La R-Evolución, en el día a día

Gadea G. Ubierna / Burgos
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¿Qué queda de Burgos 2016? Para unos, dinámicas de trabajo y mayor conciencia del potencial de la ciudad. Para otros, la excelente cantera que siempre existió

Si en algo ha habido unanimidad en esta ciudad ha sido en que la carrera por la capitalidad europea de la cultura para 2016 marcó un antes y un después. En que no pudo escogerse mejor reclamo para la candidatura porque lo ocurrido en los primeros seis meses de 2011 fue una verdadera revolución.  Nunca hasta ese momento se había vivido semejante fervor cultural y nunca había habido tanta y tan variada participación ciudadana en un hecho promovido por la Administración. Pero si eso fue el antes del batacazo por la elección de San Sebastián, la pregunta ahora es qué ha sido del después, qué ha quedado en Burgos de aquel entusiasmo por la cultura.

«Yo creo que perdura -asegura vehemente el historiador del arte y vicerrector de la UBU René Payo-. No existe el dinamismo de los meses finales que nos enseñaron que podíamos hacerlo, pero creo que se ha sabido reorientar con la gastronomía y otras iniciativas. Y creo que, sin estar con esa presión de la capitalidad, en Burgos se sigue manteniendo un programa variado y extenso». De parecida opinión es el director del Hangar, Miguel Ángel Tudanca, quien llegó a Burgos en 2009 y tiene la perspectiva de una ciudad ya bastante volcada con la candidatura y su cultura. Y ahora, cree que se mantiene ese interés. «La programación cultural de Burgos sigue siendo excelente, de las mejores de España. Yo veo lo que se hace en otros sitios y creo que no tenemos nada que envidiar porque la nuestra es muy variada y representativa», afirma Tudanca, más conocido como Pinky.

No son los únicos que creen que esos años de trabajo en la candidatura y, sobre todo, que esos primeros seis meses de 2011 (la decisión del jurado se conoció en plenos Sampedros) sentaron un precedente que perdura hoy en actividades como la Noche Blanca (sentenciada para muchos tras la elección de San Sebastián) o la capitalidad gastronómica de 2013, que puso a Burgos en el mapa turístico internacional tras la recomendación del periódico The New York Times como uno de los 33 destinos del mundo para visitar en ese mismo año.

Un cebo, el gastronómico, que pretende utilizarse a largo plazo y con otros objetivos, como explica el responsable del Plan Estratégico de Burgos, Mario Sanjuan, al afirmar que «del 2016 queda, por una parte, la estrategia de ciudad y, por otra, el trabajo. Entonces se creó un plan de industrias creativas culturales que ahora se actualizará con la gastronomía. Burgos es una ciudad que aúna patrimonio con cultura y gastronomía y eso es algo que pocas tienen».

Capital del gótico

Y si Sanjuan parece ser partidario de apostar por esos tres pilares a la hora de elaborar una hoja de ruta, Payo atina todavía más. «Se han creado unas dinámicas que ahora pueden aprovecharse en otros proyectos a corto plazo como, por ejemplo, convertir a Burgos en la capital de estudios del gótico aprovechando el octavo centenario de la Catedral -se cumplirá en 2021- y algo en lo que yo creo que hay que trabajar más: el origen de la lengua», señaló el historiador, añadiendo que otros territorios nos están comiendo terreno en esta materia y con menos motivos. «La capitalidad sirvió para que nos creyéramos que podíamos hacerlo y creo que cada vez estamos más convencidos de que tenemos un potencial impresionante por tres motivos: nuestra historia, nuestra ubicación geográfica y por la grandísima masa de gente vinculada a la cultura que hay en esta ciudad», añade Payo.

También optimista pero menos entusiasta es la pintora María José Castaño, quien considera que la carrera por la capitalidad «fue un globo enorme que se desinfló y ahora estamos parecido a como estábamos antes». Sin embargo,  añade que también sirvió para «llamar la atención» acerca del potencial y de lo que se podía hacer con recursos propios, imaginación y colaboración tanto ciudadana como empresarial. Y de ahí que destaque que «en la iniciativa privada hay gente que está haciendo cantidad de cosas y creo que vamos avanzado. El camino es largo, pero hemos mejorado», dice la pintora, antes de matizar que, en cualquier caso, «como en Burgos hay una buena cantera, la piedra siempre brillará».

Una conclusión con la que el escritor Óscar Esquivias coincide de pleno. «Burgos es culturalmente potente, pero no por el movimiento generado por el proyecto 2016, sino por lo que ya tenía. Lo que perdura es lo que ya existía y se ha consolidado», señala Esquivias poniendo como ejemplo a la Orquesta Sinfónica de Burgos (Osbu), que está a punto de cumplir el décimo aniversario. «Hace diez años no hubiera creído que en Burgos podía consolidarse un proyecto así, una orquesta que ya lleva diez temporadas y que ahora da becas de educación», añade. Visto con cierta perspectiva, el escritor considera que la carrera por la capitalidad cultural «tuvo algo de sueño, con todo lo irreal que eso conlleva» y de «sugestión colectiva», pero del que también se extrajeron cosas buenas como el reconocer que «se partía de una situación de cierto retraso, que sobre Burgos pesaba la losa de ciudad con una inercia cultural alejada de la vanguardia y no es así». De hecho, el autor de Inquietud en el Paraíso cree que «se generaron dinámicas de cultura moderna, de una ciudad en la que a la hora de hacer cultura, más que mirar hacia el pasado se mira hacia adelante».

Y eso es algo que, a su juicio, debe plasmarse en la actividad cotidiana, en lo que hace de Burgos una capital cultural todos los días y no en un año concreto.