«Casi lo dominamos; usé unas esterillas para apagarlo»

I. Elices / Mecerreyes
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Teodomiro Vicario es el ganadero que dio la voz de alarma • Vio el humo en el paraje de Los Bardales y corrió a sofocarlo tras llamar a su mujer y otros vecinos • A punto estuvieron de controlarlo al inicio pero el viento lo impidió

Teodomiro Vicario muestra la esterilla de su coche, con la que trató de apagar el fuego. - Foto: Luis

Teodomiro Vicario, ganadero de Mecerreyes, tomó el camino de Quintanilla del Agua (Cañada Real) el lunes a primera hora para conducir hacia el paraje de Los Bardales un rebaño de unas 150 vacas, donde pastaron hasta la hora en que se desató el incendio. Teo, como le conocen en la comarca, fue el primero en ver el fuego y en dar la voz de alarma. Tendido a la sombra de una encina observó que a unos 400 metros de distancia de donde se encontraba se elevaba una columna de humo que en principio creyó que procedía de «un tractor viejo».  

En ese momento, sobre las 15,30 horas, algunas de sus reses ya habían tomado la vereda de vuelta al pueblo y llegaban casi a la altura de un muladar donde descienden a buscar alimentos decenas de buitres. Él permaneció unos segundos más con el resto del rebaño, pero al observar que ningún vehículo agrícola se acercaba hacia él se incorporó presto y fue corriendo hacia el lugar de donde procedía la humareda. En ese instante fue cuando se asustó, pues se dio cuenta de que se había iniciado un incendio. Según se acercaba al punto exacto donde había llamas telefoneó a su «mujer,  al del bar y al alcalde», que se presentaron allí minutos después.

La primera en llegar fue su esposa, con el todoterreno. «Cogimos las esterillas del coche e intentamos  sofocarlo», recuerda. Y es que «con el calor que hacía» no había llevado «una triste zamarra» con que sacudir las llamas.  Cuando llegaron los otros vecinos hubo «un momento» en que pensaron que lo tenían «ya dominado, pero de pronto el viento viró y las llamas avanzaron a toda velocidad hacia la granja de cerdos de Degesa». No tardaron en alcanzar la explotación, que se salvó (no había animales dentro) gracias a que varios agricultores protegieron su perímetro con improvisados cortafuegos.

Cuando aún se encontraba solo se sintió doblemente preocupado. Por una parte, ignoraba hacia donde podía progresar el fuego y temía por las vacas que se le habían adelantado. «Es que yo me encontraba en medio», afirma. Y por otra, veía que si las llamas llegaban al monte de Yuso, de quejigos, rebollos, sabinas y robles, «el desastre iba a ser muy grande». Y no se confundió. En su opinión los medios de extinción «tardaron mucho en llegar». Y no entiende por qué «el primer helicóptero tardó tanto en descender». «Parecía que estaba reconociendo la zona, pero lo urgente era bajar y apagarlo para que no siguiera avanzando», dice.

Teo ha hablado en varias ocasiones con los agentes del Servicio de Protección a la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil. Él no se explica qué pudo originar el fuego. «Yo no vi pasar a nadie desde donde estaba tumbado con las vacas, así que no sé cómo pudo ser, quizás un cristal; el lunes fue un día muy caluroso», aventura.

Este pastor de Mecerreyes y sus vacas tuvieron suerte. Teo no sabe bien por qué el lunes dirigió su rebaño hacia las inmediaciones de un pinar situado a la derecha del camino de Quintanilla del Agua, «cuando casi todos los días» las lleva «hacia la zona a donde avanzaron las llamas, hacia la granja de Degesa», que con otros propietarios iba a reiniciar la actividad en unos meses. «Así que a pesar del desastre tengo que dar gracias porque el fuego me podía haber comido», señala.