A Sánchez se le ve el farol

Antonio Pérez Henares
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Es el momento de que los representantes elegidos por el pueblo se pongan a trabajar

Rajoy ha decidido dar un paso al lado, que es atrás. Debo manifestar mi profunda sorpresa y perplejidad. Creía que pensaba hacer una oferta de investidura, generosa y trascendental. Pero su decisión hace que, de pronto, se caiga todo el tinglado previsto, que todo, de alguna manera, vuelva a un punto que no sé si es de partida o de final. 
Porque uno estaba saliendo del impacto del órdago de Iglesias a Sánchez cuando se produce la trascendental novedad. Es de verdad el momento de que los partidos, los representantes elegidos por el pueblo español se pongan a negociar. Pero de verdad. A fondo, por España y por el interés general. Porque esto derrumba todo y deja el futuro abierto, definitivamente, en canal. Yo, anteriormente, había escrito esto que ahora pueden leer, que quizás ya se haya hecho viejo, pero que creo que aún tiene algún valor. Y era ese gran farol que se estaba echando Sánchez y al que respondieron con el monto total sobre la mesa. 
 Porque Sánchez lleva cantado que lleva pares y juego y que es mano desde la noche electoral. Pero los partes no llegan ni a dos sotas, 89 exiguos diputados, y al juego tiene 33 (el peor al mus) y lo de que era mano solo se lo creía él. Hasta la de la izquierda se la quitaron ayer. Ha envidado y le han echado órdago y ahora, con risa floja, en realidad sabe que no sabe qué decir. Y tendrán que decir ya por él. Porque está tan metido en el disparate que es capaz de perder al PSOE, vender a España y, ya puesto , hacer ministro de Exteriores a Rufián, el de ERC. 
Iglesias se lo ha dejado claro, yo de vicepresidente, ya te pongo los ministros y te nombro uno de Plurinacionalidad, o sea ministro de Secesiones, por ejemplo Rufián, el de ERC, porque con ellos para el manage a 30 también hay que pactar.
 El nuevo spot televisivo que ha interpretado Podemos tuvo ayer una virtud. Poner al descubierto la insensatez global y definitiva, en su más abrupta expresión, del potaje Sánchez que pretendía emplatar, envuelto en requiebro de nouvel cousine a su partido, en esa su delirante fuga que para é l puede suponer sentarse de prestado y con grilletes en la Moncloa, pero que supone la hecatombe final para su partido, que importa lo que menos, porque tal dislate lo que trae como consecuencia inmediata es la vuelta de nuestra economía a los abismos y de España, como nación soberana, hacia el desguace. Pero Sánchez sigue obtuso, alucinado y detrás de unos de sus estupefactos «jo-jo-jo» suelta la perla de que «ni sus militantes ni sus votantes comprenderían que no llegara a un acuerdo con Podemos», con quien no solo le ha metido las cabras en el corral, sino que lo que pretende es, simplemente, quedarse con el rebaño entero. Que es el mismo acuerdo con los separatistas. En lengua del común de las gentes se llama sumisión genuflexión y rendición. Sánchez y su sanedrín insensato, encabezado por su Beria particular, Luena le llaman, «cambió progresista». Cambio puede, pero los cambios pueden ser a mejor, pero también hacia la catástrofe y este tiene todos los ingredientes para galopar hacia lo segundo.
 En cualquier caso, ya digo, lo sucedido tiene un gran valor. El Comité Federal del PSOE de día 30 ya sabe cuál es la proposición «imposible de rechazar», según aquella estremecedora frase del jefe de la familia Corleone. Y que ahora ya tendrán que, descarnadamente, aceptar o rechazar, porque aceptarla es el poder, la Moncloa, las carteras de ministro y 2.000 cargos a repartir. Con solo 89 escaños es, desde luego, el botín más impresionante, pero supone simple y llanamente que ahí entregan santo, seña, las siglas, la peana, los principios, la Historia y la hijuela. Que ese es el precio a pagar. Pero no duden que como Sánchez los habrá, y muchos, a quien no les importe el precio a pagar, los principios a los que haya que renunciar y a todas las lealtades a las que se tenga que traicionar. Para todo se encontrará argumentario exculpatorio, para todo habrá justificación. Pero el poder no se dejará escapar. Aunque sea pan para hoy y posible hambruna para mañana. 
 
