La sensación de humedad y de frío es intensa. Tres pasos a lo largo, apenas dos a lo ancho. Cuatro paredes. Un agujero sin tiempo. Una invitación a la locura. Aunque alCentro Memorial de las Víctimas del Terrorismo aún le quedan varios meses de obras, uno de sus rincones atesora ya un magnetismo especial, que llama la atención por sus singulares características: bajo un suelo acristalado se ve un espacio yerto, cerrado, de aspecto ominoso; un cubículo de reducidas dimensiones cuya sola visión provoca escalofríos pese a que le faltan el catre, la mesita, el flexo, el taburete, la palangana y tres o cuatro libros, los únicos enseres que acompañaron al burgalés José Antonio Ortega Lara durante los 532 días que duró su infernal cautiverio a manos de la banda terrorista ETA.