El ejército

@LouMatilla
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"Un día de septiembre, al caer la noche (el valiente caballero) resultó derrotado, vencido (...) Fue en ese momento cuando ella juró por su honor que siempre lucharía en cada batalla que le encomendaran y nunca, nunca se rendiría"

Dicen que no muy lejos de estas tierras, sobrevive una guerrera que atiende a nombres como espartana, amazona o titana; apodos que le fueron concedidos, según cuentan sus allegados, por la valentía que ha demostrado en las batallas en las que ha tenido que pelear. Es más, muy pocos conocen su verdadero nombre, puesto que nadie acostumbra a llamarla por él y cuando alguien lo hace, ella misma se extraña.

De la ciudad de Diego de Deza decidió partir hace ya unos años en busca de un futuro y un porvenir mejor. Y así, a lomos de su caballo, llegó hasta tierras del Cid, acompañada siempre en su camino por un caballero de noble linaje, alto y corpulento y cuyos rasgos más destacables siempre fueron la templanza, la valentía y la fortaleza.

Juntos se asentaron por estos parajes y poco a poco fueron habituándose a las costumbres de las gentes que habitaban por aquí.

Después de un tiempo y fruto de su amor, tuvieron a su primogénita; una preciosa niña de tez morena y oscura como la noche y ojos grandes y brillantes como luceros. Eran felices y vivían con paz y armonía hasta que un día fueron avisados de que el ejército enemigo se estaba acercando y amenazaba con despojarles de sus tierras y de todo lo que habían conseguido con su esfuerzo y dedicación.

Fue entonces, en una fría noche de invierno, cuando el valiente caballero fue llamado para acudir al frente de batalla; y así, comenzó una lucha que duró varios años. En ella se encontró a más hombres como él, que también defendían sus tierras y a sus familias; algunos lograban volver a sus casas, pero tristemente, otros no lo hacían; perecían en el campo.

Fue en un día de septiembre al caer la noche cuando resultó derrotado, vencido; ese día, ella luchaba junto a él desde que por el horizonte aparecieron los primeros rayos de sol porque ese día, al amanecer, ella tuvo el presentimiento de que algo malo pasaría. Y así fue; a pocos metros de ella yacía su cuerpo; aún estaba caliente, su corazón todavía latía; pero poco a poco se fue apagando, todo en él se apagó; le habían dado muerte, era el final: su final. Fue en ese momento cuando ella juró por su honor que siempre lucharía en cada batalla que le encomendaran y que nunca, nunca se rendiría ante el enemigo. ¡Nunca!

Pasaron varios años e iba viendo orgullosa cómo su hija se estaba convirtiendo en una preciosa muchacha risueña y feliz y lo hacía siempre, siempre con el recuerdo de él presente. Reían, jugaban y aprendían de la vida hasta el día en el que las tropas enemigas volvieron a formar ejército y esta vez todo parecía indicar que se habían situado muy cerca; la amenaza era inminente y necesitaban toda la ayuda posible para enfrentarse a ellas, eran muchas y esta vez, muy bien armadas.

La rabia y la ira se apoderaron de ella; su caballero ya no estaba, estaba sola y sola se tendría que enfrentar a aquello. Dio un grito, alzó su espada al aire y juró que lucharía y que no se rendiría, ¡jamás lo haría!

Comenzó a formar su propio ejército, con soldados venidos desde parajes muy lejanos; unos cruzaron ríos y montañas para llegar hasta allí, otros ya habían luchado con ella en otras batallas y querían volver a hacerlo; también estaban los que iban a luchar por primera vez. Sea como fuere, todos querían estar a su lado: todos querían formar parte de su ejército. Un ejército que a diario le mostraba su más profundo respeto, algo que ella agradecía y pensaba que no merecía; le hacían llegar presentes como bebidas, alimentos, dulces, utensilios e incluso objetos para el bienestar de su hija. Uno de sus soldados más fieles le ofreció sus piedras más preciadas, sus amuletos, antes de la primera batalla: "Te darán suerte, le dijo con voz temblorosa. Me han acompañado durante años en todas mis batallas". Y ella, sabiendo lo importantes que eran esas piedras para él, las aceptó y es sabido que las lleva siempre consigo en un rinconcito en uno de sus bolsillos.

Desde entonces y hasta ahora, ella y su ejército han librado varias batallas, siempre ha salido vencedora, aunque dicen que lleva algunas heridas y cicatrices bajo las ropas; pero todos afirman que no le faltan fuerzas para seguir y que no le van a faltar. Y hay quien se atreve a asegurar que nunca se rendirá y que si un día pierde la batalla, lo hará vestida de guerrera porque nunca dejará caer su espada, pues la lleva siempre en alto al grito de…¡Fuerza y Honor!