«Rara vez miro al pasado y si lo hago es para no repetirlo»

María Albilla (SPC)
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Enrique Bunbury viaja por «una montaña rusa emocional» para adaptar, a su visión actual de la música, temas de su carrera en un 'unplugged' que toma forma en 'El libro de las mutaciones'

 
El afán de búsqueda e investigación que ha caracterizado la carrera de Bunbury abre ahora un nuevo capítulo de cambio, de mutación, en el que la esencia de ayer se convierte en aire fresco. 
¿Qué diferencias ha encontrado entre grabar un disco de estudio y un unplugged?
Principalmente, la presencia de cámaras y público. Además, en un estudio te permites repeticiones, tomas extra y overdubs. Este es un disco grabado como si fuera en directo, pero con el mimo y el cuidado de un disco en estudio. 
¿Qué ha supuesto emocionalmente revisar las canciones de toda su carrera?
Emocionalmente me ha hecho pasar por un ejercicio que detesto, que es mirar atrás. Rara vez miro al pasado y si lo hago es para no repetirlo. En esta ocasión, pasé por  una montaña rusa emocional. Aunque el álbum no representa toda mi carrera de manera justa y equilibrada, pero busqué canciones que pudieran encajar dentro de mi forma de ver la música hoy.
No están temas que ya han ido en otros directos como Alicia o Infinito y revisita clásicos como Avalancha.
Exacto. Hay varios discos que no están representados. Principalmente la etapa con el Huracán Ambulante, que son mis primeros 10 años en solitario. También ocurre lo mismo con el disco Senderos de traición (1990), que es el único disco de la etapa con Héroes del Silencio del que no interpreto ninguna canción. No tengo nada contra esos discos. Todo lo contrario. Son clásicos dentro de mi carrera, pero creí que era mejor revisar otras canciones y dar con un repertorio más interesante.
La mayoría de sus invitados son de América Latina. ¿Qué significa para usted este territorio?
El continente americano es un territorio enorme con el que nos une principalmente la lengua. Desde mis primeros discos con Héroes del Silencio lo recorrí de punta a punta y establecí una conexión con el público. Además, me fui enamorando de sus diferentes culturas, de su música, de sus comidas y de su gente. Yo no concibo mi vida personal, ni la profesional, sin América.
Al igual que muchos artistas colaboran con usted, usted responde a muchas llamadas en la misma línea. ¿Qué le aportan este tipo de proyectos?
Me encanta colaborar con otros artistas. Siempre es enriquecedor asomarte a otras formas de hacer, de cantar, de componer. He tenido la fortuna de poder juntar mi voz con la de muchos autores e intérpretes imprescindibles a ambos lados del Atlántico. Me siento afortunado por ello, desde luego.
Leemos en los periódicos que los malos tiempos están pasando, ¿será más fácil, según sus propias palabras, ahora «contar con financiación ajena para hacer discos propios»?
Afortunadamente, nunca tuve problemas para conseguir que una discográfica pagara mis grabaciones, pero está claro que muchos de mis compañeros sí. La crisis de la industria discográfica es anterior al crack de 2008. De los tiempos del top manta, se pasó al downloading y muchas discográficas independientes importantes vendieron sus catálogos y algunas multinacionales quebraron o desaparecieron. Muchos empleados perdieron sus trabajos. Hoy en día hay que entender que la industria ya no es formato-céntrica. Aunque la música sea, más que nunca, el centro de todo, y eso no es malo, sino todo lo contrario. 
Le escuche decir en una entrevista que «el cambio es cosa de todos». En la actualidad política escuchamos a unos que es tiempo para ello, mientras otros nos dicen que hay que agarrarse a lo conocido. ¿Cómo aprecia el panorama nacional?
No leo los periódicos, ni me interesan las ruindades cotidianas de la política. Así que no le puedo ni confirmar ni desmentir algo de lo que no tengo demasiada idea. Yo no tengo miedo a los cambios. Me gusta viajar y me gusta investigar en nuevas formas de composición y grabación. No creo que un cambio de aires le venga mal a nadie. Sobre todo cuando el aire está tan enrarecido y se hace irrespirable.
¿A usted cómo le han afectado estos malos tiempos?
Bueno. Me fui a vivir fuera del país, firmé con una discográfica mexicana y las tres cuartas partes de mi trabajo lo realizo fuera. Por lo demás, todo bien.
¿Se ve con el tiempo inmerso en un Never Ending Tour como Bob Dylan? ¿Qué tiene la carretera para los músicos?
En realidad, Dylan no hace un tour continuo. Hay algo de mitología en esa apreciación. Cada temporada realiza varios bloques de conciertos. Da la impresión de que no para nunca, pero sí que lo hace. Personalmente entiendo perfectamente esa manera de trabajar. Como también la de Woody Allen sacando una película al año. Reducen, ambos, su tiempo promocional al mínimo y se dedican a su trabajo, sin apenas aspavientos. Los dos consiguieron una obra incuestionable, llena de altibajos, en la que los bajos son tan interesantes como los altos.
¿Qué tiene en mente de cara a un próximo trabajo?
Tengo un par de proyectos entre manos. El que está más avanzado es el que espero grabar el año que viene. Si me lo permite, hasta que no esté terminado, prefiero no hablar mucho. Creo que no es conveniente. No por hacerme el interesante, sino porque hasta que no está terminado no sabes si realmente sonará a lo que soñaste o te desviaste en el camino.
«Espero que la policía de lo correcto se quede en casa y se me permita la licencia de ser libre». 
Me refiero a esa costumbre que muchos están adquiriendo, en redes sobre todo, de ejercer de guardias de tráfico, vigilando las fronteras de lo que entra y lo que no entra dentro de su encorsetado concepto del mundo. También puedes verlos debajo de las noticias de algunos periódicos, despotricando por cualquier cosa, contra unos y otros. Insultando y creyéndose moralmente superiores.