«Muchos años no me he atrevido a ir por la N-I»

P.C.P.
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José Antonio Caño Labarga quedó «desecho» tras un siniestro en Monasterio de Rodilla. Siete años más tarde murió en la vía la hija de unos amigos

«Muchos años no me he atrevido a ir por la N-I» - Foto: Patricia González

La historia de José Antonio Caño Labarga, Toño, con la N-I es una historia de dolor. La nacional que pasa por Briviesca, donde reside, le ha asestado varios golpes en su vida, de los se ha recuperado con mucho esfuerzo y con mucha ayuda, también psiquiátrica y psicológica. En 1985 -él tiene 53 años- vivió la primera experiencia traumática con la carretera. Un primo hermano suyo perdió la vida a la altura de Prádanos. Tras patinar en una placa de hielo el coche que conducía se empotró contra el depósito de gasóleo de un camión que circulaba de frente. Murió en el acto. Poco después otro pariente cercano resultaba herido grave en otro siniestro frente a la gasolinera de Calzada de Bureba.

Como la mayoría de los habitantes de esa comarca, se tuvo que habituar a convivir con el peligro de circular por esa Nacional. En uno de esos viajes sufrió un accidente que le cambió la vida. El 5 de noviembre de 2000 acudió a la capital burgalesa para recoger a su mujer, Marimar, y a su única hija, Esther, para volver de nuevo con ellas al pueblo para comer, pues tenían celebración familiar. Sobre las 12 del mediodía, a la altura de Monasterio de Rodilla, un turismo que circulaba en sentido contrario hizo aquaplaning e invadió el otro carril, por el que circulaba Toño y su familia. Él lo vio venir e intentó una maniobra de evasión dando un volantazo para meterse en el desvío al cámping Picón del Conde. No consiguió evitar el golpe pero sí el impacto frontal, lo que quizá le salvó la vida, a él y a los suyos.

Su hija de tres años sufrió la rotura de sus dos piernas y a su mujer se le fracturaron varias costillas y padeció lesiones en sus extremidades inferiores. Toño quedó desecho, pero vivo, en buena medida gracias a una enfermera amiga suya que iba tres coches por detrás del siniestro y se bajó para atender a las víctimas. «Ella llamó al hospital para que enviaran un soporte medicalizado avanzado porque sabía que si no no salía de aquella», recuerda, al mismo tiempo que valora «el gran trabajo que hicieron los bomberos» al excarcelarle.

Llegó a la UCI del Hospital Yagüe «roto entero», con todos los huesos fracturados desde las vértebras L3, L4 y L5 hacia abajo, «solo se salvó el fémur derecho», aunque esa rodilla quedó «destrozada» y le sigue dando graves problemas. De hecho apenas nota esa pierna y camina con una ostensible cojera. El fémur izquierdo se partió por dos sitios y para repararlo fue necesario un ‘trabajo de siderurgia’ por el que ahora lleva 17 tornillos, una placa y dos abrazaderas. «Por dentro» quedó «reventado», le tuvieron que extirpar parte de los intestinos y el bazo. Además, la pleura se rompió y se le encharcaron los pulmones. Pero estaba vivo y los cirujanos pudieron operarle, aunque en esa primera intervención entró en parada cardiorrespiratoria. Le reanimaron y le advirtieron de que si se repetía se quedaba en el sitio. Pues se repitió... y sobrevivió, lo que demuestra sus inmensas ganas de quedarse en este mundo. No volvió a andar, «y con muchos problemas», hasta que transcurrieron dos años.

Pero no solo había sufrido daños físicos, también psicológicos. «Tenía 35 años, mujer, una hija y una hipoteca que pagar; qué voy a hacer», me preguntaba en todo momento. Era encargado en Repostería Martínez, un trabajo en el que se tenía que mover mucho, de modo que tuvo que dejarlo. Se marchó seis meses a Madrid a reciclarse laboralmente y al regresar a Briviesca se hizo zapatero, compró una lonja, herramienta y empezó con el negocio. También tuvo que cambiar de piso, pues en un dúplex, con escalera, «era imposible hacer vida». Dejó de cazar, a pesar de lo mucho que le gustaba y perdió, es obvio, en calidad de vida. Y no se atrevió a conducir por la N-I hasta prácticamente el año 2007. «No la pisaba, si tenía que moverme iba en taxi».

En ese 2007 tuvo lugar otro accidente que tampoco podrá olvidar. Su hija resultó herida y una amiga de ésta falleció, así como otras tres personas. Dos familias habían viajado a Burgos para celebrar las notas de las pequeñas. En el trayecto de vuelta, Esther se subió al otro coche, con los padres de su amiga, mientras Toño y su esposa emprendían la marcha, detrás, de camino a Briviesca. A la altura de Quintanavides un coche se salió de la calzada y colisionó con el vehículo que ocupaban las dos niñas y los dos adultos. Después, un camión embistió a este último y «lo subió tres metros, hasta un valladar».

Toño no vio el siniestro sino ya sus horrorosas consecuencias. «Al llegar al kilómetro 267 vi un camión parado en la vía, sin luces frontales, y dije: ha pasado algo; luego empecé a notar que crujían cristales, frené y aparqué en el arcén», rememora. Al poco tiempo se percató de que el coche subido a un terraplén era el de sus amigos. «Subí a gatas como pude, estaban vivos, chillando y llorando». Su hija le reconoció. «Sácame papá», recuerda que le dijo. La otra niña, de 13 años, le cogió de la mano y le dijo: «Toño, di a mis padres que les quiero, me estoy muriendo». La muchacha llegó al hospital viva, pero falleció.

Desde el accidente de 2000, se implicó en la lucha por la liberalización, con cortes de carretera en el cruce del Vallés, «hasta que llegaron las sanciones». En 2009 vivió el nacimiento de la Plataforma de la N-I, gracias a la cual «ahora se levantarán las barreras». «Sin Rafa -por Rafael Solaguren, portavoz del colectivo- y todos éstos que han tirado del carro aquí no se hubiera hecho nada», admite.

Circular por la N-I ha sido para él «un infierno» en el que «te la juegas todos los días». «No hay viaje en que no te tengas que echar al arcén y eso que ha mejorado con la supresión de cruces a nivel, como el del Vallés», denuncia. «Tras años de lucha», valora que se liberalice la autopista, aunque «no sabe si habrá que volver a pagar». «Qué pena que la mitad de lo que he pasado yo no lo haya pasado un político, antes se habría arreglado», zanja