Fin de curso con dos elecciones inminentes

Pilar Cernuda
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Los candidatos, en un escenario convulso donde es imposible hacer pronósticos, son conscientes de que su futuro político está en juego

 
Pedro Sánchez encara el fin de curso convencido de que puede convertirse en el próximo presidente del Ejecutivo y Rajoy está absolutamente seguro de que, por primera vez en la Historia de la reciente democracia, el PSOE, si pierde, va a hacer todo lo posible para que no gobierne el ganador si no consigue la mayoría absoluta, así que el actual mandatario va comerse el mundo para intentar ese resultado o, al menos, aproximarse tanto a el que a Sánchez no le salgan las cuentas. 
Pablo Iglesias hace tiempo que no dice aquello de que si no consigue ser presidente en los próximos comicios dejará la política. Se ha dado cuenta de que el papel lo aguanta todo, como los mítines, pero tomar decisiones significa perder siempre parte de las adhesiones inquebrantables. Albert Rivera acaricia la idea de convertirse en socio de Gobierno del PP o del PSOE, y su estrategia de apoyar las listas más votadas le ha ido bien, pero el partido no es sólido ni nada que se le parezca. Apenas media docena de personas destacan en Ciudadanos, aparte de él mismo, y, finalmente, ha comprendido que el aluvión de candidatos de distintas procedencias y de nula experiencia sirve para hacer listas pero no para potencia unas siglas. Izquierda Unida por su parte aspira a sobrevivir al huracán Podemos y los nacionalistas siguen tomando posiciones frente al independentismo. 
En este escenario convulso de fin de curso, los protagonistas son conscientes de que se juegan todo en fechas próximas: en las elecciones catalanas y, sobre todo y fundamentalmente, en las generales que, previsiblemente, se celebrarán a finales de noviembre.
En el PP tocaron a zafarrancho de combate tras las municipales y autonómicas en las que les fue abiertamente mal. Perdieron dos millones y medio de votos, muchos más de los previstos, parte se fueron a Ciudadanos -también más de lo estimado- y parte a la abstención. Pero, sobre todo, perdieron poder porque, en contra de lo que pensaban porque creyeron a Pedro Sánchez, éste no dudó en llegar a acuerdos con Podemos para intentar arrebatar gobiernos municipales y autonómicos al PP. El líder popular no oculta su decepción contra Sánchez, tampoco su rabia, y en estos momentos las relaciones entre ambos son inexistentes. 
Rajoy ha remodelado profundamente la dirección del partido y, sobre todo, ha asumido la Presidencia del PP de forma activa, tras casi cuatro años dedicado en exclusividad al Gobierno y desaparecido de los despachos donde se tomaban las decisiones en la calle Génova. La secretaria general ha dado un paso atrás aunque dispone de más tiempo libre al perder la Presidencia del Gobierno manchego, y el segundo de a bordo del PP es ahora Jorge Moragas, cuyas responsabilidades van más allá de ser el director de la campaña electoral. Por ejemplo, ha sido pieza esencial en una decisión también clave; la designación de Xavier García Albiol como candidato a presidir el Ejecutivo catalán, unas elecciones en las que el PP tenía los sondeos abrumadora y decepcionantemente en contra. 
El partido se va a renovar en los próximos meses con nuevos líderes regionales y Rajoy cuida sus relaciones con Ciudadanos. Pasó a la Historia aquello de los naranjitos que lanzó con tan poca visión política el portavoz parlamentario, Rafael Hernando. Emerge en el PP la figura de Cristina Cifuentes, y se han lanzado nuevas caras en las vicesecretarías que, sin duda, serán relevantes en el futuro.
Sánchez, sin embargo, no necesita tantas caras nuevas a su alrededor, la suya ya lo es, apenas lleva un año al frente del partido.
Se ha consolidado como secretario general, pero, en cambio, no todo el mundo está de acuerdo con sus pactos con Podemos, aunque le hayan permitido recuperar la Presidencia manchega y quitársela nada menos que a María Dolores de Cospedal. Pero un sector importante del PSOE considera que esos acuerdos pueden dañar la imagen del partido, al apoyar unos alcaldes y presidentes que respiran como respiran, de una forma muy distinta al PSOE y, en algunos casos, con iniciativas que llenan de indignación a votantes y militantes socialistas, por su falta de respeto a la ley, a la Constitución y a instituciones como la Corona. Sin embargo, otro sector cree que con ese apoyo Pedro Sánchez logra algo importante para la izquierda democrática: precisamente demostrar el nulo respeto de Podemos a la legalidad, la escasa entidad de sus dirigentes, sus contradicciones y su entusiasmo por el poder. 
 
IGLESIAS Y GARZÓN. El no romance entre Iglesias y Garzón es el problema principal al que debe enfrentarse el primero en los próximos meses. El ejercicio del poder ha hecho aparecer la peor cara de Podemos, las promesas incumplidas, el autoritarismo de algunos de sus dirigentes -sobre todo el de él mismo- el nepotismo, la inconsistencia de su proyecto. 
La peor de las decisiones, la que ha provocado más desencanto interno ha sido la imposición de una lista única en primarias formada por personas afines a Iglesias, de las que saldrán los candidatos al Congreso y Senado. La escasa participación en esas supuestas primarias es la prueba más palpable del desencanto. Hace seis meses, había sondeos que daban a Podemos como primer partido en unas generales. Hoy se disputa el tercer puesto con Ciudadanos. Que sube. Más de lo que se creía, aunque también es cierto que alcanzó más votos de lo que se pensaba el 24 de mayo y, además, Albert Rivera reaccionó con inteligencia al decidir que apoyaría las listas más votadas, fueran del PP o del PSOE. 
El punto débil de Rivera es el ya apuntado, su falta de cuadros, de personas con peso y trayectoria, la prueba es que él está en todas las decisiones. Hasta el punto de que su fichaje económico, Luis Garicano, ha presentado el programa educativo, probablemente porque Ciudadanos no disponía de una cara verdaderamente solvente y de prestigio en ese terreno. 
Alberto Garzón es otra de las figuras emergentes. Tiene claro que Izquierda Unida debe acercarse a Podemos, pero pretende mantener las señas de identidad de una formación que forma parte importante de la Historia de la España democrática. Iglesias trató de captarle para su lista única porque sabe que Garzón suma votos y apoyos, pero el líder de IU no quiso. Habla de coincidencias, pero también de lo que le separa de Podemos, que al final son los personalismos. Tiene en cuenta un dato importante: mientras las cuestas afirman unánimemente que Podemos está en declive, esas mismas encuestas afirman que IU sube en intención de voto. 
Con ese panorama es imposible hacer pronósticos. Los que hace seis meses estaban en baja, hoy recuperan terreno, pero no se sabe si suficiente para que España vuelva a ser nuevamente un país con bipartidismo. 
El futuro se juega estos días. Y los partidos responsables lo saben.