Tres buceadores persiguen un nuevo récord en el Pozo Azul

H. Jiménez / Covanera
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Permanecerán durante cuatro días en el interior de la cavidad de Covanera, de más de 11 kilómetros de profundidad y aún sin final conocido, explorando los nuevos límites de este 'Everest del espeleobuceo'

Varios miembros del equipo de apoyo logístico, a la salida de la inmersión que llevaron a cabo en la mañana de ayer. - Foto: Luis López Araico

Helen Farr y Melanie Dalby contemplan la superficie transparente del Pozo Azul, con sus profundidades iluminadas por el sol de mediodía, con una sorprendente paciencia y tranquilidad. Hace unos minutos que sus maridos se han sumergido en las profundidades de esta cavidad a pocos metros de la localidad burgalesa de Covanera y no regresarán en dos o tres horas, pero ellas están acostumbradas a los riesgos que su actividad entraña.

Tienen «nervios e inquietud», no lo niegan. Pero confían en la experiencia de estos buceadores británicos, y al mismo tiempo están orgullosas de formar parte de un equipo puntero en el mundo que se afana en la exploración del llamado ‘Everest del espeleobuceo’. «Esto es como ir a la luna. Es peligroso, pero excitante», explica Melanie. La última expedición en busca de las profundidades de las entrañas de esta comarca está en marcha estos días al norte de la provincia de Burgos.

Iniciaron su aventura el viernes y, probablemente hasta el martes, tres buceadores británicos y holandeses (Jason Mallison, Rick Stanton y René Houben) pasarán día y noche en el interior de la cueva intentando alcanzar nuevos límites al filo de lo imposible. Su objetivo es progresar más allá de la cuarta galería inundada de la cueva (intercaladas entre ellas hay tres espacios secos en los que pueden respirar sin botellas, alimentarse y descansar) y conocer qué hay allí.

No saben qué pueden encontrarse, no tienen referencias topográficas y por supuesto ningún ser humano ha visto antes lo que van a descubrir sus ojos. Quizá sea otro sifón lleno de agua, una cascada que les obligue a escalar, o una enorme cueva aérea por la que internarse cientos de metros. El año pasado se dieron la vuelta al encontrarse una nueva galería, que bautizaron como Razor II, y más de un kilómetro de cueva en la anterior cavidad, bautizada como Tipperary. Ahora se trata de continuar por esos caminos, seguir investigando y programar su regreso para dentro de unos días.

Hasta entonces, en la superficie, el equipo de británicos, holandeses y españoles que compone la campaña 2014 de exploración del Pozo Azul no podrán hacer mucho más que esperar. Los tres buceadores «de punta», como se les conoce en el argot técnico, estarán completamente incomunicados a no ser que funcione un sistema de radio instalado en Tipperary y que hasta el momento no ha tenido éxito. Si no, deberán conformarse con el cable telefónico tendido hasta la galería aérea más cercana a la salida, la ‘Burbuja’, pero hay que tener en cuenta que este punto está a solo 700 metros de distancia y el punto más alejado del aire libre supera los 10 kilómetros.

La preparación

Las expediciones al Pozo Azul se remontan a los años 60 y 70, pero fue a partir de los 90 y especialmente mediada la década de los 2000 cuando vivieron los mayores impulsos, de la mano de equipos internacionales como el liderado por Jason Mallison y de la incorporación de nuevos materiales técnicos como torpedos más ligeros capaces de llevar a los buzos durante largas distancias con esfuerzos mucho menores.

Este año la campaña comenzó en torno al día 15 y desde entonces los buceadores han empleado las jornadas en transportar material hasta las cavidades secas, como si de una expedición de montaña se tratase y hubiera que establecer distintos campamentos base antes de atacar la cima. Ahora le toca al trío final el reto de buscar la ‘cumbre’, con la particularidad de que en la cueva burgalesa no se sabe dónde puede estar.