Los castillos también se venden

A. Castellanos / Lezana
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Eduardo Gil Lang, heredero y propietario del castillo de Lezana de Mena, vende esta imponente torre del siglo XIV por tres millones de euros • Dos grupos hoteleros e inversores extranjeros ya se han interesado por el inmueble

Los montes de la Peña se divisan desde las ventanas de arco apuntado del castillo. - Foto: A.C.

El castillo de Lezana de Mena, la torre más importante del Valle de Mena y una de las más interesantes de la provincia, como la describen todos los expertos en Patrimonio, volvió a estar habitada en 2009, algo que no le ocurría desde hacía más de seis décadas. Su propietario, Eduardo Gil Lang, descendiente de la saga de los Velasco, es su morador y quien ha dedicado los últimos trece años a restaurarla con celo. Pero ahora, una grave dolencia en la espalda le ha llevado a tomar la que dice que ha sido «la decisión más dura de mi vida». El castillo está en venta y por primera vez en sus más de seiscientos años de historia dejará de estar en manos de descendientes de los Velasco, la familia nobiliaria que levantó gran parte del patrimonio medieval de Las Merindades y ejerció su poder durante siglos desde su centro administrativo de Medina de Pomar.

Dos grupos hoteleros, así como inversores extranjeros ya se han interesado por hacerse con este singular inmueble del que se tienen las primeras noticias escritas en 1397 cuando lo heredó María Alonso de Porras, casada con Diego Sánchez de Velasco, y que después aparece como parte de un Mayorazgo de Lope García de Velasco. Eduardo Gil Lang, quien heredó esta propiedad de su madre, María Concepción Gil de la Torre, le ha puesto un precio de tres millones de euros innegociables y que asegura que «antes de la crisis inmobiliaria hubieran sido cinco».

En la actualidad, hay más de 300 castillos en venta en España, la mayoría en Galicia. En los dos últimos años, diferentes estudios han constatado como la venta de castillos ha aumentado un 20% en España, sobre todo, porque los herederos no pueden con las cargas económicas que supone el inmueble, pero Gil Lang asegura que sus motivos son únicamente de salud. «No puedo ni subir leña para la chimenea», lamenta, tras superar hace dos meses dos operaciones en la columna. Al contrario que otros propietarios, asegura que los gastos de mantenimiento de la torre, con 650 metros cuadrados útiles construidos, le suponen menos desembolso que una vivienda en Bilbao, donde antes tenía fijada su residencia.

La calefacción de la torre se alimenta con un sistema de geotermia horizontal, que requiere una importante inversión, pero que luego permite un gran ahorro en gasto energético, al aprovechar el calor acumulado en el subsuelo. Asimismo, las luces se enciende n y apagan mediante sensores. Además y aunque la torre ha conservado todo el porte medieval, cuenta con domótica que permite encender la calefacción desde un teléfono móvil o un moderno sistema de aspiración centralizada, así como con ascensor.

200 vigas de roble

La torre de Lezana es la niña mimada de Eduardo Gil, a la que le ha dedicado más de una década y en la que ha dirigido cada paso desde la introducción de los servicios básicos de saneamiento y abastecimiento de agua hasta los detalles de habilitar una piscina calefactada con un chorro que hace contracorriente y permite practicar la natación.

Se vende con una amplísima parcela de 22.000 metros cuadrados, donde se levanta un bosquete de roble que sirvió a Gil Lang para obtener las 200 vigas de madera, algunas de hasta 13 metros de longitud, que se han utilizado en la rehabilitación de la torre. Por algo, este cuidado trabajo rehabilitación mereció en 2006 la Medalla de Bronce de la Asociación de Amigos de los Castillos, donde también lamentan que la torre cambie de manos. Pero Gil Lang espera que sean tan cuidadosas como las suyas con esta magnífica construcción de 20 metros de altura y que se sostiene sobre unos muros de 1,37 metros de anchura en su parte más baja que van perdiendo grosor hasta quedar en 80 centímetros, en la zona más alta.

La torre suma cuatro alturas y en su planta baja, Gil Lang apenas ha efectuado obras, algo que considera que beneficiaría a un hotel o un restaurante que quisieran dedicar esta parte de la torre a salones o comedores. Allí se toma el ascensor que asciende hasta la zona habitada. Lo primero que encuentra el visitante es un amplio salón presidido por una majestuosa chimenea y decorado con muebles antiguos que el bisabuelo de Gil Lang trajo de Londres, retratos familiares, algunos de gran valor, como el que pintó el artista bilbaíno Ángel Larroque de su madre. Esta primera planta, en la que también se encuentra una pequeña cocina, da paso al puente levadizo de este castillo de cuento, ahora convertido en una pequeña terraza.

Biblioteca, seis dormitorios, varios baños y una magnifica terraza almenada completan un castillo que ha recobrado el pulso vital gracias a la restauración que Gil Lang ha realizado en él. Los montes de la Peña y buena parte del Valle de Mena se divisan desde su terraza y según cuenta la leyenda también fue escenario de historias o leyendas -nunca se sabrá-, como aquella que cuenta que uno de los más acérrimos enemigos de los Velasco, perteneciente al clan de los Salazar, fue invitado a la torre y acabó siendo arrojado desde una de sus almenas al vacío. Con sus nuevos propietarios, la torre seguirá escribiendo su larga historia.