La mudanza definitiva

I.L.H. / Burgos
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Los bajos del Teatro Principal se preparan para abrir sus puertas el día 18 como La Casa de los Gigantillos. A falta de semana y media se apresuran en restaurar las figuras, planchar la indumentaria y colocar los objetos en las vitrinas

Se ha rescatado indumentaria antigua, como la vestimenta de seda de los timbaleros. - Foto: Ángel Ayala

Han sacado del baúl las pelucas rubias que llevaban antaño los maceros y que hace décadas que no se utilizaban; han recuperado la indumentaria de seda de los timbaleros, clarineros y portadores, que en la actualidad se ha sustituido por otra más práctica y lavable; han restaurado los esmaltes del cinto del infanzón y el traje que es una copia del Infante de la Cerda que está en Las Huelgas; trabajan retocando a los Gigantones y Gigantillos, igualando los tonos de manos y caras después de pasar por el taller, y andan de aquí para allá planchando, vistiendo y colocando a todas las figuras en el que será su sitio definitivo.  

Falta semana y media para que la Casa de los Gigantillos abra sus puertas en los bajos del Principal como hogar permanente de las figuras de cartón piedra y del resto de elementos vinculados al protocolo y las fiestas de la ciudad. Estos días todo es trajín en el Teatro porque en este pequeño espacio deberán colocarse las cinco parejas de 80 kilos y 4 metros de altura -los Gigantones- y la de 50 kilos y algo menos estatura -los Gigantillos-; un danzante y un palero; un tetín mayor y uno menor; un infanzón, un portador, un macero y un timbalero; las vitrinas con objetos como mazas, varas, castañuelas, trompeta y el rabo del tetín, o los propios timbales, que tendrán un sitio privilegiado.

Vicente Ausín, Ricardo Allende y Magdalena Aguilar se afanan en acicalar a las figuras y maniquíes, en vestirles y buscar el lugar donde mejor se encuentren. Y mientras ellos se dedican a su puesta de largo, les echan una mano con la restauración Cristina y Francisco: «Todavía no sabemos cómo les vamos a colocar. Tenemos un plano con la distribución, pero no nos convence. No sé, estamos dándole vueltas», comenta Vicente Ausín, el encargado desde hace años de vestir a La Niña, como le gusta llamar a la Gigantilla.

No es una mera cuestión de cómo se exponen, sino que ese será su lugar de letargo y el rincón específico para visitarlos. «Habrá que cerrar algunos días porque hay labores que se deben hacer se expongan permanentemente o se custodien en un almacén como hasta ahora. Por ejemplo, lavar el traje de la Gigantilla tras las fiestas de San Lesmes. Si llueve, nieva o está el suelo mojado, lo que siempre ocurre en enero, se le ensucia la falda cuando descansa», añade Ausín, que se conoce todos los poros y pelos de la alcaldesa.

Sin embargo no es ella la figura más laboriosa. La que más cuesta vestir es la reina Católica: «Lleva cuerpo, sayón, cinto, armiño, gola, rebozo, otro rebozo y la corona, y todo eso tiene que ir cosido porque si no se le caería cuando baila», sostiene mientras reconoce que Isabel I de Castilla tiene un rictus «desagradable»: «Es verdad, tiene mala cara, aunque se debe a que cuando se cayó hace años se le quedó hacia dentro y ahora ya nos hemos acostumbrado como para cambiarlo».

Audiovisual

Los detalles de estos personajes, así como su origen y lo que ha ocurrido con ellos a lo largo de los años se narrará en un audiovisual que dará cuenta de las fiestas y tradiciones burgalesas.

Los Gigantillos creados en 1899, al igual que los tetines y otros personajes tradicionales, proceden de la antigua tarasca del Corpus. Los timbaleros, dulzaineros y piteros les acompañan, bajo mazas, en las principales fiestas de la ciudad. Los Gigantillos y Gigantones perecieron bajo las llamas en enero de 1973; los que ahora se conservan son los que se reconstruyeron ese mismo año, salvo El Cid y doña Jimena, que se incorporaron entonces.