Pintores del cielo: los «ismos» contemporaneos

Roberto Rodríguez
-

Pirotecnia Zaragozana irrumpió anoche entre los disparos clásicos de hoy y anteayer, exponiendo una colección de acento más vanguardista y progresista

El material de sus carcasas estaba fabricado con magnesios especiales, mezclados con ingredientes químicos propios para cada color (estroncios, barios y sosas principalmente). Igualmente el sonido, conseguido con potentes aluminios, producía explosiones agudas con las que jugaría creando disonancias y distorsiones en algunos momentos junto a silbatos especiales.
Con esta materia prima, Pirotecnia Zaragozana expuso anoche en Burgos un guión, diseño y patrón de disparo mucho más vanguardista, mucho más alejado de cánones clasicistas mediterráneos como los que pueden ofrecer un Caballer de anteayer o un Ferrández de hoy.
Por parte del impresionismo, hubo interés en plasmar en el cielo las teorías de contrastes de colores primarios (azul, rojo y amarillo) y binarios (naranja, verde y violeta), sobre todo en carcasas de ejecución mezclada con yuxtaposiciones de color en una misma pieza y en el cielo en general; hubo recreación de formas de la naturaleza, como magnolias de titanio, caracolas, estrellas de cuatro puntas, cascadas de agua o lluvias y caídas de hoja conseguidas con «artificios intermitentes acqua, cyan y verde»; igualmente se dieron vaporosidades lumínicas específicas en relación con los humos producidos por los colores en su tiempo justo.
El neoimpresionismo se hizo patente con carcasas puntillistas cargadas en su interior con muchas más vírgulas o perlas de lo habitual (por ejemplo, en peonías de pistilos muy marcados).
Del postimpresionismo destacaron los rayos más largos y flameantes en carcasas de espiga, sauce y palmera.
Carcasas de color estridente, cegador y provocador, hizo recordar el fauvismo, que es uno de los principios irrenunciables de esta firma aragonesa, por ser su cromatismo, el más potente del sector pirotécnico.
También el expresionismo e informalismo europeo hicieron su aparición: composiciones de disparo en fachada y altura con menos academicismo espacial (a veces a una columna); tiempos y ritmos de disparo más espontáneos y aleatorios; pausas y arrebatos progresivos y regresivos en algunas fases. Final más intenso en carga pero más corto, en copo blanco con el que rubricó «la exposición».
En definitiva, la colección que anoche pintó el cielo burgalés durante 14 minutos, fue rompedora y flameantemente vanguardista, contemplada por las flamígeras agujas de la catedral y por el respetable público, que pudo sentirse como ante una colección del CAB y entre el clasicismo compositivo de las colecciones de hoy y anteayer.