«Pagamos 2.000 euros por entrar y callamos porque tenemos miedo»

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Normas escritas en rumano en los vestuarios.

Declaraciones de un trabajador. Desde que el lunes legó la Policía y se llevó a los 3 máximos responsables de la empresa, el nerviosismo se ha apoderado de la plantilla de Europrodcom. Con el problema que eso supone entre gente que «trabaja con cuchillos», como remarca uno de los afectados.

A algunos les hicieron primero un contrato de 3 meses y después el fijo, para cobrar el ‘peaje’ dos veces. A otros directamente indefinidos. «Pagamos 2.000 euros por entrar.Todos lo saben. Pero callamos porque tenemos miedo. Si no estás contento...», explica.Por supuesto, nada de nombres para hablar con este periódico.

No fichan, aunque todos los días hacen horas de más. Y tampoco hay bajas.«Cuando te duele la espalda te mandan a casa a descansar y al día siguiente vuelves. Si no, ya sabes», deja entrever. Después del incendio de la planta de la Bureba, asegura que hay «mucho más trabajo y más pedidos de otros países», que atienden echando horas, también los viernes.«Ahora entramos a las 3 y salimos a las 11 o 12, por el pedido que tenemos», detalla. «Cobramos bastante bien», reconoce.

Hay familias rumanas enteras, muchas procedentes de Alemania. Incluidas las esposas de los detenidos, con sus privilegios. «A veces no vienen en una semana entera», cuenta este empleado.

«Solo queremos trabajar bien.Pero tenemos miedo», insiste.

Extrabajador

«Fuman en el baño para volver rápido al tajo parece un gueto»

Un extrabajador de Europrodcom resume el ambiente de la empresa como «una pequeña Rumanía». En ese idioma se habla y están escritos los carteles con las normas de los vestuarios. Asegura que al empezar y al acabar se ponen en fila para dar la mano a los jefes, que en ocasiones «se colocan la bata y tiran de cuchillo» un par de horas.«Parece como si no quisieran perder la destreza» de destazar, que es tradición en zonas de aquel país. Muchos pareciera que compiten por ser los mejores.«Ellos mismos se suben el botón de la máquina, orgullosos» de avanzar más que el resto.

Se trata de un trabajoya de por sí «muy duro», a 4 grados y en posturas incómodas.Pero lo hacen incluso durante 12 horas y en temporada alta, como la campaña de Navidad o en estos meses posteriores al incendio, hasta 6 días a la semana. «El que se accidenta no dice nada» si puede ocultar las lesiones. «A quien cae de baja le hacen el vacío, es como que estuvieras traicionando a la empresa», subraya. Y no es difícil herirse, puesto que «los cuchillos usados se cuelan entre las argollas del mandil», explica.

En los meses que estuvo trabajando vio otras irregularidades. «Fuman en un baño para volver rápido a trabajar. Es como un gueto», describe.Hay cámaras para evitar que sustraigan piezas e incluso les cachean, por si se intentan llevar costillares adosados al cuerpo.