El controvertido juez Brett Kavanaugh juró ayer su cargo como nuevo miembro del Tribunal Supremo de Estados Unidos, un puesto vitalicio que supone un gran éxito para su benefactor, el presidente del país, Donald Trump, que ha vendido a sus seguidores la candidatura del mandatario como uno de sus mayores logros, cuando quedan solo unas semanas para que se celebren las elecciones legislativas de medio mandato.

En un acto político en Kansas, Trump aseguró que la designación del magistrado por parte del Senado era «histórica», a pesar de que había sido por un escaso margen de apoyos -50 votos a favor y 48 en contra-e insistió en que se trataba de una «victoria tremenda», ya que a partir de ahora el Supremo contará con una mayoría de jueces conservadores. 

«No le das cerillas a un pirómano y no le das el poder a una turba de izquierda enfurecida», aseveró el mandatario republicano en referencia a sus opositores. «Los demócratas se han vuelto demasiado extremos y demasiado peligrosos para gobernar», añadió. 

En vista de las elecciones de medio término del próximo 6 de noviembre, Trump apuntó: «Cada uno de ustedes tendrá la posibilidad en cuatro semanas de dar su veredicto». Y añadió: «Hemos sido energizados». 

Sin embargo, el país está más dividido que nunca. Las movilizaciones en contra de la candidatura del juez han sido constantes y más de cuatro centenares de personas han sido detenidas desde el pasado viernes en diferentes manifestaciones a las puertas del Capitolio.

Los detractores al nombramiento de Kavanaugh portaban carteles que decían «créanles a las mujeres» y «él mintió bajo juramento», en referencia a las acusaciones de abusos sexuales a tres mujeres. 

Tres mujeres, entre ellas la profesora de psicología Christine Blasey, han acusado a Kavanaugh de haberlas atacado sexualmente cuando eran estudiantes. El juez rechaza de forma vehemente todas las acusaciones.