«Me lo he currado mucho para parecer normal»

Angélica González / Burgos
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Además de ser una auténtica erudita que habla griego, la autora premiada pinta así de bien.

No le da ninguna importancia a que su relato Libros humanos haya sido premiado en el Certamen Literario Rosetta (organizado por la Asociación Argadini con el apoyo de la Fundación Orange, la Fundación SEUR, la Fundación ONCE, la Fundación Inquietudes, BPA Soluciones, enfemenino.com y Publiescena) que valora a nivel nacional los mejores textos de personas con discapacidad intelectual o trastorno del espectro autista. «Me hace ilusión por mis padres», asegura con firmeza, pero no quiere que se conozca su nombre ni salir en la foto: «No me da miedo, solo es falta de necesidad, no necesito que nadie abra en su casa el periódico y me vea». Así de tajante es siempre esta chica de treinta y pico años que tiene una licenciatura, una diplomatura, un máster, está terminando otro y preparando un doctorado... pero que no sabe atarse los zapatos y se hace un lío con el tiempo. Hace un año y medio le diagnosticaron síndrome de Asperger, el mismo que tiene el protagonista de su relato galardonado, y la razón por la que  acude regularmente a Autismo Burgos, un lugar en el que según dice, le cuidan «muchísimo».

«Es un reflejo de cómo nos trata la gente a los Asperger», asegura sobre el texto premiado. ¿Y cómo les trata la gente? «Como el culo». Cuando se habla con una persona con este trastorno -ojo con decir ‘discapacidad’ porque espeta rápidamente que ella tiene capacidades que su interlocutora no- se ha de tener en cuenta que pueden llegar a ser de una sinceridad brutal, la misma que utiliza para explicar que, al final, el chico con Asperger del cuento, que entra en una tienda buscando un libro, envuelve con su ternura al otro personaje, la librera: «Al principio ella tiene miedo pero después se siente muy cómoda con el que es diferente. Porque no es verdad, por ejemplo, que no tocamos a la gente porque si quiero tocarte lo hago».

Está convencida de que las personas como ella provocan pavor a los demás: «Yo no te doy miedo porque me lo he currado mucho para parecer normal y es horrible». ¿Y cómo era esta erudita antes de trabajar tanto para parecer ‘normal’? «Era guay, era yo, y ahora tengo que dejar de serlo para que la gente me acepte». Así que para ‘parecer normal’ saluda cuando llega a un sitio o mira a las personas a los ojos, cosas difíciles para un afectado por Asperger: «Tengo como un doble sistema operativo, dos cerebros: el mío, que es guay, y el que usáis vosotros, que es más lento y lleno de prejuicios, está viciado pero es el que nos toca usar».

Así que con el desparpajo que le da su cerebro guay reconoce sin problemas que visita regularmente al psiquiatra y toma pastillas: «Quiero que pongas que en la planta de psiquiatría del hospital se salvan vidas y luego son otros, los políticos o los futbolistas, los que se llevan el dinero», reflexiona, y se duele de que en este mundo  todos tengan que ser iguales y hacer lo mismo: «La base de la normalidad no es la homogeneidad, siempre es la diversidad y vivimos en un mundo en el que tenemos que ser todos iguales y si genéticamente no hay variación te salen borbones».

Esta última reflexión a cualquiera le podría sonar como un chiste o una ironía. Pero no en boca de esta joven, que sabe perfectamente cuál es su talón de Aquiles: «No entendemos los chistes ni los dobles sentidos y por eso somos el blanco de todas las bromas porque a la gente le mola que se nos quede cara de alpargata». Esto mismo le  ocurre a Sheldon Cooper, uno de los protagonistas de la serie cómica norteamericana Big Band, que es un Asperger de los pies a la cabeza: «Está llevada a un extremo de comedia aunque me identifico con él cuando no le deja a nadie sentarse en su lado del sofá. Yo tengo mi sitio, mis cubiertos y mis vasos y si no es así me siento bloqueada. Y nunca lo he visto como algo raro».