El espejo

@LouMatilla
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"Una de las cosas más difíciles a las que nos tenemos que enfrentar las mujeres que tenemos cáncer de mama es al cambio físico que experimentamos con esta enfermedad"

Una de las cosas más difíciles a las que nos tenemos que enfrentar las mujeres que tenemos cáncer de mama es al cambio físico que experimentamos con esta enfermedad.

El día que te dan el diagnóstico y te cuentan todo por lo que vas a pasar, tu cabeza empieza a imaginarse cómo será y te preguntas cómo vas a ser capaz de sobrellevar todo eso que se te viene encima. Algunas de nosotras empezamos con la quimioterapia y otras lo hacen pasando por quirófano, sea en el orden que sea, el cambio físico es brutal.

Cuando hayamos terminado todo el proceso habremos vivido uno de los capítulos más amargos de nuestras vidas sin ninguna duda, pero mientras estamos en la lucha, debemos enfrentarnos a esos cambios físicos y aprender a convivir con ellos. Nuestro cuerpo va a sufrir una transformación grande, el cáncer nos va a robar muchas cosas, nuestra feminidad, nuestra belleza, nuestra seguridad, pero no podrá robarnos nuestra alma. Y con eso, tenemos defendernos. Tenemos que hacerlo.

Hoy mi alma y yo hemos decidido ponernos frente al espejo y esperar, esperar a ver qué pasa. Es un ejercicio de fuerza, como cuando echas un pulso con alguien. Sólo puede ganar uno.

Bien, aquí no cabe ceder, ahí está el espejo y aquí estoy yo. Me quito el gorro. Voy a pasar unos minutos así, mirándome hasta que me acostumbre a esa imagen, a esa en la que me he convertido. La primera mirada es de desafío, como si el espejo tuviese la culpa de que yo esté así, pero no, no es el espejo, es la rabia que llevo dentro, como si estuviese mirando a la cara a este “bicho”, si pudiera abofetearlo, lo haría seguro. Recuerdo mi pelo largo, mis rizos, mi flequillo y me cuesta contener las lágrimas, pero continúo. Me paso las manos por la cabeza, raspa y además las tengo heladas. Tengo un cráneo bastante redondo, quién lo hubiera dicho, nunca lo hubiese imaginado así y una pequeña verruga sobre una de mis orejas que ni siquiera sabía que existía. Tengo los ojos grandes, expresivos y aún conservo las cejas y las pestañas. Giro la cabeza a un lado y al otro, el cuero cabelludo está completamente blanco, descolorido. La verdad es que tengo un aire a la cantante de Skunk Anansie mezclada con el pequeño saltamontes. Me río. Me río de mi misma, el sentido del humor es algo que de ninguna manera voy a permitirme perder. Después de unos minutos examinando cada centímetro de mi pequeña cabecita, ahora que ya estoy más tranquila, decido volver a ponerme el gorro. Hace frío.

Antes de salir del baño, me doy cuenta de que todavía acampan por aquí una retahíla de productos para el pelo como el champú, la mascarilla y la gomina. Decido recoger todo y guardarlo en un armario puesto que en un tiempo no voy a necesitar nada de eso y seguir viéndolos ahí sería una tortura innecesaria. Eso sí, un día volveré a sacarlos, ese día significará que he ganado otra batalla.

Pues ya habéis visto lo que pasa: nada. No pasa nada porque nos pongamos frente al espejo y aceptemos nuestra nueva imagen, seguimos siendo las mismas personas, las mismas almas. Simplemente nosotras. Un ejercicio que deberíamos repetir a menudo durante este largo camino, durante la quimio y sobretodo a cada paso por quirófano, para mi… lo más traumático. Pero eso, ya llegará.