ninguno) de los 5.000 burgaleses saldrían a la calle para defender el sistema financiero.

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