El retablo de Cadiñanos, ejemplo de restauración

A. Castellanos / Cadiñanos
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La Universidad Rey Juan Carlos incluirá en su nueva carrera de Restauración el estudio de la pionera metodología que Julio Villalmanzo y su equipo aplicaron en la obra

El profesor y restaurador Julio Villalmanzo Santamaría, junto a un equipo donde además de restauradores había dos historiadores y una química, llevaron a cabo en el año 2000 una restauración pionera en España hasta entonces. Antes de  actuar en el magnífico retablo de 1572 con 21 tablas pintadas que mezclan el estilo flamenco con el moderno estilo italiano estudiaron el espacio físico que lo rodeaba y su arco temporal para discernir las partes originales de los añadidos. También se empaparon de sus connotaciones económicas, sociales y políticas para actuar «con criterios sólidos y científicos que evitaran el falseamiento histórico».

Obtuvieron toda la documentación posible antes de restaurar y tras ejecutar el trabajo que se inauguró en mayo de 2001, el profesor y restaurador Julio Villalmanzo ha pasado más de una década estudiando y analizando toda aquella información para convertirla en una tesis doctoral. El pasado año obtuvo la calificación de sobresaliente cum laude y este mes, el mismo trabajo obtuvo el premio extraordinario de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.

Pero lo más importante es que la nueva metodología de investigación del patrimonio que ofrece este estudio de Villalmanzo será estudiada  en la nueva carrera de Restauración de la Universidad Rey Juan Carlos. De este modo, el retablo de Cadiñanos podrá ser conocido por universitarios llegados de toda España y en muchos otros ámbitos gracias a su trabajo, que ya está en la web de la universidad madrileña. «Yo creo que al que se ha premiado realmente es al retablo de Cadiñanos», afirma el profesor del IES Vela Zanetti, de Aranda.

Con su análisis pormenorizado el equipo de la empresa Renacimiento que efectuó la restauración descubrió cómo la cera de las velas se había depositado en todas las cornisas sobre las que se apoyan las tablas, completamente ennegrecidas por el humo de los cirios. ¿Y para qué usaban aquellas velas en el siglo XVI? ¿Sólo para iluminar el retablo o con alguna otra finalidad? El análisis de todos los elementos llevaron a comprobar a Villalmanzo que el artista que pintó el retablo utilizó dos técnicas mixtas para dotar de perspectiva aérea a las pinturas, una técnica que se atribuye a Velázquez, pero que fue puesta en práctica años antes de su nacimiento en 1599. Este descubrimiento de la tesis «es pionero en el estudio del Renacimiento», como explica el autor.

Los paisajes del retablo estaban y están pintados con pintura al temple y los personajes y elementos más significativos del paisaje, con óleo resinoso que los hacía brillar. De este modo, como explica Villalmanzo, «al oscilar la llama de las velas con el aire, el movimiento de su iluminación hacía parecer que las figuras se movían», lo que a buen seguro dejaba a los feligreses muy sorprendidos. Si los restauradores no se hubieran percatado de este detalle hubieran acabado con la perspectiva de las imágenes.

También respetaron escrupulosamente el orden del ensamblaje de las distintas piezas del retablo, así como la posición de las cuñas, lo que garantizó la perfecta inmovilización de las tablas. Seguir otro sistema hubiera puesto en peligro su integridad. Ahora en cambio podrán vivir otros 500 años más tal y como desearon sus mentores, Juan García de Medina y Catalina Ordoño de Rosales, los poderosos dueños del Palacio Medina-Rosales de Cadiñanos, antaño enclave estratégico y aduanero en el paso de mercancías hacia los puertos de Bilbao y Laredo y ahora uno de los mejores ejemplos del patrimonio del Renacimiento español que a duras penas se mantiene en pie.