Bombazo en rojo y negro

R.L. / Miranda
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La victoria de los rojillos frente al Alavés fue la guinda para una tarde perfecta en la que los Sanjuaneros Mayores derrocharon entusiasmo ante las miles de personas que se congregaron para escuchar al preciado bombo

Cada Bombazo es único, irrepetible, y el de estas fiestas salió redondo. No se asomó la temida lluvia, lució el sol y la plaza de España volvió a quedarse pequeña para acoger a miles de sanjuaneros que deseaban ver y escuchar a  su querido bombo. Y a todo esto se sumó la victoria del Mirandés ante los vecinos alaveses, un motivo más de celebración para las gargantas que tenían hambre de fiesta.  

Cuarenta minutos antes de que la plaza estallara a ritmo de bombo ya empezaron a llegar las primeras cuadrillas para tomar posiciones. El vino de garrafa, la sidra y el champán caían ya entre los sanjuaneros, aunque lo mejor estaba por llegar. El partido acabó en Anduva a las 17.45 horas, y no fue hasta veinte después cuando ya todos los forofos de los rojillos llegaron hasta la plaza de España. Ya estábamos todos. Se podía empezar la fiesta.

El bombo sanjuanero emergió de las aguas del Ebro y 18 minutos después, portado por la Orden del Bombo y protegido por los Sanjuaneros Mayores, llegó al Ayuntamiento entre cánticos al Mirandés y a San Juan, el sonido de algunos bombos y el descorche de botellas. Fue entonces, subiendo las escaleras, cuando Patricia Mardones y Gonzalo Guinea se dieron cuenta de lo que se les venía encima. «¿Y qué decimos ahora? Bueno, pues nombramos a tu cuadrilla, a la mía, a todos...». Y así lo hicieron. «Alucinados», y «como en una nube», salieron al balcón, tomaron aire y, turnándose el micrófono, empezaron el espectáculo, dirigiéndose en primer lugar a los «sanjuaneros y sanjuaneras» que se agolpaban en la plaza y después a sus cuadrillas y grupos más allegados, como El Porrón, Los Revoltosos, Stereoclub, El Volcón... y hasta los Jóvenes Jabatos, la peña rojilla de la que Gonzalo es presidente.

Y fue en ese momento cuando les cedieron las mazas y comenzaron a aporrear el preciado bombo. La plaza enloqueció y el champán, el vino y el confeti comenzaron a caer sobre los asistentes. Solo unos pocos que se protegieron con chubasqueros se libraron de un baño de bebida que engancha a todo aquel que se aventura a entrar en la plaza. Patricia y Gonzalo estaban en su salsa. Llevaban tanto tiempo esperando el momento que no querían dejar de dar golpes al bombo.

 Así estuvieron hasta 15 minutos, mientras entonaban arengas como «Alé Mirandés alé alé», «Esto es Anduva...» o cantaban el éxito de Raphael aventurando que esta «va a ser mi gran noche». Pero Patricia, que durante años ha sido la presidenta de su cuadrilla, fue más allá y hasta cantó la canción del Porrón: «Soy del Porrón que le voy a hacer, son veinte años pasándonoslo bien...», un himno que desató a todos aquellos que, como ella, vestían de blusa roja y camisa verde.

Los quince minutos aporreando el bombo sin parar pasaron factura, sobre todo a Gonzalo, que minutos después se percató de que tenía una «herida enorme» en la mano. «Acabo de darme cuenta de que estoy sangrando, ni me había enterado», decía sin apenas ya voz. Eso sí, la experiencia había sido «tan positiva» que «si ahora me dicen en la Salve que me tengo que poner a darle al bombo otra vez lo hago encantado».

La sonrisa no se borraba de su rostro, al igual que del de Patricia, que confesaba sentirse «feliz» porque había sido «incluso mejor de lo que esperaba». «Creía que iba a llorar, pero no. Estoy con la adrenalina súper alta. Es muy emocionante y se lo recomiendo a todo el mundo», afirmaba. Eso sí, en su mano no hubo que lamentar heridas, ya que fue precavida «y como ya me advirtieron que me podían salir ampollas, me he puesto un guante especial».

Tras el Bombazo, y con la plaza más despejada, la imagen de San Juan fue portada hasta la iglesia de Santa María, donde se procedió a la tradicional imposición de los pañuelos por parte de El Humo, la única cuadrilla que este año está de aniversario (50 años).