Matemática perversa. Pero es tan descarnada y la entrega que cabe ahora más que ayer, la esperanza de que el socialismo vuelva en sí. No caiga en la trampa de esa matemática perversa para alcanzar la Moncloa. Los 89 escaños propios, mas uno asociado, se suman a los 67 de los podemitas, aúna todos los pelajes en tropel, los dos de IU y los seis del PNV y con eso hay 167 votos. Suficientes porque, por otro lado, se cuenta con la abstención activa, y bien untada senatorialmente de los 17 escaños, de los separatistas catalanes, encantados de tener enfrente a quien en realidad tienen cogido por el cuello y que ya esta en genuflexa posición, oferente y sumisa, que al igual que su antecesor ZP bautiza como diálogo lo que no es más que rendición. 
 Sánchez y su cuadrilla, de este último apoyo, se dirá que no es tal, que es gratis y que no conlleva contrapartidas y sobre el más proactivo de los de Podemos bastará con que dejen de hablar un ratito del derecho a la secesión, llamado de decisión, para que la línea roja se convierta en rosita y se pase al abrazo fraternal. Vamos, que han dejado de ser chavistas, voceros de la teocracia iraní, anti Europa y antisistema y ya son unos compañeros queridos de la casa común. Que se la van a quedar ellos, pero eso qué más da, eso será ya otro día y ahora es el del vino y las rosas del poder.
Pero el tremendo problema es que hoy la sociedad española, la nación y la ciudadanía se enfrentan a dos problemas trascendentales y para ambos esta tremenda insensatez va a ser letal. 
El uno es el intento descarnado ya de secesión, de separación por las bravas de una parte del territorio nacional y de expropiación y troceamiento de la soberanía nacional. El otro, la salida de una crisis en la que se puede volver a caer cuando estamos tan débiles que apenas si empezábamos a respirar. 
Pues bien, para el primero de los asuntos, quienes aúpan a Sánchez con sus votos o abstenciones son, los unos, quienes dirigen la operación separatista, ERC y Convergencia, y, los otros, quienes asumen sus postulados con su famoso derecho a decidir, que es expropiárnoslo a todos los demás. Con esas ayudas es con las que Sánchez se enfrentará a la secesión anunciada. O sea, que, como dijo Artur Mas, es lo mejor que a los separatistas les puede pasar. Desde luego, no será Sánchez quien les haga cumplir la ley ni les aplique el 155, ni siquiera les dé otra cosa que mensajes cariñosos y, como mucho, pellizcos de monjas. Ellos no van a cejar y Sánchez no les va a parar. En realidad, está rendido ya. Como lo está desde hace mucho el PSC.
Y en el segundo asunto, la economía, la salida de la crisis y el empleo mejor no pensarlo, porque es para echarse a temblar. ¿Se imaginan ustedes la reacción de la UE cuando se destruyan todas las reformas que nos han permitido escapar del rescate? ¿Qué sucederá en los mercados, en las empresas y cuánto tiempo tardará en que lo que ahora era subida del PIB y creación de empleo se vuelva otra vez recesión y desbocamiento del paro? ¿Cree alguien en su sano juicio que las recetas sanchistas-podemitas y este ménage, no a tres, sino a 30 o más, capitaneado por Sánchez, va a generar otra cosa que un pánico general en Europa y en el mundo mundial? 
 Este es el horizonte a que de perpetrase el plan sanchista-podemita nos asomaremos mañana los españoles y al que el todavía líder socialista, si lo dejan se entregará, pero nos entregará a todos, atado de pies y manos. Porque hoy, y más allá de toda la propaganda, después de perder en las urnas, de quedarse el cuarto él mismo, y para cabalgar en una cama redonda con todos los enemigos de España y de su partido, algunos en particular, la única y verdadera línea roja de Sánchez es la que ha trazado con quienes defienden España y la Constitución. 
Con quien pacta es con los que quieren violarlas.